Capítulo 33: Feliz cumpleaños, Alec

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Alec

Había muy pocas cosas que me recordaban que seguía estando vivo.

Suponía que por eso, me gustaba darle vida a los objetos inanimados con mis manos.

Constantemente, empujaba toda clase de emociones humanas al fondo de mi mente, dejando como principal motivación para cometer todas mis acciones, moralmente cuestionables, mi propio egoísmo. El principal motor que me mantenía con los pies firmes en la tierra.

Tal vez, por eso había desarrollado aquella escalofriante fijación por Brianna.

Bri tenía una característica que la hacía destacar de entre todas las personas en San Jorge y de la que no era consciente. En un lugar abandonado por la voluntad de Dios, como lo era aquel, está aún conservaba retazos intactos de su alma, y las cosas sucias y contaminadas siempre se sentían atraídas por la virtud y pureza de otros, tal como las polillas a la luz.

Yo no era la excepción.

—Porque, justo ahora, mi pequeña novia va a darme mi regalo de cumpleaños, ¿no es cierto, zorrita? —Mierda, tal vez era mi falta de sentido común hablando por mí en ese momento o el efecto post persecución que estaba corriendo en mi torrente sanguíneo.

Los ojos de Brianna capturaron los míos, esperé encontrar algo de miedo o recelo en ellos, pero para mi extrañeza no hubo ninguna pizca, solo un brillo ardiente que me calentó la piel. Pensé en su expresión de pánico, meses atrás, cuando nos habíamos visto en una situación parecida. Me quería decir a mí mismo que no la deseaba tanto, pero estaba tan jodido que entre más me negaba a aceptar mi realidad, mi obsesión solo crecía a niveles catastróficos.

Muchas veces intenté colocar distancia entre nosotros, evadiendo por completo su presencia, pero de nuevo, nada funcionó.

—Eres un pervertido. —Hubo una mirada tortuosa en sus ojos marrones. Su dulce voz cortándome la respiración—. Pensé que habías tenido suficiente ya.

—Y sin embargo aún estás aquí —le indiqué con suficiente seguridad—. ¿No crees que aún tengo mucho que enseñarte?

Algo me decía que le gustaba la persecución, por eso había corrido. No era porque me tenía miedo. Era porque en realidad lo interpretaba como un juego previo y para eso yo era un excelente cazador y ella una perfecta presa.

Mis pasos se dirigieron seguros a donde estaba esta, haciéndola retroceder cada vez más, hasta que sus piernas chocaron contra una de las mesas vacías del estudio, acorralándola a mi merced. Nunca le quité atención de encima, por el contrario, mis ojos nunca dejaron los suyos. Ni siquiera me di cuenta cuando mi cadera se apoyó en la suya, encontrándose y creando una fricción dolorosamente pecaminosa; haciéndome consciente de su cuerpo presionando contra el mío y haciendo crecer mi erección.

Un ligero sonido escapó de sus labios.

—¿Quieres que me envuelva y me ponga un lazo, Alec? No soy tu estúpida propiedad —soltó Brianna, desafío en su voz—. No ladras ordenas para que haga lo que quieres.

Una risa amarga y sarcástica brotó de mis labios.

—Tal vez tu corazón no desea el mío, pero saber que sí deseas mi cuerpo y que soy el único que te ha tocado, ya lo hizo por ti, dorogaya.

Hubo un corto momento de silencio en el que nos miramos.

Brianna se sentía como mi obra maestra, no las piezas vacías que hacía para llenar mi vacío existencial. La estaba moldeando cada vez como a mi medida para cubrir cada una de mis necesidades.

Psicosis: bajos instintosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora