Chapter »II«

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Cómo les gustó el prólogo y el primer cap, aquí les traigo el segundo, espero que les guste, tengo muchos Cap ya hechos, solo debo subirlos, pero eso depende de su apoyo, comenten, si no saben algo pregunten, no sean tímidos xd,.
=====>[14.11.2023]<=====

La estación de trenes de Berchtesgaden era más pequeña que la de Berlín, pero más majestuosa. Los banderines nazis colgaban en escrupulosas filas verticales, lo que hacía que destacaran las grandes columnas interiores dándole un aspecto romano y solemne a la edificación.

A un lado brillaba una puerta dorada que parecía reservada para personas importantes. En ella, en bajorrelieve, podía verse un águila negra posada sobre una esvástica. Quizás era la entrada a un salón de recepción para las personalidades que visitaban al Führer; después de todo, aquella era la última parada para los que estaban invitados a su refugio de montaña.

Busqué con la mirada al tío Jack y a la tía Reina y los vi parados cerca de
la entrada. Mi tío parecía más feliz de verme que mi tía. Era un hombre
regordete con una pequeña panza redonda, y aún conservaba su cabello color fuego y las pecas de su juventud.

Algunas de ellas se convirtieron en grandes manchas cafés que marcaban su rostro. Sostenía su gorra de policía en una mano. La sonrisa de mi tía parecía forzada, como si yo fuera una hijastra indeseable que regresaba a casa a visitarlos.

Era refinada y culta, a diferencia
de mi simpático tío. Mi padre me comentó que el matrimonio de mis tíos le parecía una unión peculiar. En aquel entonces, por ser más joven, nunca cuestioné su atracción, pero ahora que me encontraba frente a ellos, sus diferencias me parecían muy evidentes.

Después de intercambiar saludos, mi tío puso mis maletas en su pequeño
Volkswagen gris. Me senté en la parte de atrás. Mientras mi tío conducía, no pude ver mucho del panorama montañoso, a excepción de unos oscuros picos que sobresalían de las nubes en el negro cielo de la noche.

Durante mi infancia solo visité Berchtesgaden en una ocasión.
Mis tíos vivían en un chalet de tres pisos de estilo bávaro. Estaba encajado entre un pequeño restaurante y una carnicería, a poca distancia del centro del pueblo. Su casa era alta, pero no tan ancha como los chalets que se veían en las laderas de las montañas. Salí del auto y respiré el fresco aire de los Alpes.

Era difícil pensar que seguía en el mismo país al que pertenece Berlín.
Nos quitamos los abrigos y dejé mis maletas junto a la puerta. El tío Jack
estaba vestido en el uniforme de la policía local, con una esvástica alrededor de su brazo izquierdo.

Reina traía puesto un vestido color azul cobalto con cuello cerrado. Sobre su corazón, brillaba un prendedor de diamantes con forma de esvástica. Un gran retrato del Führer en blanco y negro colgaba sobre la chimenea, y su solemne y sólida figura dominaba el comedor.

Mi tía bordó esvásticas en el camino de mesa. Reina era española y apoyaba a Franco, así como a la Italia de Mussolini. Todo en la casa reflejaba una meticulosidad que correspondía al ideal nazi de la perfección germana.

Nada se hallaba fuera de lugar. Los muebles estaban tan pulidos que brillaban y colocados de forma perfectamente simétrica. Sentía como si acabara de entrar en un cuento de hadas, algo fuera de lo común que causaba una impresión surrealista.

Era como estar en una exposición de arte: todo era muy bello, pero no era un hogar.

La noche se tornó fría, de modo que mi tío avivó las llamas de la
chimenea. La tía Reina sirvió un guisado de res con pan y disfrutamos de un vaso de vino tinto. El guisado tenía poca carne y verduras, era más caldo que nada, pero con un sabor excelente. El viaje me dio hambre. La comida fue más sustanciosa que los platillos de verduras a los que se limitaba mi madre en esos días.

El Salva De HitlerWhere stories live. Discover now