Desastre social.

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-Alexia,cariño, me voy.-dice mi padre, dándome un beso en la frente.-No la líes.

Estoy tumbada en mi cama, con la cabeza apoyada en un cojín, pensando, reflexionando.
Estoy nerviosa, mucho.
Mi padre se va a hablar con mi querida profesora de biología, y me la voy a cargar.

Me llamo Alexia, todos me llaman Alex, pero yo prefiero Alexia, a secas.
Tengo quince años y vivo en Madrid, con mi padre.
Mis padres se separaron cuando yo tenía trece años.
Mamá vive en un pueblecito de Sevilla, con su novio y mi hermana pequeña, Naira.
Yo vivo con mi padre, especialmente porque con él es con quien tenía más relación, y no se, elegí vivir con el, aunque eso significaba dejar Sevilla y a mis amigos, que aún los recuerdo.
Soy alocada,divertida y sinvergüenza.
Lloro siempre de alegría y sin embargo río cuando todo el mundo está serio, lo que hace que todos me miren mal.
Estoy en mi pompa sin que nadie me moleste, vivo en mi propio mundo, bailo por la calle cuando escucho música de un coche a todo volumen y me dejo la voz cantando las canciones que me gustan.
La lío como nadie, creedme, como nadie y meto la pata cada dos por tres.
Pido perdón cuando ya es demasiado tarde y también perdono lo imperdonable.
Soy celosa como yo misma, porque lo mío es mío y de nadie más.
Soy muy caprichosa, me encanta acostarme tarde aunque al día siguiente tenga que madrugar, duermo hasta altas horas del día y el despertador es mi rutina, los sueños son mi devilidad y ¿cumplirlos? un sueño más. Me conformo con poco, y me ilusiono con cualquier tontería, de ello mis malos días. Me encanta salir bien vestida a la calle y oler a perfume desde kilómetros.
Me gusta ser misteriosa y soy de esas que piensan que una mirada vale más que mil palabras. No me gusta estudiar, pero en el último momento me esfuerzo por aprobar y lo consigo.
Me gusta salir cuando llueve, no me importa si se me moja el pelo o se me corre el rímel, simplemente me gusta la sensación.
Aquí en Madrid, no tengo muchos amigos, no soy muy popular, pero porque no quiero, me he vuelto muy cerrada desde que me fui de Sevilla e impido que me conozcan.
No tengo novio, pero si que he estado perdidamente enamorada cuando era mas pequeña, de echo, de uno de mis mejores amigos de la infancia.
Jesus Oviedo.
Resumiendo, soy un auténtico desastre social.
Me importa una mierda lo que piensa la gente de mi y por eso soy así, hago lo que me viene en gana.
Pero me considero muy buena persona, la verdad.

De físico no soy una chica que destaque mucho, en fin, del montón.

Tengo el pelo un poco por debajo de los hombros, de un castaños claro, y un poco ondulado.
Mis ojos son grises, aunque de pequeña los tenía azules, tengo las pestañas largas y una nariz respingona.
Soy delgada, pero no mucho, con mis curvas, ya sabéis, normal.
Y no soy ni alta ni baja, simplemente tengo la estatura ideal para mi edad.

Paso toda la tarde ahí tumbada, incluso duermo una hora, pero me despierto por el portazo que da mi padre.

Mierda.

-¡Alexia González!-grita, subiendo las escaleras.-Esta vez te has pasado, jovencita.

Doy un brinco de la cama, e intento buscar un sitio en mi habitación donde esconderme, pero es demasiado tarde.
Mi padre entra en mi habitación y se cruza de brazos, echándome una mirada recriminatoria.

Y os preguntareis que he echo.
Pues bueno, digamos que hoy íbamos a diseccionar ranas en la clase de biología, y yo odio ver morir a animales, así que he cogido la caja de las ranas y la he lanzado por la ventana, delante de la profesora.
Me ha montado un pollo y yo le vacilaba.
Solo eso.
¿No es para tanto, no?

-Es la quinta vez que me llaman quejándose en este mes que llevas de clase, Alex.-se sienta en mi cama.-No puedes seguir así.

Aja, la quinta vez.
La primera fue porque insulte a un compañero, la segunda por vacilar a un profesor, la tercera por pintar con permanente en la pizarra digital, la cuarta por cerrarle la puerta a una profesora en las narices y la quinta lo de las ranas.

Parece que sea mala y todo.

-¿A que te refieres?-me siento a su lado, como un indio.

-Creo que ya es hora de que vuelvas con mama.-me acaricia la mejilla.-Llevas dos años aquí, y veo que te falta algo, cariño, nunca sales, no tienes amigos, eres infeliz.-suspira.-Además, no estoy mucho en casa.

Me muerdo el labio inferior, y asiendo.
La verdad, hace tiempo que quería volver a Sevilla, pero no me atrevía a decírselo.
Me sabia mal.

-Te llevare mañana temprano, ¿vale?-pregunta, y asiento sin pensármelo, mientras saco las maletas y comienza a hacerlas.

La verdad es que esta vez me he pasado, pero y que, soy así, soy un desastre social en toda regla.

Cuando acabo de hacerme las maletas, bajo a cenar.
Hay tensión, pero no importa, supongo.

-¿A qué hora nos iremos?-digo para romper el hielo.

-Sobre las siete, para llegar y que comas ya allí.-me mira.-Me ha dicho tu madre que la llames.

Dejo el plato en el fregadero y cojo el teléfono.

-Hola.-saludo, subiendo a mi habitación.

-Cariño.-saluda.-¿Como estas?

-Bien.-suspiro, tirándome en la cama.-¿Y vosotros?

-Esperando a que vengas.-dice.-Tenemos muchas ganas de verte, Alex.

Y justo oigo a la pequeña Naira intentando que mi madre le pase el teléfono.

-Tetaaaaaa.-grita la pequeña de cinco años.-Quiero verte.

-Mañana te veo. ¿Vale?-sonrío.

-Vale.-se ríe.-Te paso a mami.

-Vale.-me río.-¿Mama?

-Si, estoy aquí.-se ríe.-¿Que pasa?

-Me voy a dormir.-informó.-Hasta mañana.

-Adiós, cariño.

Dejo el movil en la mesita y miro el techo, ahogando un suspiro.

Mañana volveré a Sevilla después de dos años fuera.
¿Se abran olvidado de mi?
Espero que no, porque un desastre social deja marca, o eso creo.

Quiéreme si te atreves. {Jdom}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora