15. Nuevos vecinos

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Qué rápido se había olvidado de su mami.

—¿Y esto qué es? ¿Eso para qué sirve? ¿Y esto?

Me senté en el borde de la cama mientras observaba como el niño recorría mi cuarto.

"¿Qué hago ahora contigo?" pensé.

Después de varias vueltas se subió a mi cama con un poco de esfuerzo y se sentó a mi lado meneando sus piernecitas que no llegaban al suelo.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó.

Qué bien, ahora tenía que socializar con un niño.

—Evie, ¿y tú? —respondí sin ganas.

—Yo me llamo Marc y tengo seis años, ¿cuántos tienes tú?

—Veinte.

—¡¿Veinte?! Qué vieja.

"Vieja tu abuela."

Me levanté de la cama y fui a la cocina para ofrecerle a Marc algo de comer y beber, él dió un salto desde la cama para seguirme.

—¿Sabes que una vez salté desde una ventana?

—Aaahh, que bie- ¡¿qué?!

El niño empezó a contarme datos aleatorios mientras yo preparaba un poco de leche con unas galletas.

Se lo coloqué en la mesita de mi habitación y me senté en el suelo, él me imitó, agarró una galleta y la sumergió en el vaso de leche.

—Cuando te termines eso te devuelvo a tu madre —le avisé.

—¡¡NO!! —se negó él.

—¡¿No?! ¿Cómo que no?

—Estoy enfadado con mi mamá.

—Pero si hace un rato has dicho qu-

—¡QUÉ NOOOOO!

No parecía que fuera a cambiar de opinión tan fácil, agotada recliné la cabeza sobre la mesa.

"¿Por qué me tienes que hacer esto a mí, universo? ¡¿Por qué?!"

—¿Te has muerto? —me preguntó el menor tirándome del pelo para ver si reaccionaba.

"Ojalá."

Levanté la cabeza y me apoyé sobre mi mano observando a Marc, él comía alegremente las galletas de chocolate.

De repente sonó el timbre, Marc miró a la puerta inquieto, yo me levanté y me acerqué.

Al abrirla me encontré cara a cara con Theo, él me sonrió esperando que yo le sonriera también, en cambió le mostré una expresión de enfado.

—¡¿Pero dónde te habías metido?! Te vas así, sin decir nada, ¡podrías haber avisado, me tenías preocupada!

—Tranquila que pareces mi madre.

Entonces, un poco avergonzado me tendió una bolsa, la cual yo cogí confundida.

—Es que... he visto que en la comida has estado un poco incómoda... —empezó a hablar nervioso. —Seguro te molestó lo que ocurrió en la cocina, así que te he comprado comida para pedirte perdón...

Se rascó la nuca como gesto de timidez, yo observé el interior de la bolsa, estaba llena de chocolates, snacks, fritos y dulces. Automáticamente esbocé una sonrisa llena de gratitud y felicidad.

—No estaba incómoda, solo me dió vergüenza —le expliqué avergonzada sin poder mirarle directamente a los ojos recordando el evento de la cocina.

Gracias estúpido universoWhere stories live. Discover now