PRÓLOGO

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Cuando el velo negro de la muerte cae, los fantasmas aparecen

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Cuando el velo negro de la muerte cae, los fantasmas aparecen.

Cuando tenía poco más de diez años, mi madre falleció en un frío y grisáceo día de otoño. La causa fue la peste bubónica, y debido a eso fue un velorio a cajón cerrado. El viento soplaba tan ferozmente en la ceremonia de entierro que las hojas caídas de los árboles parecían volar, coloreando el cielo gris con motas color ocre. Las lágrimas que corrían por mis mejillas secaban rápidamente, también, dejando rastros congelados en mi piel.

La realización de que jamás la volvería a ver fue tan dolorosamente devastadora como si me estuvieran retorciendo las entrañas con pinzas. Ella jamás volvería a sonreírme, jamás volvería a contarme cuentos antes de dormir, ni a darme besos de buenas noches. Despedirme de ella fue una de las cosas más dolorosas de mi vida.

Sin embargo no contaba con volver a verla poco tiempo después. Bueno, más bien a su fantasma.

Puedo recordar aquel suceso que cambió mi vida para siempre casi como si hubiera sucedido ayer. Un murmullo sordo en los pasillos fuera de mi habitación, mi pequeño cuerpo temblaba por el frío húmedo de la noche, mientras una estrepitosa tormenta azotaba el exterior. El sonido del diluvio retumbaba contra los techos y paredes de la casa.

Mi habitación no se encontraba tan cerca de la de mi padre, así que cuando fui consciente de aquel sonido y fijé la vista en el sitio de su origen, me cubrí la boca con las manos para no dejar salir ningún tipo de ruido.

Allí, en la puerta de mi habitación, había un fantasma. Un escalofriante cuerpo humano hecho de humo negro que se deslizaba con elegancia sobre el suelo de mi habitación me miraba fijamente. Un gran vestido negro acampanado cubría el cuerpo del fantasma, era el mismo vestido que llevaba en su entierro.

Completamente aterrado como estaba, cerré los ojos con fuerza y me hice una bolita en la cama, el ruido sordo de murmullos inhumanos y alguien —o algo— deslizándose sobre el suelo se sentían cada vez más cerca. Mi corazón no dejaba de retumbar contra mi pecho, a la expectativa de cualquier clase de daño.

En su lugar, pude sentir como una mano hecha de humo con dedos largos como garras se posaba sobre mi brazo, y una voz femenina completamente inhumana pero tan parecida a mi madre me susurraba al oído las palabras que me iban a marcar por el resto de mi vida.

—Jinyoung, hijo querido —me dijo—, cuando llegue el momento, no vayas con él, no te acerques a la cumbre escarlata. Ten cuidado.

Y así como llegó, fue que desapareció.

The Crimson Path [JJP]Where stories live. Discover now