03 - lesión (garnacho)

286 24 0
                                    

Cuando le dieron la noticia, lo único que pudo hacer fue decirle a su familia que lo dejaran solo para después largarse a llorar en su habitación vacía, donde nadie lo vería.

Después del partido contra Southampton, había tenido la esperanza de que no fuese una lesión realmente grave mientras se dirigían a la clínica más cercana para hacerse unos estudios.

Le dijeron que tardarían un poco en darle los resultados, por eso le dio tiempo a llegar a su casa antes de que el médico les avisara de su estado.

6 semanas. Un mes y medio en el que no iba a poder jugar a fútbol.

No iba a poder jugar con la selección argentina.

Más allá del club, le había hecho mucha ilusión que la AFA lo citara para los amistosos contra Panamá y Curazao, por lo que fue corriendo con Lisandro cuando recibió la noticia, feliz de poder cumplir su sueño de jugar con la selección mayor de la albiceleste.

Por eso ahora, no pudo evitar derrumbarse tras recibir esa noticia.

Todo lo que alguna vez había soñado escapaba de sus manos con tanta facilidad que lo desesperaba. No podía hacer nada y eso era lo que más le dolía.

Cuando cayó en la realidad, ya había marcado el contacto de Lisandro, sintiendo que solo él podía ser su pilar en esos momentos. Siempre lo era, siempre lograba calmarlo.

—Ale, hola —lo saludó el argentino con alegría al otro lado de la línea, aunque pronto escuchó los sollozos que no era capaz de controlar en esos momentos—. ¿Pasó algo? ¿Estás bien?

Tal vez el defensor ya sabía por qué estaba llorando, ya que habían estado esperando esa noticia desde el día de ayer, pero si lo sabía, no dijo nada.

—No v-voy a poder... No voy a poder jugar los amistosos —fue todo lo que le salió decir entre llantos, intentando inútilmente secar las lágrimas de sus mejillas, sin poder lograrlo porque seguía llorando.

Lisandro no le respondió por unos segundos y él solo pudo acurrucarse en la cama, intentando no mover demasiado su pierna lastimada porque seguía doliéndole a pesar de que tenía la bota preventiva que le habían puesto.

Probablemente mañana tendría que ir a la clínica de nuevo para que le pusieran un yeso.

—Garna —lo llamó, pero el rubio apenas podía coordinar sus palabras por el ataque de tristeza, rabia y ansiedad que estaba sufriendo en ese momento—. Ale, ¿estás en tu casa? —preguntó y el menor asintió inconscientemente, con un leve sonidito afirmativo que hizo con la garganta—. Voy a ir con vos, entonces, no me colgués —pidió.

Alejandro escuchó un leve silencio del otro lado, probablemente porque Lisandro había dejado su celular a un lado mientras se cambiaba.

—Te vas a poner mejor, ¿si? —volvió a escucharlo hablar y procuró concentrarse en su voz para calmarse.

No lo logró. No podía salir de ese bucle en el que no dejaba de lamentarse y llorar por lo ocurrido.

—Contame qué hiciste mientras esperabas al médico —le pidió y Alejandro se confundió un poco por su pedido.

—Estuve con mi hermano y f-fuimos a pasear por Mánchester —explicó, logrando al menos regular su respiración.

—¿Y te gustó estar con él? —agregó.

Por los sonidos que escuchaba de fondo, supuso que el mayor estaba en su auto.

—Si... Hace tiempo que no pasabamos el tiempo juntos.

Antes de que pudiera ser consciente de ello, había logrado dejar de llorar gracias a la distracción del defensor y agradeció mentalmente por su ayuda.

—Me alegro mucho —respondió el entrerriano con genuina felicidad—. ¿Ves que no todo es malo? —añadió, logrando que el menor sonriera ligeramente mientras terminaba de secarse las lágrimas.

Cómo iba a ser todo malo si tenía a Lisandro a su lado, pensó y pronto se avergonzó por su propio pensamiento.

Eso era algo que pensaba con regularidad, porque no sabía de dónde había salido el gualeyo, parecía un ángel caído del cielo. Era demasiado bueno para ser real, o al menos eso era lo que él pensaba.

—¿Te falta mucho? —Si tenía que ser sincero consigo mismo, ansiaba demasiado poder estar con el defensor.

Desde que se conocieron, ambos sintieron una conexión a la cual ninguno se opuso. Dejaron que las cosas fluyeran y terminaron en esa especie de relación.

Nunca hablaron sobre ser novios o algo por el estilo, no habían dado un paso más allá de caricias y besos esporádicos después de un partido. Tampoco era como si les molestara estar en esa situación, a los dos les gustaba la compañía del otro y compartían sus sentimientos a su manera.

—No, estoy a unas cuadras —respondió el mayor.

No pasó mucho tiempo más en el que se mantuvieron en silencio, pero al menos Lisandro se sintió más calmado por escuchar la respiración del chico del otro lado de la línea.

Cuando por fin llegó a la casa del menor, le avisó que iba a cortar la llamada, y Alejandro solo le respondió con un suave "bueno", poniéndose nervioso porque el mayor estuviera allí.

Una parte suya no quería que Lisandro lo viera en ese estado después de haber estado llorando, porque seguro su cara era un desastre, pero su otra parte le decía que eso no importaba una mierda mientras pudiera abrazarlo y refugiarse en él.

Dos golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos, sobresaltandose un poco por lo repentino que fue y dándose cuenta que había estado mirando la pantalla de su celular más tiempo de lo que creía.

—Pase.

La puerta se abrió, dejando ver primero la cabellera marrón con reflejos rubios del argentino nativo, quien lo miró con una sonrisa. Abrió la puerta lo suficiente como para poder entrar y después la cerró detrás suyo.

—Hola, mi amor —lo saludó con su típico tono dulce y Alejandro solo pudo avergonzarse por el apodo, mientras sus orejas se calentaban y se tornaba de un color rojizo.

Lisandro caminó hasta la cama donde el delantero estaba acostado con la espalda contra el respaldar y se sentó en el borde.

Lo primero que hizo fue llevar su mano derecha al rostro del menor, acariciando su mejilla y sintiendo lo húmedas que aún estaban por el reciente llanto.

—¿Estás mejor? —Licha acercó más su cuerpo al menor, sin quitar su mano de su rostro.

Alejandro solo le respondió con un leve asentimiento de cabeza para después abrazarlo con fuerza. El gualeyo sabía que no estaba del todo bien, así que solo dejó que lo abrazara, envolviendo sus brazos en el cuerpo ajeno mientras acariciaba su espalda y su cabeza.

—Vas a estar bien —mencionó cerca de su oído, dejando un pequeño beso sobre el área de su hombro que quedaba descubierta por la remera—. Scaloni sabe de lo que sos capaz así que vas a tener otras oportunidades para jugar —le prometió.

El menor solo asintió en silencio y dejó que el cálido abrazo y la adictiva colonia que usaba el mayor lo relajaran y calmaran.

—Y te aseguro que voy a estar yo rompiéndole las bolas para que te convoque de nuevo —soltó, provocándole una pequeña carcajada al chico en su hombro quien, a pesar de la diferencia de altura y que capaz era algo incómodo esa posición, igual quiso esconderse en el hueco que formaba su cuello y su hombro.

Alejandro no se quería separar de él, y Lisandro tampoco era como si quisiera alejarlo.

Cortes de Carne [Licha Center]Kde žijí příběhy. Začni objevovat