-¡¿Pero que coño haces?! -grité al borde de la rabia mirando mi ropa.

En ese instante me arrepentí de haberme sentado en esa mesa al escuchar las carcajadas de todos. Me había humillado enfrente de medio instituto y, conociendo a todos, se burlarían de mi durante toda la semana.

-¡Estás loca, Aeris!

Seguramente alguien grabó este show que parecía sacado de un circo. Me pareció ver que alguien tenía el teléfono apuntando hacia nosotras que estábamos a la vista de todos.

Gemma me tendió apresurada varias servilletas y me propuso acompañarme al baño para que pudiera limpiarme, pero yo no quise estar un segundo más ahí. A la velocidad de la luz, salí corriendo, escuchando como ella y Lina le reclamaban a Aeris. Bien pudo haberme importado una mierda que fuera mi hermana para agarrarme a golpes con ella, pero yo no era igual de problemática que Aeris. La violencia no era lo mío y sabía que con ello no ganaría nada.

Mientras corría con rapidez como si me estuvieran persiguiendo, chocaba con varios de los alumnos en los pasillos y sólo seguí adelante sin disculparme con nadie. Mi apariencia sucia atraía más miradas curiosas y pronto me convertí otra vez en el centro de atención al igual que en la cafetería. Esto era demasiado vergonzoso para mí.

Jamás había deseado tanto que la tierra me tragara como lo estaba deseando ahora.

Era inútil ir al baño. No tenía más ropa, y no podía andar así en lo que restaba de las clases. No soportaría ser el centro de atención en el salón, ni las burlas y risas que seguramente no faltarían.

Así que no ví ningún problema en irme como si estuviera huyendo. Atravesé la entrada del instituto, seguí y seguí corriendo hasta que mis pies no resistieron más y me obligué a detenerme mientras trataba de reconocer la calle donde me encontraba. No había casas, todo lo que me rodeaba eran árboles. Este era el trayecto que se utilizaba para salir de Redfield, así que ya estaba lo suficientemente lejos del instituto. Había pasado por aquí tantas veces pero nunca caminando.

A pesar de que Redfield solía ser un pueblo tranquilo, no te podías confiar de andar solo por ahí, y menos en una calle tan solitaria como esta aunque fuera de día. Faltaban unos kilómetros para que se divisaran las primeras casas que avisaban que habías entrado a Redfield. Por lo tanto, todavía me quedaba un largo camino que recorrer para llegar hasta mi casa, pues esta se encontraba casi al sur del pueblo. El instituto se ubicaba a la salida de Redfield, a unos treinta kilómetros de donde me encontraba en este momento. Lo primero que veías al llegar al pueblo era su grandioso y enorme colegio. Era tan extraño que un instituto estuviera tan apartado de todo.

Después de detenerme había empezado a caminar lento, porque todavía no conseguía recuperarme de la falta de aire y el corazón seguía latiendome desenfrenado. Ya comenzaba a arrepentirme por haber corrido como una velocista en un maratón; sentía fuertes punzadas en los pies y los músculos de las piernas me ardían y quemaban por dentro. Además de que me sentia algo mareada y con náuseas. Estaba segura de que pronto me desmayaría, no había comido casi nada y correr mucho me hizo perder la poca energía que tenía. Necesitaba descansar o me caería en cualquier momento, pero todavía me encontraba muy lejos de todo y debía caminar rápido antes de que oscureciera. El clima seguía nublado y hacía frio, mínimo me tomaría casi dos horas llegar a casa.

-¿Luara? ¿Por qué estás así? ¿Qué te pasó?

¿Esa era la voz de Lainer?

Giré mi cabeza y lo vi en el auto de su padre a un lado mío.

-Sube, te llevaré a casa.

-No quiero ensuciar el coche y tampoco quiero causarte molestias -en realidad no sé porque respondí eso.

Él me miró descolocado.

-¿Estás bromeando? Te ves muy mal, ¿cómo crees que te voy a dejar aquí sola en medio de la nada? Sube o me veré obligado a cargarte.

Lainer era el hermano mayor de Lysander, y a diferencia de él, Lainer siempre había demostrado ser una persona amable y respetuosa. Justo lo contrario de Lysander.

Solía llevarme bien con Lainer, a veces hablábamos cuando nos encontrábamos en la calle o simplemente me saludaba. Mínimo me conformaba con tener ese tipo de relación con Lysander, pero por sus condiciones estaba más que claro que eso no era posible. Había veces que me moría de ganas por preguntarle a Lainer sobre su hermano, no obstante, nunca lo hice porque seguramente eso me dejaría ver muy interesada en él y quizá a Lainer le parecería extraño.

Al final acepté subirme porque si no lo hacía, probablemente después estaría tirada en el suelo y quien sabe que pasaría conmigo estando inconsciente. No era como si tuviera muchas opciones, debería agradecer que Lainer haya pasado por aquí.

-Perdón que haga tantas preguntas, pero ¿quién te hizo eso? -habló Lainer mientras ponía en marcha el auto.

-Fue Aeris -lo dije sin pensar. No tenía sentido ocultarlo.

Pasaron dos minutos de silencio, mientras él procesaba mi respuesta.

-Bien. No preguntaré más, no quiero que te sientas incómoda. ¿Quieres agua? Te ves agitada -me tendió una botella del portavasos.

-Si, me vine corriendo desde el instituto.

Él me miró como si le hubiera dicho que vengo de otro planeta.

-Dios, Luara. El instituto queda lejos, como pudiste soportar tanto.

-No lo sé. Simplemente no me quería quedar ahí -dije antes de beber el agua y él asintió.

Nos quedamos en silencio hasta que entramos a Redfield. Lainer conducía algo lento y palmeaba levemente el volante, se veía inquieto y parecía que quería decir algo pero no se atrevía.

-Luara... -casi di un respingo cuando de repente habló-. Quería, bueno, quiero pedirte disculpas por lo que pasó ayer.

Sus palabras me dejaron plantado un signo de interrogación en la cara.

-Lysander se portó como un idiota contigo en lugar de ayudarte, y yo no lo hice porque estaba en la sala y no sabía lo que pasaba y... de verdad lo siento, Luara.

Me quedé más sorprendida de lo que ya estaba. Él y yo nunca habíamos hablado de un tema de conversación que incluyera a Lysander. De verdad parecía angustiado por el comportamiento grosero de su hermano. Era tan noble que pedía disculpas por los demás aunque él no hubiera hecho nada. El claro ejemplo de lo buena persona que era.

-Tranquilo, no tienes porque disculparte por el... mal carácter de Lysander. La verdad es que no lo tomé en cuenta. Seguro dijo eso porque a lo mejor no me conocía -me dolió bastante decir estas últimas palabras.

Él cerró los ojos con fuerza, en un gesto que me pareció de ¿remordimiento?, y asintió lentamente con la cabeza. No sabía si lo que pasaba era real o sólo estaba alucinando por el estado débil en el que me encontraba.

-Sentí la necesidad de disculparme. Tenía que hacerlo -susurró.

Entonces decidí hacer lo que mi mente me dictaba. Aquí veía una ligera oportunidad para averiguar un poco más.

-Lainer, ¿por qué Lysander siempre es así de serio y distante con los demás? ¿Él... tiene problemas con algo?

No puedo creer que me haya atrevido a preguntárselo.

Lainer giró la cabeza tan rápido hacia mi, que me provocó algo de miedo. Su cara gritaba un «¿de verdad estás preguntando eso?» pero con una expresión que me pareció de terror.

No me equivoqué al pensar que esto le parecería extraño.

Enigma © Where stories live. Discover now