20: Beso negado.

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—¿Qué demonios quieres? —Preguntó Chuya cuando vio quién lo esperaba al otro lado de la puerta. Dazai sintió la piel debajo de las vendas erizarse ante el tono de voz que había utilizado. No quedaba rescoldo alguno de la dulzura con la que alguna vez lo había tratado, simplemente había odio y del peor tipo: aquel que nace de la decepción que solo te puede provocar la persona por la que le darías tu vida entera.

—Hablar —Respondió. Los ojos azules frente a él lo miraron con incredulidad, y la hostilidad en ellos creció. A pesar de eso, Dazai seguía pensando que tenían el color más hermoso que había visto. Los había extrañado con cada parte de su alma, pasando los últimos dos años de su vida recordándolos para que su color jamás desapareciera de su memoria. Era de las pocas cosas de la mafia que se negaba a dejar ir.

—¿No crees que es algo tarde para eso? —Dazai hizo una mueca al ver que Chuya estaba cruzando los brazos, rechazándolo con cada fibra de su ser. Sabía que ese recibimiento era lo mínimo que merecía después de desaparecer y no dar señales de vida los últimos dos años, pero dentro de sí todavía guardaba la esperanza de que Chuya lo entendiera como siempre hacía—. Lárgate.

—Chuya —El pelirrojo sintió su piel erizarse al escuchar su nombre en la voz ajena después de tanto tiempo. A diferencia de cuando eran jóvenes, esta vez el tono de voz no mostraba ni una pizca del tono juguetón con el que solía molestarlo. Apretó con más fuerza sus brazos, llenando su cuerpo con toda la fuerza de voluntad que era capaz de recoger en ese momento para no ceder a las súplicas del hombre frente a él.

—No tengo nada que hablar contigo —Respondió, dando un paso hacia adelante para poder empujar al castaño y alejarlo lo suficiente para que dejara de bloquear el camino de la puerta. Había pasado dos años sin saber nada de él y aunque el dolor llegó a ser terrible, pudo sobrevivir. ¿Por qué ahora debía ser diferente?

—No es así. Tenemos mucho que hablar —Insistió Dazai, bloqueando con su cuerpo el camino de la puerta. Chuya finalmente se dignó a mirar los ojos castaños frente a él, quedándose absorto en la atmósfera solo un par de segundos pero que en su mente se sintieron como horas. Las vendas de su rostro habían desaparecido, pero las ojeras y el pálido color preocupante de su piel se mantenían. Además, ¿Era su imaginación o había crecido unos centímetros más? De repente sintió ganas de vomitar. Esos pequeños cambios le recordaban el paso del tiempo y le hacían sentir que ya no conocía al que juró su alma gemela.

—Esa es tu opinión —Chuya empujó a Dazai para sacarlo del camino. En cuanto vio la expresión de dolor en el rostro del más alto se dio cuenta que no había medido su fuerza, pero no le importó. Al bastardo frente a él tampoco le preocupó romper su corazón cuando lo abandonó sin ninguna explicación hacía dos años.

—Chuya —Volvió a llamarlo Dazai, tomándolo de la muñeca para retenerlo antes de que le cerrara la puerta en la cara—. Por favor.

—Dolió cuando te fuiste. Pero empiezo a estar mejor —Habló Chuya de repente, viendo el dolor reflejado momentáneamente en el rostro de Dazai. Se trató de convencer a sí mismo de que no le importaba; después de todo, tampoco estaba mintiendo del todo— ¿Por qué tienes que aparecer cuando dejo de estar en la mierda?

—No quería dejarte —Respondió Dazai, y la risa que soltó Chuya fue genuina, incluso con toda la amargura que contenía—. No te dije nada para mantenerte a salvo.

—Tal vez sea verdad —Cedió el pelirrojo, jalando su brazo para soltarse del agarre en su muñeca. Acarició con suavidad el lugar donde lo habían tomado, aunque no había aplicado nada de fuerza. Más que querer aliviar el dolor, era un intento por limpiar de su piel el contacto de Dazai, como si esa acción pudiera hacer que desapareciera y todo fuera un mal sueño—. Pero eso no borra el hecho de que me abandonaste.

—Perdón —Dazai pudo sentir el desdén en la mirada que le dirigió después de pronunciar esa única palabra. No lo culpaba: en los cinco años que llevaban de conocerse nunca había dado una disculpa sincera.

—¿Al menos te arrepientes? —Preguntó Chuya mientras sacaba un cigarro de su abrigo y acercaba el encendedor a la punta, esperando que la nicotina mitigara el estrés en su cuerpo. Después de varios segundos en silencio se dignó a mirar al otro, y sintió como una puñalada la determinación que encontró en sus ojos. Lentamente soltó el humo de sus pulmones, dándose cuenta de que incluso la sustancia era incapaz de tranquilizarlo en ese momento—. Ya veo.

Se quedaron en silencio un par de minutos, mientras el más bajo acababa con el cigarro entre sus labios a una velocidad impresionante. Ninguno sabía qué decir, y lo único que deseaba era terminar con todo esto. Al final resultaría que los caminos del mejor dúo de todo Yokohama terminarían separados, aunque había sido lo suficientemente iluso para creer alguna vez que el único lugar al que siempre pertenecería y podría volver sin importar qué sería a los brazos de Dazai.

—Lamento la muerte de tu amigo —Finalmente soltó Chuya, tirando el cigarro al suelo y apagando la pequeña flama que quedaba en él con la suela de su zapato. Dazai le dedicó una sonrisa triste, pero que denotaba agradecimiento. Sabía que lo estaba diciendo en serio—. Que seas feliz.

—Sabes mejor que nadie que probablemente nunca logre ser feliz —Respondió, aun con la sonrisa triste asomándose en sus labios. Chuya se encogió de hombros. Nunca había sido capaz de lidiar con la tristeza de su compañero, ¿Por qué las cosas serían diferentes ahora, después de pasar dos años sin verlo? El más alto se acercó un poco más, recargándose en el marco de la puerta de entrada del lujoso departamento—. Pero sé que si te tengo en mi vida las cosas son soportables.

Chuya se mordió el labio con fuerza. No quería darle el gusto al idiota frente a él de verlo llorar. Dazai se agachó, acortando la distancia entre ellos con la intención de besarlo; sin embargo, Chuya no se lo permitió. Fue una pequeña desviación de su rostro acompañado de un simple toque, apenas apoyando los puños apretados con fuerza en el pecho de Dazai, pero el castaño respetó dicha señal y no culminó el contacto entre sus labios.

En su lugar, envolvió a Chuya en un dulce abrazo, tan gentil que sus manos apenas rozaban su cadera y espalda, envolviéndolo en lo que se había vuelto su grande cuerpo. Hacía un tiempo, en un extraño momento de sinceridad por parte del castaño, le había confesado que amaba colocar su rostro en el hueco que se formaba entre su cuello y su hombro, haciéndolo sentir a salvo. Chuya no sabía si esas palabras seguían siendo verdad, pero cuando se encontró a sí mismo llorando silenciosamente contra el pecho contrario mientras unas manos más grandes que las suyas lo envolvían con delicadeza, entendió lo que quiso decir entonces.

No importa lo que pasara, cuánto daño le hiciera y cuánto se esforzara por odiarlo, al final su hogar siempre terminaría siendo una persona. Sabía que Osamu Dazai era alguien terrible, pero también sabía que a su lado era el único lugar en donde se sentiría a salvo.

—Eres horrible. Merezco alguien mejor que tú —Lloró Chuya, sintiendocomo una barbilla se recargaba sobre su cabeza, haciendo más íntimo el abrazo.Dazai estaba completamente de acuerdo con esas palabras—. Pero, por favor, nome vuelvas a abandonar.

Kisses. (Soukoku)Where stories live. Discover now