22: Beso en la mejilla.

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—¿Estás muerto? —Preguntó Chuya, pateando suavemente con la punta del pie el cuerpo de Dazai en el suelo. Estaba seguro de que había detenido la bala a tiempo, pero siempre había lugar para la esperanza—. Por favor, no me ilusiones.

—La última vez que me dijiste eso teníamos 15 años —Sonrió Dazai cautelosamente, cuidando que las cámaras de Mersault no captaran sus gestos. Estaba convencido de que habían dejado pasar el suficiente tiempo para que Fyodor hubiera abandonado la sala con las cámaras de seguridad, pero nunca estaba de más ser precavido—. En ese entonces también esperabas que estuviera muerto.

—Eso habla de que sigues con la misma personalidad de mierda —Respondió Chuya, agachándose para quedar a una altura más cercana a la de Dazai, que lentamente y con mucho esfuerzo se incorporaba para quedar sentado con la espalda apoyada contra la pared— ¿Estás bien?

—Estaría mejor si no me hubieras disparado en el hombro —Trató de reírse, aunque las heridas le dolían demasiado como para intentarlo siquiera. En realidad, no ocurrió ningún disparo, simplemente fue el golpe del impacto pero que se sintió lo suficientemente doloroso como para que su quejido fuera auténtico. Habían llevado a cabo ese truco infinitas veces, pero entre que los años no habían pasado en vano y que ahora se enfrentaban a un rival formidable, era como si le hubiera pasado un camión encima.

—No encontré mejor manera de callarte —Rodó los ojos Chuya, acercándose a Dazai y ayudándolo a levantar los brazos, dispuesto a retirarle la camisa y poder curarle las heridas, al menos las que necesitaran atención inmediata. Ya podría acudir con la famosa doctora de la Agencia de Detectives una vez estuvieran de vuelta en Yokohama.

—¿Después de todos estos años te sigue avergonzando que te confiese mi amor? —Sonrió Dazai, de manera juguetona, haciendo referencia a su discurso de hacía unos momentos. Chuya le dedicó una mirada de advertencia, que sabía que le decía que si no cerraba la boca lo dejaría ahí para desangrarse hasta morir, aunque, conociendo su suerte, probablemente encontraría una manera para mantenerse vivo.

—Puede que te duela, pero tengo que detener el sangrado —Explicó el pelirrojo, ignorando el comentario de su pareja. Tenía que caber la razón en uno de los dos, y al menos él estaba bastante consciente de que en esos momentos el tiempo era algo que no les sobraba. Ya podría reclamarle durante el camino de vuelta a casa.

Contrario a lo que siempre decía, a Chuya no le gustaba ver sufrir a Dazai. Siempre que el más alto terminaba lastimado en alguna de sus misiones -lo cual, para su desgracia, ocurría a menudo- probablemente lo pasaba tan mal como él, y tenía toda la lógica del mundo: a nadie le gustaría ver mal a la otra mitad de su alma, especialmente si estaban tan compenetrados como ellos. Así que trató de terminar lo más pronto posible con la limpieza de los golpes y colocando las vendas donde fuera necesario, de manera que aguantara lo suficiente a que un médico de verdad lo atendiera.

Mientras llevaba a cabo sus curaciones y ponía en práctica lo que había aprendido al vendar constantemente a su pareja, hacía caso omiso de la mano que se había colocado en su cadera y apretaba ligeramente cada vez que el dolor se hacía más prominente, como si temiera lastimarlo cuando quien había recibido dos impactos de bala había sido el otro. Además, mentiría si dijera que no estaba disfrutando del contacto, aunque el castaño a su lado no dejara de quejarse.

—Terminé —Dijo Chuya después de un par de minutos, aunque no se movió de su posición. Sabía que tenían una misión por cumplir, pero estaba terriblemente enamorado y no podía evitar querer consentir a su pareja, incluso en una situación como esa. Después de todo, nunca habían tenido una relación normal—. Llorón.

—¿No merezco un premio por aguantar tan bien? -Preguntó Dazai, haciendo que Chuya se aguantara las ganas de reír, aunque a este punto ambos sabían que nadie los estaba vigilando. Si bien el comentario le había producido gracia, sentía que en parte tenía razón. Su compañero lo había hecho muy bien por un largo rato, y probablemente se sentía débil después de pasar por tanto en tan poco tiempo. Además, le había hecho prometer que nunca lo abandonaría de nuevo, y se había esforzado por mantener dicha promesa.

—Me alegra que estés bien —Susurró Chuya con sinceridad, acariciando el rostro ajeno con una de sus manos y depositando un beso en su mejilla, sintiendo cómo el agarre en su cadera apretaba con más fuerza, en una especie de abrazo. A pesar de que el beso sólo duró un par de segundos, y era un sentimiento que rara vez experimentaba, Dazai de repente supo lo afortunado que era por tener a alguien que haría todo por él.

El castaño hizo una mueca cuando Chuya se separó y se levantó,extendiéndole una mano para ayudarlo a levantarse. Cuando tomó su mano y unasonrisa se apareció en los labios de Chuya, Dazai lo maldijo en su interior. Estabacompletamente enamorado y cada expresión que hacía su pareja aumentaba susganas de mandar al carajo la misión y poder quedarse a su lado todo el tiempodel mundo, aunque esa cantidad probablemente se quedara corta para demostrarlecuánto lo amaba.

Kisses. (Soukoku)Where stories live. Discover now