16: Beso en la mano.

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En cuanto sintió el más ligero movimiento debajo de él, Dazai despertó y se levantó de la silla, dirigiéndose a la puerta y caminando casualmente como si acabara de entrar y no llevara días durmiendo sentado. Ya había perdido la cuenta de las veces que había hecho esa ridícula actuación, pero no planeaba detenerse. Alguna vez tendría que funcionar, y se consideraba a sí mismo un necio.

Sin embargo, esta vez fue diferente, y se alegró de llevar a cabo su acto. Después de moverse un poco en la cama, de manera apenas perceptible, Chuya abrió lentamente los ojos. Le dolía todo el cuerpo, pero en cuanto vio al castaño frente a él sintió que la migraña empeoraba y opacaba a todo lo demás.

—¿Por fin dejarás de saltarte el trabajo? —Preguntó Dazai, sonriendo ampliamente al ver la mirada de desprecio que recibió como respuesta. A pesar de sus palabras, el tono de emoción en su voz era genuino.

Hacía casi dos semanas, la misión de la que estaban a cargo había empeorado de repente. Dazai rápidamente comenzó a trazar un nuevo plan para afrontar las nuevas dificultades, pero no contaba con que el idiota de su compañero se adelantaría a la batalla sin él. Chuya era inteligente, pero su impulsividad era peligrosa, especialmente para sí mismo. Se había emocionado tanto encargándose de los tipos malos que en algún momento perdió el control de su habilidad, activando su forma corrupta. El médico le había dicho a Dazai que llegó justo a tiempo, pero él no lo creía. Chuya había terminado peor de lo usual, y todo porque fue incapaz de reaccionar a tiempo para procesar lo que su compañero estaba haciendo y poder detener su autodestrucción.

—Si bien he sido feliz las casi dos semanas en las que no he escuchado tu voz, estoy harto de no tener a quien darle el trabajo que no quiero hacer. El cual es todo —Se quejó Dazai, sentándose dramáticamente en la silla a un lado de la cama en la que había dormido los últimos días. Sólo la última parte era verdad, pero no se sentía con ganas de que se enteraran que había estado cuidando al chico inconsciente como si la vida le dependiera de ello. Hasta había planeado diferentes escenarios para actuar cuando Chuya despertara, con tal de que no supiera de sus jornadas silenciosas a su lado, decantándose finalmente por la que había llevado a cabo.

A pesar de eso, era en momentos como este donde deseaba tener un corazón normal y poder decirle a su compañero que había estado muerto de preocupación y aprovechaba cada momento libre que tenía para ir a visitarlo, aunque estuviera inconsciente. Por desgracia, no sabía cómo comportarse y terminaba haciendo bromas ridículas para disfrazar sus verdaderos sentimientos, en un intento inconsciente por protegerse. Pero no hacía falta que dijera lo que sentía, al menos no para el chico a su lado. Dazai podía llegar a ser bastante tonto en algunas cosas, y hacía un rato que Chuya se había dado cuenta del "completo manual del suicidio" colocado en la mesita a lado de su cama, libro que claramente él no había traído y que cierta persona que había aparecido casualmente frente a él en cuanto despertó disfrutaba leer.

Chuya no podía hablar, pero no hizo falta. Dazai entendió perfectamente el "vete a la mierda" que su mirada expresaba, pero que no fue suficiente para que dejara de sonreír como el idiota que era. Porque lo único que podía explicar la alegría que pasaba por su cuerpo al ver que Chuya había despertado era aceptar que era un idiota, al que lo estaban consumiendo sentimientos que jamás creyó que podrían recorrer su cuerpo.

Dazai apoyó su cabeza en la cama, recostándose entre sus brazos, mirando el rostro de Chuya en silencio. Se le revolvía el estómago viendo el ceño fruncido que le devolvía la mirada, y deseaba que esa sensación fueran náuseas producto del asco que le provocaba el otro chico. Pero Dazai sabía que no era así.

Tomó la mano de Chuya con la suya, acariciándola suavemente, apenas rozando sus dedos. La sensación en su estómago empeoró cuando vio los ojos azules suavizarse con ese toque, dándole esperanzas de que sus sentimientos eran recíprocos. A pesar de eso, estaba aliviado de que Chuya no pudiera hablar y apenas fuera capaz de moverse. Ese contacto era algo que anhelaba, pero no sabía si estaba listo para la respuesta del otro, cualquiera que esta fuera. Ansiaba más y, sin embargo, también estaba feliz con esa relación ambigua que tenían, como si se negara a sí mismo la posibilidad de ser feliz.

Dazai se incorporó lentamente, sin soltar la mano más pequeña. Bajó la mirada y se quedó varios minutos en silencio, con una expresión sombría en la cara. Se sentía frustrado por haber permitido que Chuya llegara a ese estado, y había pasado días en silencio pensando en cómo podía ser mejor para evitar incidentes que hirieran innecesariamente a su compañero. El castaño sintió un ligero apretón en su mano, apenas perceptible. Levantó la mirada, observando los calmados ojos azules frente a él, como si le aseguraran que todo estaba bien. Dazai sólo se sintió peor. ¿Ahora el chico que había estado a punto de morir trataba de consolarlo? Realmente se odiaba a sí mismo.

—Idiota —Fue lo único que atinó a decir, levantando cuidadosamente la mano que sostenía y depositando un suave beso en ella, incapaz de contenerse. Odiaba ser un adolescente y tener ese maldito impulso de hacer cosas ridículas—. No olvides que yo soy el cerebro del equipo.

Chuya soltó un leve bufido, suficiente para arrancar una pequeña risa por parte de Dazai, que dejó otro beso en la mano contraria, con una sonrisa. De verdad era un idiota.

Kisses. (Soukoku)Where stories live. Discover now