Capítulo 19: adopta una mascota

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Al día siguiente y después de visitar a las gemelas de nuevo en el hospital, acompañé a Paul al aeropuerto.

-No quiero que te marches otra vez... Has estado muy poco tiempo -le dije mientras esperábamos en la cola de entrada a la aduana.

Yo no podía acompañarle más allá.

Me miró. A su espalda llevaba su único equipaje: una mochila negra con espacio suficiente para un pijama, algo de ropa limpia y un cepillo de dientes.

-Tengo que volver, mi hermana está a punto de dar a luz... Si no, ya sabes que me quedaría contigo todo el tiempo que pudiera.

Desvié la mirada hacia el suelo y él me obligó a levantar la cabeza poniendo sus dedos bajo mi barbilla.

-No me hagas esto, Becca... Sabes que no soporto verte sufrir -susurró-. Te prometo que vendré a verte cuando tengas la selectividad, para ayudarte y darte ánimos.

Entonces volvió a chispear una pizca de ilusión dentro de mí. Me tiré a sus brazos y dejé que me abrazara.

-¿De verdad? -pregunté entusiasmada.

-De verdad... Pero sólo si me prometes que tendrás mil ojos con Bryan -dijo de pronto.

Se separó unos centímetro de mí y me miró muy serio.

-Confío en ti, pero no en él. Y no me gusta ese trabajo que tenéis que hacer juntos.

Pero para mí, ese trabajo era importante, era mi carta de presentación, algo que ayudaría, aunque fuese un poco, a conseguir mi plaza en la facultad de medicina de la universidad que fuera.

-Es un trabajo que me abrirá puertas si lo hago bien -le dije-. Yo espero que Bryan sea consciente de eso, porque a él también le va a beneficiar esforzarse de cara a estudiar en una buena universidad.

-Ya, escucha... Cuando hay una chica que nos gusta por en medio, nuestras prioridades se difuminan... Recuerda eso -me dijo con una sonrisa antes de darme un pequeño toque en la punta de la nariz con su dedo índice.

Sonreí.

-¿Me llamarás esta noche? -pregunté esperanzada-. Tendré el Skype encendido.

Paul desvió la mirada hacia el guardia de seguridad. Ya sólo le quedaba un turno para tener que pasar por el arco de detección de metales y dejar su mochila a merced de una cuidadosa inspección.

-Haré lo que pueda... Y si no consigo llamarte hoy, mañana seguro que lo hago. Daisy se marcha a las ocho de la tarde y entonces nos quedamos mi padre y yo solos con mi madre, por eso por las noches estoy más ocupado de lo normal -me explicó.

Me agarró ambas manos y las besó.

-Te quiero -susurró en mi oído-. Estudia mucho, ya estás a punto de conseguirlo... Mi pequeña.

Y entonces atravesó el arco y me aparté a un lado para dejar pasar a los pasajeros que venían detrás. Me dijo adiós con la mano desde el otro lado de la aduana y después le perdí la pista.

Me di media vuelta y deshice el camino hasta la salida del aeropuerto. Atravesé varios grupos de turistas y espacios llenos de filas de asientos metálicos al lado de las puertas de llegada. Me retiré una lagrimilla traicionera de la mejilla derecha al ver una pareja que se despedía y continué caminando.

Recordé aquella señora que se puso de parto cuando fui a pasar las vacaciones de Navidad a casa de Paul... Sonreí.

***

Resoplé, nerviosa. Tuve que reconocer que mi cabeza no daba más de sí. Mi inteligencia se había ido a dormir hacía un buen rato y mis ojos no lograban enfocarse más de dos segundos seguidos en las líneas de los apuntes.

Becca Breaker (II): Junto a ti © Cristina González 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora