Capítulo 49: las habilidades fallaron...de una buena manera

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La voz suave de Jodeth volvió a inundarme:

―Tu mente va a tender a que desconfíes de ti misma cuando intentes hacer esto o que tus pensamientos se vuelvan muy fuertes de repente. Lo que tienes que hacer, es formar una bola con tus pensamientos y arrojarlos al fondo de tu mente.

Bien, estaba en lo cierto. Intenté hacer lo que me pedía, pero no pude. La bola que había formado no quería irse, y si lo hacía, volvía al centro de mi mente.

―No puedo...―murmuré frustrada luego de un rato.

―Es normal—me respondió, con voz extrañamente cálida—. Puedes probar con otra técnica, hay muchas. Trata de formar esa bola, pero en vez de enviarla hacia el fondo de tu mente, conviértela en luz y desármala; que la luz vaya cayendo, como este árbol que tenemos al lado, hasta volverse transparente y no quede más nada.

Volví a formar a bola y esta vez haciendo lo de la luz, funcionó. Ya no había nada negativo ni ruidoso en mi cabeza y por fin, estaba en paz.

― ¡Sí! ¡Lo hice! ―dije dando pequeñas palmaditas a causa de la emoción.

Sentí cómo la energía de Jodeth se estiraba hacia mí, básicamente diciéndome que guardara silencio. Unos segundos después, su mano entró en contacto con la mía y me sobresalté.

—Solo te estoy pasando energía, relájate—me explicó, al sentir que me tensaba un poco—. Ahora visualízate, Zhelig. A ti, en algún lugar que te guste mucho. Mira alrededor, ¿cómo es ese lugar? ¿Qué aroma tiene? ¿Qué ruidos hay? ¿Qué estas sintiendo?

Respiré hondo, y por alguna razón, el prado en donde había estado con Horus viendo a los khraciarianos danzar vino a mi mente. Me vi allí, sentada atrás del acantilado, mirando hacia las casas y los niños jugar, hacia el sol, a los árboles y las plantas...

De repente, el aire a mi alrededor pareció vibrar y ya no sentí más el contacto de Jodeth, ni el aroma de rosas mezclado con jazmín. Abrí mis ojos, y solté un grito cuando descubrí que, definitivamente, no estaba más en el Centro de Conexión.

—¡Oh, por dios!—exclamé, agitada, mirando todo con los ojos muy abiertos.

El acantilado estaba a menos de un metro de distancia mío. Las casas estaban igual que la vez pasada, pero esta vez no había muchos niños corriendo por las colinas de abajo. Estaba más tranquilo, y supuse que porque todavía no era la hora en la que los bailarines aparecían.

Miré alrededor, y el bosque apareció frente a mí. Traté de no entrar en pánico... Pero estaba muerta de miedo. De repente, un montón de dudas comenzaron a invadir mi mente. ¿Y qué pasaría si viene un khraciariano y no me podía comunicar porque no entendía mi idioma? ¿Y si me veían como un bicho raro y llamaban a alguien para que me encierre por ingresar ilegalmente a su planeta? Dhimot no me había cambiado de aspecto esta vez, por lo que mi pelo era rubio, no blanco.

Estaba perdida en otro planeta. ¿Cómo es que podía tener tanta mala suerte? ¿Cómo...?

—Hey.

Di la vuelta, asustada, y tropecé con una roca. Antes de tocar el piso, Horus me sostuvo de un brazo.

—¡Horus!—exclamé, contenta.

No solo me venía a rescatar, sino que había evitado estrellarme contra el piso.

Me levantó suavemente, con una sonrisa en los labios. Vestía el traje espacial de color gris y tuve muchas ganas de decirle lo guapo que estaba. Pero no sabía si era lo correcto. Luego de besarnos, actuamos como si nada. Solo habían pasado dos noches, pero...

—Aquí estas—dijo, contento—. Recién llegué al Centro para saludarte y vi que Jodeth se estaba riendo sentada al lado de un árbol. Cuando me contó lo que pasó, le pregunté si podía venir yo a rescatarte.

HorusWhere stories live. Discover now