Cuidamos los unos de los otros

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TK se pasó horas soñando. Sólo había visto a los gemelos en los vídeos que Carlos le había enseñado, pero tanto Luna como Daniel formaban parte de sus sueños y a veces de sus pesadillas.

Ya sabía que Daniel era un poco más pequeño que su hermana y sabía lo que le había pasado en la cadera y en la pierna. Eso había dejado a TK con la sensación de que de alguna manera era culpa suya y en sus pesadillas intentaba averiguar en qué había fallado, qué había hecho mal, cuándo se había esforzado tanto que había obligado a su hijo a moverse y hacerse daño.

También soñaba con el futuro e imaginaba su vida con los gemelos y Carlos. No era fácil, pero veía a todos felices. No era fácil poner en orden las vidas de un policía y un paramédico cuando llegaba la hora de volver al trabajo con recién nacidos de por medio.

Soñaba con los momentos en que uno de ellos volvía corriendo a casa de Andrea con los gemelos. Sabía que su suegra iba a ser la mejor abuela. Su propio padre también lo era, pero para él tampoco sería fácil ser abuelo y capitán de su equipo. Le había divertido verle correr de un lado para otro intentando compaginar los dos trabajos y al mismo tiempo ser su padre lo mejor que podía.

Soñaba con las sonrisas de sus hijos, los ojos verdes de Luna y los oscuros de Daniel. Los dos iban a tener el pelo rizado de Carlos y se los imaginaba con sus sonrisas. Eran perfectos... aunque a veces aparecían pesadillas sobre la posible cojera de Daniel, sobre cómo se retrasaría en el colegio o cómo algunos de sus futuros compañeros se reirían de él.

Pero ninguna pesadilla podía competir con la sensación de que su familia siempre estaría protegida por la presencia de su madre allí, a su alrededor, un cálido manto que alejaba todas las grandes dificultades que el destino quisiera depararles. Ese conocimiento siempre, sin importar el miedo, le hacía sentirse bien y seguro de que los niños tenían un ángel protector velando por ellos.

Se despertó con esa sensación y también con la de que ya no estaba en la sala de la UCI. El olor era diferente, también los sonidos a su alrededor, inexistentes en la UCI y ahora oía sonidos en el pasillo.

Aunque seguía somnoliento, abrió los ojos y miró a su alrededor. Sin duda era una habitación diferente. Se parecía mucho a todas las demás habitaciones de hospital en las que había estado ingresado, sólo que ésta estaba pintada en tonos más cálidos y era más grande o estaba distribuida de forma diferente.

Junto a la ventana había un sillón, en el que Carlos dormía en una posición que debía de ser especialmente incómoda. Estaba acurrucado, abrazado a las piernas, con la cabeza torcida. Iba a tener un fuerte dolor de cuello y espalda cuando se despertara.

Sonrió y alargó la mano para intentar alcanzarlo, pero le habían puesto una vía en la mano y un par de cables más conectados a las máquinas que lo rodeaban.

Una parte de él había esperado que salir de la UCI significara también desconectarse de tantos cables, pero al parecer no tuvo tanta suerte.

Siguió mirando la habitación y vio la cuna al otro lado de la cama. Parecía una pequeña nave espacial, completamente cerrada y transparente, así que no le costó nada ver el cuerpecito de Luna allí dentro, toda ella tan pequeñita. Unos bracitos diminutos extendidos por encima de su cabeza y unas piernecitas que él imaginaba, porque no podía verlas, cubiertas por una sábana blanca. Su cabecita estaba cubierta por una fina capa de pelo claro y tenía los ojos cerrados y la boca abierta, con una pequeña y fina cánula bajo la nariz.

TK sonrió, incapaz de apartar los ojos de la niña. La había imaginado tantas veces, había soñado con ella desde mucho antes de que los gemelos vinieran al mundo, pero nunca había pensado que pudiera ser una criatura tan hermosa.

La otra cuna no estaba allí, pero conociendo los problemas de Daniel, imaginó que seguía en la zona de incubadoras ganando peso y protegida por la malla que sujetaba sus caderas y piernas para que pudiera fortalecerse.

Cómo deseaba que ambos estuvieran allí con ellos.

Luchó por incorporarse y ver mejor a Luna, pero su cuerpo protestó y le hizo tumbarse en la cama. Dejó escapar un gemido por el dolor en el vientre, debido a la cesárea, pero también un gemido de incomodidad por no poder estar más cerca de su hija.

Carlos se despertó al oírlo; desde que habían nacido los gemelos, tenía un sueño excesivamente ligero, cualquier cosa le despertaba, todo era una emergencia y todo le daba la sensación de que TK o los niños le necesitaban.

Se incorporó de golpe, una muy mala idea para la mala posición en la que se había quedado dormido. Protestó y se quedó tumbado un momento, con la mano en el cuello dolorido.

Luego se volvió hacia la cama y, al ver que TK estaba despierto, saltó de la silla y se sentó a su lado.

"¿Por qué no me has despertado?".

"¿Por qué iba a despertarte? Parece que no hayas pegado ojo en días". TK acarició la mejilla de su novio y se dio cuenta de que tenía frío. "¿Estás descansando?"

"Hago lo que puedo, pero...".

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