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Una semana había transcurrido desde mi bienvenida oficial, y muchas cosas habían ocurrido desde entonces.

Después del almuerzo de aquel día, Frederick, junto con su hija Sophie, me ayudaron a sacar el colchón de la habitación y le dieron fuertes golpes con una pala que encontramos cerca de la cerca.

"¡Dale con fuerza, muchacho! Demuestra ese legado enano que corre por tus venas. ¡BAAJAJA!" exclamó Frederick entre risas.

A pesar de que el colchón terminó en el suelo cubierto de tierra, logramos dejarlo más limpio de lo que estaba en la habitación. Luego, Elena me brindó una ayuda casi enérgica para dejar la habitación completamente habitable y limpia.

Cuando llego el momento de limpiar el escritorio, decidí encargarme personalmente para mantener en secreto al pequeño felino de madera que reside detrás de él.

Todo resultaba bastante agradable; podría decirse que me encontraba en un estado de bienestar que no había experimentado en mucho tiempo. Había olvidado cuándo fue la última vez que me sentí tan pleno.

Las palabras de Wallace Tremblay cobraban cada vez más sentido en mi mente. Su ausencia había generado especulaciones entre todos nosotros, ya que nadie había tenido contacto con él durante al menos dos semanas antes de que apareciera en mi casa. Sin embargo, ahora, con el paso del tiempo, sus palabras resonaban claramente en mi cabeza: 

"...valdrá la pena, se lo aseguro".

Estos días aquí me han permitido compartir momentos en familia, lo que me ha llevado a comprender mejor las palabras del señor Tremblay. La convivencia ha sido enriquecedora y reveladora.

Frederick, ha demostrado ser un hombre excepcional. Me ha ayudado en muchas tareas cotidianas, desde levantarme temprano para participar en la recolección y la caza, hasta acompañarme en visitas al gremio de leñadores para obtener troncos que Elena necesita para encender el horno. Su generosidad y disposición para ayudar han dejado una profunda impresión en mí.

"Debes embarnecerte, muchacho. Debes seguir el legado de tus ancestros, ¡BAJAJAJA, incluso si eres tan flacucho!" 

Suele hacer muchas bromas sobre lo poco enano que parezco, y después de cada una, me da un golpe fuerte en el hombro. No parece tener noción de su fuerza; seguro que ya tengo un moretón allí.

Junto a Sophie, la hermana de mi madre, descubrí que tenía mucha fuerza, aunque no sabía cómo usarla correctamente.

"Escúchame, Leslie. Unos cuantos meses junto a nosotros y esos músculos de innumerables generaciones saldrán de tu cuerpo para que los luzcas con orgullo".

Ambos eran el epítome de lo que un enano debía ser; no podría haber pedido mejores maestros para reconectarme con mis orígenes, aunque a veces fuera doloroso.

Pero a pesar de todo eso, disfrutaba pasar tiempo con ellos. Cada desafío y experiencia que me hacían enfrentar me enriquecía de alguna manera, a pesar de mi falta de actividad física.

"Van a matarlo si siguen tratándolo así".

Elena siempre estaba allí para supervisar que los esfuerzos excesivos que me hacían hacer ambos dos no fueran excesivos. Mi presencia parecía recordarle de alguna forma a mi fallecida madre, lo que parecía acercarla de alguna manera a su hermana. Compartía historias de su infancia con mi madre y a menudo me mostraba las figuras talladas que habían ayudado a crear en el taller de su padre.

Durante las tardes, me unía a Elena en lecciones de tallado mientras ella preparaba la cena. Me sentaba frente a una mesa, tallando con cuidado, y ella se acercaba regularmente para corregir mi técnica. A pesar de mi destreza inicial, comprendía que siempre había espacio para mejorar, especialmente cuando se trataba de detalles más finos, como el tallado de la ropa. Era bastante agradable el pasar el tiempo con ella, a diferencia de mi abuela.

Leslie Duk: El árbol de ManaWhere stories live. Discover now