La daga es una obra maestra, una exquisita pieza de arte en sí misma. Su hoja dorada brilla con intensidad como si estuviera imbuida de la esencia misma del sol. Una profusión de diamantes y esmeraldas adorna su empuñadura, parpadeando con un fulgor hipnotizante a medida que los reflejos de las gemas juegan con la luz.

A pesar de su opulencia, la daga es increíblemente ligera en las manos de su destinataria la cual la toma como si supiera exactamente qué puede hacer con ella, la mira girándola, detallando desde la curvatura elegante de la hoja hasta la ornamentación de las gemas volviendose una compañera perfecta para quien está destinada a portarla.

—¿Le gusta?

—Si papi. —confiesa y todos la miran al escucharla, Narel se da cuenta y se lleva la mano a la boca.

—Descuide se alteza que nadie aquí hablara. —le confieso tomando su mano acercándome a la primera rata.

—¡Amo piedad! —suelta entre balbuceos.

—Callate. —le dice mi hija mirándola mal. —Haces que me duelan mis oídos. —le suelta haciendo que la sumisa comience a temblar.

—Aún estás muy pequeña para cortar la carne humana, pero aquí, —tomo su mano con la daga colocándola en uno de los ojos de la sumisa quien es sometida por los esclavos para que no sé mueva. —Puedes enterrarla sin lastimarte. —le muestro encajando la daga en el ojo de la sumisa quien grita presa del dolor pero Narel no sé inmuta, abre su boquita sorprendida moviendo la daga en círculos jalándola de tirón arrancando el ojo.

—Nina —llama a su jaguar, toma el ojo mirándolo como si fuera una joya preciosa y se lo arroja —Essen. —le ordena en alemán y la jaguar comienza a masticar el ojo.

(Essen — Come)

—Ahora yo sola. —me dice y asiento. —No te muevas que un solo ojo no es suficiente para llenar a Nina. —le ordena con su voz infantil, la miro y despues me concentro en los esclavos dándome cuenta de que a pesar de su edad y su tamaño logra infundir un miedo atroz.

—Mira papi asi, no dañas tanto el ojo —me muestra y no puedo evitar una carcajada cuando la miro introducir la daga lentamente, causando más dolor en la rata que sigue llorando, se le nota el hueco de lo otro ojo pero mi hija no sé intimida, al contrario, disfruta de esto.

Me yergo cuando un escalofrío me recorre, dándome cuenta de que su madre parió una bestia mil veces peor que yo, una combinación de mi sadismo con la fatalidad de su madre, un ser completamente extraordinario, la veo sacar de nuevo el ojo, esta vez con algunos nervios, lo toma y se lo lanza a la cachorra quien lo devora en segundos.

—La lengua. —le pide al esclavo que no puede ni mirarla, asiente tomando la pinza sacando la lengua de la rata, Narel coloca la daga y ejerciendo más fuerza la arranca, arrogándosela al jaguar. —Eso te pasa por tocar lo que no te pertenece, papi es de mami y mío. —sigue y sin yo verlo venir le clava la daga en cuello, la sangre le salpica el rostro me acerco inclinándome para ver que su mano esté bien, pero lo está, está en perfectas condiciones.

La miro y esta se pone a reír, llenándome por completo el alma, su risa es angelical, una risa que contagia y hace que todos se rian con ella.

—Me gusta. —dice y asiento, yo maté hasta los 23 porque a diferencia de ella, tuve quien me controlara, pero yo no pienso hacer lo mismo con ella, quiero que sea fuerte, imparable, que teman y veneren el piso por el que camine, que nadie sea capaz de lastimármela, que sea igual de letal que su madre.

Me siento dejando que haga lo mismo con las otras dos con quienes practica perfeccionando sus movimientos logrando esta vez más precisión.

—Saquen los pulmones y los corazones para llevárselos a As. —dicta y los esclavos asienten, se acercan partiendo el cuerpo de las sumisas, me acerco a ella inclinándome a que sienta los órganos aún calientes.

AnheloWhere stories live. Discover now