Al día siguiente y después de visitar a las gemelas de nuevo en el hospital, acompañé a Paul al aeropuerto.
-No quiero que te marches otra vez... Has estado muy poco tiempo -le dije mientras esperábamos en la cola de entrada a la aduana.
Yo no podía acompañarle más allá.
Me miró. A su espalda llevaba su único equipaje: una mochila negra con espacio suficiente para un pijama, algo de ropa limpia y un cepillo de dientes.
-Tengo que volver, mi hermana está a punto de dar a luz... Si no, ya sabes que me quedaría contigo todo el tiempo que pudiera.
Desvié la mirada hacia el suelo y él me obligó a levantar la cabeza poniendo sus dedos bajo mi barbilla.
-No me hagas esto, Becca... Sabes que no soporto verte sufrir -susurró-. Te prometo que vendré a verte cuando tengas la selectividad, para ayudarte y darte ánimos.
Entonces volvió a chispear una pizca de ilusión dentro de mí. Me tiré a sus brazos y dejé que me abrazara.
-¿De verdad? -pregunté entusiasmada.
-De verdad... Pero sólo si me prometes que tendrás mil ojos con Bryan -dijo de pronto.
Se separó unos centímetro de mí y me miró muy serio.
-Confío en ti, pero no en él. Y no me gusta ese trabajo que tenéis que hacer juntos.
Pero para mí, ese trabajo era importante, era mi carta de presentación, algo que ayudaría, aunque fuese un poco, a conseguir mi plaza en la facultad de medicina de la universidad que fuera.
-Es un trabajo que me abrirá puertas si lo hago bien -le dije-. Yo espero que Bryan sea consciente de eso, porque a él también le va a beneficiar esforzarse de cara a estudiar en una buena universidad.
-Ya, escucha... Cuando hay una chica que nos gusta por en medio, nuestras prioridades se difuminan... Recuerda eso -me dijo con una sonrisa antes de darme un pequeño toque en la punta de la nariz con su dedo índice.
Sonreí.
-¿Me llamarás esta noche? -pregunté esperanzada-. Tendré el Skype encendido.
Paul desvió la mirada hacia el guardia de seguridad. Ya sólo le quedaba un turno para tener que pasar por el arco de detección de metales y dejar su mochila a merced de una cuidadosa inspección.
-Haré lo que pueda... Y si no consigo llamarte hoy, mañana seguro que lo hago. Daisy se marcha a las ocho de la tarde y entonces nos quedamos mi padre y yo solos con mi madre, por eso por las noches estoy más ocupado de lo normal -me explicó.
Me agarró ambas manos y las besó.
-Te quiero -susurró en mi oído-. Estudia mucho, ya estás a punto de conseguirlo... Mi pequeña.
Y entonces atravesó el arco y me aparté a un lado para dejar pasar a los pasajeros que venían detrás. Me dijo adiós con la mano desde el otro lado de la aduana y después le perdí la pista.
Me di media vuelta y deshice el camino hasta la salida del aeropuerto. Atravesé varios grupos de turistas y espacios llenos de filas de asientos metálicos al lado de las puertas de llegada. Me retiré una lagrimilla traicionera de la mejilla derecha al ver una pareja que se despedía y continué caminando.
Recordé aquella señora que se puso de parto cuando fui a pasar las vacaciones de Navidad a casa de Paul... Sonreí.
***
Resoplé, nerviosa. Tuve que reconocer que mi cabeza no daba más de sí. Mi inteligencia se había ido a dormir hacía un buen rato y mis ojos no lograban enfocarse más de dos segundos seguidos en las líneas de los apuntes.
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Becca Breaker (II): Junto a ti © Cristina González 2014
Teen Fiction*Segunda parte Becca Breaker I: contigo* Becca aún no ha terminado el bachillerato. Le espera otro año duro. No sólo tendrá que esforzarse por alcanzar el diez en cada examen, si no que tendrá que soportar la distancia que la separa de Paul y otros...