PROLOGO

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Una pequeña niña se sienta frente a la puerta de la habitación donde se encuentran sus padres, a pesar de que no escucha mucho de lo que está pasando, puede distinguir los gritos de su madre y se mantiene en silencio ante la diatriba

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Una pequeña niña se sienta frente a la puerta de la habitación donde se encuentran sus padres, a pesar de que no escucha mucho de lo que está pasando, puede distinguir los gritos de su madre y se mantiene en silencio ante la diatriba. No escucha la voz de su padre, aunque si él habla muy bajo es posible que no pueda escucharlo, pero sabe que no es el caso, y es que su padre no le responde nunca las malas formas de Carla. Ellos no saben que la niña está ahí, escuchando, o intentándolo, a escondidas.

—Carla, por favor, detente. Te he dicho que debemos buscarte ayuda. Tienes una pequeña hija que te necesita. Yo te necesito —suplica y su voz se rompe al final—. ¿Cómo puedes hacernos esto? Te amamos. —Sin importar las suaves palabras de Jamie, el padre, su madre sigue llenando una maleta con sus pertenencias. La niña empieza a llorar cuando entiende que esta vez es diferente a las anteriores, y se cubre la boca para no ser escuchada.

—¡No me importa el amor! ¡Quiero dinero! Y tú no puedes dármelo. Estoy harta de vivir así. Me voy a ir y no quiero que me busques.

—Cariño, siempre hemos vivido de forma humilde. No sé por qué esto te molesta ahora. Nunca nos hizo falta nada más antes, no somos ricos ni podemos derrochar, pero nunca nos ha faltado nada. Me parece que lo que buscas, no tiene nada que ver con nuestra situación económica, sino que necesitas el dinero para proveer tu adicción. Carla, eres alcohólica y debes buscar ayuda. —Mucho de lo que dice su padre se pierde para Wynn, debido a que sus palabras salen tan suaves que no puede escucharlas. Su padre nunca levanta la voz más de lo necesario, siempre es amable, y no solo con ella, con todo el mundo.

—Jamie, nunca fui feliz con eso. Siempre necesité más. Así que no me vengas a decir lo que debo hacer o no, sé lo que quiero hacer y es no estar aquí contigo, ni con esa mocosa necesitada...

—¡Basta, no voy a permitir que hables así de Wynn! ¡Tu propia hija! —La pequeña se sobresalta al oír la voz de su padre alto y claro. Esa sería la primera vez—. Tiene 8 años, por el amor de Dios, claro que es necesitada. Es como cualquier niño que necesita a su madre.

—Sabes que no es como cualquier niño. He luchado durante años con sus problemas y me he dejado a mí en segundo plano toda mi vida por esa inútil...

—¡Se supone que para eso son los padres!

—Mami... —Los adultos en la habitación se detienen cuando escuchan la dulce voz de Wynn y se giran hacia ella, que está parada en la puerta con las lágrimas corriendo por sus pálidas mejillas. Jamie sale primero de su estupor y se arrodilla a su nivel para abrazarla con fuerza.

—Está bien, Tulipa, sabes que estoy aquí. No pasa nada.

—¿Mamá se va? —pregunta directamente, su padre se estremece. Su pequeña Tulipa siempre es así de directa. Se vuelve a mirar a Carla, con la súplica en sus ojos, la misma que en los de su hija, lo cual le rompe aún más el corazón al amable hombre.

Es como si el tiempo se hubiera detenido mientras esperan una respuesta. Los segundos pasan y, antes de que responda, Jamie sabe la respuesta. La ve en su rostro, el cual no muestra ninguna emoción. Entonces mira a Wynn, en lo que parece ser después de años, y responde:

—Sí.

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