𝐢. ojos grises

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Su calma era absolutamente aterradora, como si nada en el mundo pudiera desestabilizarlo. Comencé a preguntarme qué más no sabíamos sobre los guerreros de nivel uno, porque ciertamente había mucho más que simplemente ser hijo de un elemental.

—Samuel Müller... —La voz del falesiano pronunció el nombre, haciendo que la multitud se escuchara aún más fuerte. Pero Samuel ya había vuelto a bajar la mirada, mirando a esos dos hermanos sin ninguna emoción, mientras giraba la espada en su mano.

—Sus ojos son grises. —murmuró Ayla, asentí, como lo había notado en el momento en que levantó la vista hacia el público. —¿Sabes lo que significa?

—¿Qué? —pregunté, sabiendo ya que Ayla tendría la respuesta en la punta de la lengua, porque mientras yo hacía lo posible por evitar a los falesianos, ella los adoraba y estudiaba absolutamente todo sobre ellos.

—Los hijos de elementales tienen ojos del color del elemento correspondiente al poder de sus padres. —La miré levantando las cejas, mientras la veía encogerse de hombros. —Rojizo para el fuego, azulado para el agua, verdoso para la tierra y...

—Grisáceo al aire. —Completé, girándome nuevamente hacia la arena, donde Samuel estaba en posición inicial de batalla, sosteniendo la espada con ambas manos. —Entonces es hijo de un elemental de aire, si tu teoría es correcta.

—No es teoría. —Respondió Ayla haciéndome reír, porque Ayla creía en absolutamente cualquier cosa relacionada con el otro mundo.

Ambas dejamos de hablar y nos concentramos en la pelea, que estaba por comenzar. El sonido de la trompeta hizo que todos en la arena guardaran silencio, mientras los dos hermanos levantaban sus espadas y se preparaban para atacar, aún cuando Samuel permanecía inmóvil, solo mirándolos con una calma desgarradora.

Max comenzó a acercarse a Samuel a un ritmo muy lento, mientras el guerrero solo observaba sus movimientos, como si quisiera registrar la forma en que Max luchaba. Pero tan pronto como empezó a correr y levantó su espada para atacarlo, Samuel levantó su espada a la defensiva y disparó también, con una sombra de diversión en su rostro, como si no fuera más que una broma para él.

Las espadas chocaron, haciendo un sonido agudo que resonó por toda la arena de una manera que hizo temblar mis huesos. Los dos comenzaron a luchar en movimientos sincronizados, ataque y defensa. Tan rápido que a veces era difícil saber quién atacaba y quién simplemente defendía. Samuel era visiblemente mucho más rápido que Max con la espada y sus movimientos eran precisos y elegantes.

—¿Él que está haciendo? —preguntó Ayla, señalando con el dedo a John, quién todavía estaba de pie en el mismo lugar que antes, observando a su hermano pelear con Samuel. Sus ojos estaban fijos en los movimientos de los dos. Principalmente en el pelinegro.

—Está observando los movimientos de Samuel. —Dije volviendo a mirar la pelea entre ambos, porque no quería perderme ni un segundo de la misma. —Tratando de encontrar un punto débil.

—No parece tener ninguno. —Ayla se sobresaltó, pareciendo un poco ansiosa, porque Samuel acababa de darse la vuelta y casi golpeó a Max en la garganta con la hoja de su espada.

—Pero se unirá a la lucha, tan pronto como su hermano...

Antes de que pudiera terminar de hablar, Samuel le transfirió un golpe al brazo que Max usaba para sostener la espada, haciéndolo gritar y dejar caer el arma al suelo. John disparó hacia los dos en ese momento, intentando atacar la espalda de Samuel, tomándolo por sorpresa. Pero el guerrero ya estaba girando, levantando su espada y defendiéndose del golpe, cuando las dos espadas volvieron a chocar. Esta vez, todos en la arena parecieron estremecerse ante el sonido.

Hasta que comience a arder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora