3.3 • Llamada para él

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Han pasado un par de semanas desde mi primer día de clases. Las únicas interacciones que tengo con chicos de mi grupo son cuando me preguntan si ya tengo las respuestas o para pedirme un lápiz.

Es viernes, pero como las cosas no cambian, no tengo planes como la gente normal. Me acuesto sobre mi cama, me tapo las manos con la cara cuando recuerdo que debo escribir la carta y me siento. Escucho que Nancy cuelga su teléfono y me llega una idea: ¿Por qué no llamo a Will?

Abro la ventana y les grito desde mi puerta que voy a usar el teléfono.

Tomo un papel que me dio Joyce antes de salir de Hawkins donde estaba el nuevo número de teléfono.

Giro el disco acelerando número tras número, escucho la interferencia y digo todas esas cosas que uno debe decir cuando llama a otro lugar.

De pronto escucho cómo se levanta el teléfono desde la otra línea y alguien que grita de fondo «¡Ya respondí!», esa misma persona se acerca al micrófono y dice:

—Buenas tardes, casa de los Byers.

Mi respiración se detiene un momento y sonrió poniéndome la mano en el pecho.

—¿Will?... Hola— es todo lo que me atrevo a decir.

—No puede ser, Mike. Estaba esperando que llamaras.

Se escucha igual que yo, igual de emocionado e impaciente. Y eso me hace sonreír aún más.

—¿Qué tal?, ¿cómo va todo por allá?— pregunto.

—Genial, recién comenzamos la escuela y va... Bueno, la escuela va igual que siempre— me dice.

—¿Cómo que igual que siempre?

—Ya sabes, sigo siendo invisible, pero hay muchos clubes y eso, así que creo que puedo hacer amigos pronto. Además tengo a Jane, las cosas no son difíciles.

—No entiendo cómo es que eres invisible si eres la persona más genial que conozco— lo escucho reír al otro lado de la línea.

—No digas eso. A Jane también le va genial, está haciéndose amiga poco a poco de algunos maestros y creo que no le costará tanto hacer amigos.

Me siento mal por lo que estoy a punto de decir pero...

—¿Podemos no... Hablar de ella, por favor?— se queda callado un momento —. No me malentiendas, no es que no quiera saber nada, de hecho me alegra todo lo que me dices, la cosa es que llevo pensando estas tres semanas en sus cartas y en lo que debería decirle y en las cartas que recibo de ella... Y no he hablado contigo. También quiero saber de ti.

Escucho otro silencio, me preocupo un momento por ello.

—Ehhh... Sí, okey, ¿entonces qué quieres que te cuente?— me pregunta y no puedo describirlo pero escucho su sonrisa, o sea, su tono de voz me dice que está sonriendo.

Ahora soy yo el que se queda callado. ¿Qué quiero saber de él?, o mejor dicho, ¿qué quiero que me cuente?

—¿Cuál es tu maestro favorito?, digo, supongo que te llevas especialmente bien con algún profe, ¿O no?

—Claro, creo que con el de artes. Nada fuera de lo que conoces. Me encantan sus clases. El primer día nos hizo una especie de diagnóstico, cada uno dibujó un jarrón que puso frente a toda la clase y mostró mi dibujo. Incluso lo colgó en una de las paredes del salón. Fue increíble. Me dijo que no podía esperar a que la clase subiera de nivel para ver hasta donde llego. Dice que quiere ver mi potencial.

Realmente no me sorprendió. Siempre ha sido así, destaca en todas partes y muchísimo más en las artes. Ojalá hubiera podido estar ahí.

—¡Eso es genial!, ¿no hay un curso o taller de arte aparte de tus clases?

A través de mis ojos || Byler Donde viven las historias. Descúbrelo ahora