Capítulo 1: El encuentro.

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Hacía buen rato que los rayos del sol colándose entre las persianas iluminaban su rostro, pero fue hasta que sintió el calor en las mejillas, que se revolvió en la cama y abrió los ojos adormilada.

"Esa espantosa manía de dejar las persianas a medio cerrar..."

Estiró los brazos lo más que pudo dando un gran bostezo, para finalmente girarse a apagar el despertador que descansaba en su mesita de noche.

Las 10:45 am.

Los ojos se le abrieron como platos. —¡Dios, voy tardísimo! — Salió de la cama de un salto y corrió a la ducha.

——
15 minutos más tarde, la rubia salía de casa, camisa blanca abrochada hasta el último botón, vaqueros claros, y zapatillas blancas de plataforma; lista para ir a trabajar.

Odiaba llegar tarde al trabajo, pero ser dueña de su propio negocio le daba al menos la tranquilidad de saber que había alguien más encargándose de atender a los clientes mientras ella no estaba. Aunque tampoco es que hubiese demasiados clientes a lo largo del día, eran más bien esporádicos durante la semana.

25 años atrás, cuando su padre abrió aquella pequeña librería en el centro de Valencia parecía un buen negocio. Pero ahora, con la inmediatez de las redes sociales y la universalidad de las grandes cadenas de compra y venta online, la herencia que su padre le dejó, había pasado de ser un negocio próspero y en vías de crecimiento, a ser uno que al menos la proveía de lo indispensable para pagar las facturas y la universidad de su hermana.

—¡Ostras, jefa, que pensaba que no venías hoy!— La saludó Marta, su empleada y amiga, en cuanto cruzó por la puerta.

—Ya, ni me lo digas, tía... Que entre que anoche me fui a dormir tarde leyendo unos mails de la contadora, el despertador que no sé ¡por qué coño no ha sonado hoy! y que mi hermana se ha ido a la uni sin avisarme la muy cabrona... "Estoy que no puedo con mi vida." — Se acercó a dar dos besos a la malagueña.

—Ayy.. ¿Quieres que vaya a buscarte un café carga'ito?

¡Po favó, cariño!, Te lo agradecería "eternamente"... Coge dinero de la caja y compra para ti lo que tú quieras, ¿vale?

—¡Vale, ya vuelvo! — La malagueña cogió el dinero, y le cedió a la rubia su lugar detrás del mostrador, para luego salir por la puerta. Regresando solo 5 segundos después.

—"Oye Alba, una cosa, ¿Te apetece si traigo también unos cruasán de chocolate?

—"Lo que tú quieras, cari..."

—Vale... — Abrió de nuevo la puerta, pero apenas dio dos pasos fuera y regresó una vez más) —O ya sé... Traigo uno de chocolate y otro de mantequilla y así ya coges tú el que más te apetezca y me como yo el otro...

La rubia la miró enarcando una ceja. —¡Lo que te apetezca, cariño!, "Pero vete ya, anda, que ahora mismo necesito café para poder volver a ser persona."

Vaale... — Cedió la malagueña, yéndose finalmente.

Una vez que se quedó sola la rubia se dispuso a revisar los pendientes del día anterior; sin embargo no llegó ni a encender el ordenador cuando escuchó de nuevo el timbre de la puerta.

¡Que te vayas, pesada!

—Lo siento. "He visto el letrero de abierto y pensé que..."

Aquella voz femenina distaba mucho del peculiar tono y acento de la malagueña, lo que hizo que Alba levantara la vista al instante.

¡No, no, no, perdona! Claro que está abierto... — Se levantó de la silla de un bote y se aclaró la garganta para recibir a la mujer que asomaba medio cuerpo por la puerta. —Adelante, ¡Bienvenida!

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