Capítulo 50: Gretik

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—¿Cómo esta Hathor?—le pregunté, mientras miraba cómo tocaba algunos botones y la nave se ponía en marcha. Era similar a la de las otras veces, pero un poco más grande.

Horus me contó que las naves eran de todos, así que agarraba la que estaba disponible. Y que, por supuesto, no era lo mismo una nave que viajaba en el mismo mundo que otra que podía viajar entre galaxias.

Horus sonrió y me miró, contento.

—Esta de maravillas. Te manda saludos, por cierto. Espera poder verte pronto.

Sonreí. Hathor rápidamente se había convertido en una de mis personas favoritas. Era tan alegre siempre, tan buena y amigable, que era imposible no adorarla a la primera de cambio.

—Oye, creo que nunca te lo pregunté, pero ¿cuál es la habilidad de Hator?

Sonrió y tras apretar el último botón, se dio la vuelta y apoyó su cintura en la barra de comandos.

—¿Sabes que su nombre es el de una diosa egipcia?

Moví mi cabeza de costado.

—Creo que sí, pero no recuerdo la verdad—dije e hice una mueca.

—Es la diosa de la alegría, de la maternidad y del amor—respondió, sonriendo un poco más—. Hator tiene un par de habilidades. Siempre esta transmitiendo alegría. Su energía es más sutil que la de las demás personas. Pero a lo que realmente se dedica... Bueno, digamos que trabaja en el Reino de las Almas.

Abrí mucho mis ojos al escuchar que lo que había percibido era verdad. Hathor realmente tenía una alegría distinta. Pero en cuanto a lo último que dijo, el Reino de las Almas, estaba totalmente confundida. Solo lo había escuchado una vez, cuando Salix me lo dijo. Pero nunca más.

—¿Que hace qué?

Horus rio entre dientes.

—En el Reino de las Almas. Lo que hace es ayudar a la gente que dejó su cuerpo (ustedes lo llaman morir) a pasar a otro. Generalmente, se encarga de almas que están aquí, en mundos evolucionados. Pero siempre se escapa y termina ayudando a gente de la Tierra, también.

Mi mente era una cruza de muchos pensamientos. Jamás imaginé a Hator trabajando directo con almas, con gente muerta.

—¿En serio hace eso? ¿Y cómo? ¿Hay alguna puerta secreta que lleve directo a ese Reino?

Estaba un poco fascinada con esto, la verdad.

Horus volvió a reír.

—La puerta secreta esta dentro de ella. La verdad, es que todos tenemos la capacidad de ir hasta allí. Lo que pasa con Hator, es que ella accede en un microsegundo y tiene el don para guiar a esas almas y explicarles cómo ingresar en ese nuevo cuerpo—miró por la ventana y me hizo señas para que me acercara—. Algún día ella te lo explicará mejor, por ahora dejémoslo ahí. Bienvenida a Gretik, Zhelig.

Estaba asombrada, todavía pensando el Hathor, cuando mis ojos se posaron en un mundo que era completamente blanco.

Fruncí el ceño y me acerqué más a la ventana. A diferencia de Khracira, aquí era de día. Y todo era blanco. Las casas, que eran redondas, parecían esferas iglú y estaban rodeadas de extensiones enormes de lo que parecía ser nieve en el piso. Los árboles y toda la vegetación también estaban cubiertas de nieve.

El paisaje era precioso. Había montañas y todo tipo de árboles: terminados en pico, de color púrpura y celeste, redondos, bajos, altos, y con la nieve que tenían encima, parecía que habían sido espolvoreados con brillo, porque el sol se reflejaba en ellos. Era tan mágico y puro que no pude decir nada durante un rato.

HorusOù les histoires vivent. Découvrez maintenant