Capítulo 17

Depuis le début
                                    

—No tienes por qué explicarnos —interrumpió Shane—, si ella te gusta, ¿por qué no vas a hablarle?

—Porque es un Kensington —intervino Shawnneta mirándolo con severidad—. Una ninfa nunca será digna de un Kensington. Tal vez Lysander aprendió esa lección con el Raganu.

—Golpe bajo, Shawnneta. —Esta vez fue Chasydi quien adoptó un semblante molesto.

—La realeza pertenece a la realeza —prosiguió y me miró al ponerse de pie—, eso no va a cambiar.

Chasydi me susurró una disculpa cuando se puso de pie para seguir a Shawnneta. Yo ni siquiera quería levantar la vista de la mesa. No era como si quisiera casarme con Kianna, ni siquiera estaba seguro de que me sintiera atraído hacia ella de esa forma, pero ¿eso significaba que incluso mis relaciones amorosas estarían controladas por la realeza de los Kensington?

—Dean, eso no es verdad —habló Shane, aun a mi lado—, si tú quieres estar con ella...

—No es así —interrumpí—. Después de lo que pasó con Jaimie yo no... —exhalé y me atreví a mirarlo—. No estoy buscando una relación, ¿de acuerdo?

—Oye, no estoy diciendo que te cases con ella mañana. Si quieres hablar con una ninfa que te gusta no veo por qué no podrías hacerlo. Incluso si no desarrollas una relación con ella, creo que sería bueno para ti conocer gente fuera de nosotros, algunas criaturas normales, para variar.

—Pero Shawnneta...

—Shawnneta fue criada por una maldita manada de lobos conservadores. No importa lo que las leyes dicten, importa con quién quieres estar tú. Ahora, ve. —Me empujó fuera de la silla y estuve a punto de caerme—. Nos iremos esta tarde, aprovecha el tiempo hasta entonces.

Aunque una parte de mí quería regresar a mi habitación para encerrarme, mis pies siguieron el camino por donde Kianna había desaparecido. Me condujo hasta un campo de entrenamiento que nunca pensé ver en ese entorno. Las mismas ninfas hermosas que habían jugado en el río el día anterior, las que cantaban y bailaban, ahora luchaban entre ellas con espadas, lanzas, arcos, hachas y cualquier otra arma de cuerpo a cuerpo. Todas se movían con destreza y velocidad esquivando golpes y lanzando otros más. La líder, Xayasine, las supervisaba, corregía sus posturas o les mostraba las formas para dar golpes mortales.

Cuando vieron que me acercaba, todas se detuvieron e hicieron una larga reverencia hacia mí que me hizo sentir todavía más nervioso de lo que me sentía.

—Ah, eh, eh... continúen, por favor. —Mi voz salió temblorosa y aguda, lo que las hizo reír bajito, pero todas volvieron a lo que hacían y yo sentí que volvía a respirar. Xayasine se acercó a mí, su presencia era tan imponente como ninguna otra.

—Escuché que partirán esta tarde.

—Sí, nosotros... tenemos que llegar al palacio.

Ella asintió y, como era la líder de las ninfas, por supuesto que notó cuando mi mirada se desvió hacia Kianna a unos metros de distancia mientras lanzaba una flecha que daba justo en el blanco. Xayasine esbozó una sonrisa leve y habló antes de que yo pudiera decir algo.

—Kianna, acércate un momento.

Su voz no fue más alta que cuando hablaba conmigo, pero Kianna ni siquiera dudó antes de dejar el arco y caminar hacia nosotros. Estuve a punto de echarme a correr, pero cuando me volví a medias, Shane nos estaba observando desde la cabaña y su expresión era como la de un padre orgulloso. Quería que me tragara la tierra. Eso no sucedió, por supuesto. Kianna se detuvo junto a Xayasine e hizo una leve reverencia hacia nosotros.

KensingtonOù les histoires vivent. Découvrez maintenant