15. Nuevos vecinos

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Caminé apresurada hasta el parque en busca de Theo, como era viernes por la tarde, el lugar estaba repleto de niños, familias, grupos de jóvenes y personas ancianas.

Al haber llovido por la mañana el olor a tierra mojada invadía el espacio. El sol provocaba que los colores de las plantas fueran brillantes y creaba pequeños destellos al chocar la luz con las gotas de rocío.

Observé atenta con la mirada todos los rincones, no le vi, estuve un rato dando vueltas pero nada, él no estaba allí.

Decidí regresar a casa, en algún momento volvería.

—¡Florecilla! ¿Le has encontrado? -me preguntó la señora Rosario que acababa de salir de la floristería.

Yo negué con la cabeza.

—Que raro... ¿dónde se habrá metido? Bueno, cuando vuelva le digo que se pase por tu casa para que te quedes tranquila.

Con una sonrisa le di las gracias y entré al portal. Ya en mi casa me tumbé sobre la cama, ¿dónde podía estar ese chico?

Sin darme cuenta me quedé dormida hasta que el timbre me despertó.

"¿Theo?"

Andando como un zombie me acerqué a la puerta, una mujer de unos treinta años con gafas redondas apareció tras abrirla.

—¡Hola! Me llamo Gemma, acabo de mudarme justo al piso de abajo -se presentó. —Verás, quería pedirte un favor...

La mujer se hizo a un lado, detrás de ella se asomó un niño de unos seis o siete años.

—La mudanza me tiene muy ocupada, ¿podrías quedarte con mi hijo un rato mientras yo termino de organizar todo?

"¿Mudanza? ¿Hijo?"

Con un leve empujón me acercó a su hijo, quién no parecía estar muy de acuerdo con su madre.

—Yo-

—¡Estupendo! ¡Muchísimas gracias! ¡Te lo pagaré! —exclamó bajando por las escaleras.

No me había dejado hablar siquiera.

Me quedé quieta sin saber qué hacer, tratar con niños no era algo que se me diera muy bien, incluso antes de la noticia del bebé de mi madre.

Además, acabábamos de conocernos pero tenía la sensación de que ya me odiaba.

—Okay... ¿y qué tal estás? —le pregunté lo más amable posible.

—Qué te importa, fea.

"¡¿FEA?!"

—¡¿Cómo que fea, pequeño incordio?!

Él cruzó los brazos y me dedicó una mirada asesina, yo decidí ignorar su comentario y procedí a cerrarle la puerta, pero antes de conseguirlo comenzó a llorar.

Yo entré en pánico, en mi defensa diré que no sé qué hacer cuando alguien llora.

—A- a ver, ¿qué te pasa?

—¡Quiero irme con mi mami! —comentó sollozando.

Yo me rasqué la nuca indecisa sin tener ni idea de cómo calmarle.

"Universo, ¿qué tipo de prueba es esta?"

—¿Quieres comer algo? —le pregunté entonces.

Él pareció recibir de buena manera esa propuesta, dejó de llorar y caminó lentamente dentro de mi casa asintiendo.

"La comida nunca falla."

Una vez entró en mi casa comenzó a investigar todas las habitaciones haciendo incontables preguntas.

Gracias estúpido universoWhere stories live. Discover now