3 Nunca llames a la puerta de la muerte. Toca el timbre y sal corriendo.

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Detesta que hagan eso.

Mientras avanzábamos hacia el centro, Garrett sacó una de esas bolsas de gel frío y la agitó antes de arrojármela.

—Tienes un lado de la cara hinchada.

—Tenía la esperanza de que nadie lo notara.

Le guiñé un ojo a Elizabeth. Estaba sentada entre nosotros, pero había
olvidado comentarle aquel pequeño detalle a Garrett. Algunas cosas era mejor no decirlas.

Garrett me miró con expresión irritada.

—¿Creíste que nadie lo notaría? Podría decirse que vives en tu puto universo paralelo, ¿verdad?

—Vaya —dijo Elizabeth—, este tío no tiene pelos en la lengua, ¿eh?

—Lo que podría decirse es que me incordias bastante, así que vete a la
mierda —dije. Pero a Garrett, no a Elizabeth.

Un nombre como Charley Davidson conlleva cierta responsabilidad. No
tolera objeciones. No acepta gilipolleces de nadie. Y genera una sensación de familiaridad con mis clientes. Hace que se sientan como si ya me conocieran. Algo así como si me llamara Martha Washington o Ted Bundy.

Eché un vistazo al retrovisor lateral y vi el coche patrulla que nos seguía
hacia la dirección en la que el detective Robert Davidson, gracias a una pista anónima, creía que podríamos encontrar otra víctima. El tío Bob recibía un montón de llamadas anónimas. Garrett estaba empezando a encajar las piezas.

—De modo que tú eres su misteriosa fuente omnipotente, ¿no?

Solté una exclamación ahogada.

—¿Besas a tu madre con esa boca? Eso ha sonado fatal. Aunque me gusta la
parte de omnipotente. —Puesto que Garrett se limitó a lanzarme una mirada asesina, añadí—: Sí. Soy su fuente anónima. Desde que tenía cinco años.

Su expresión se tornó incrédula.

—¿Tu tío te llevaba a los escenarios de los crímenes cuando tenías cinco
años?

—No seas ridículo. El tío Bob sería incapaz de hacer algo así. Además, no necesitaba hacerlo. Era mi padre quien me llevaba. —Me eché a reír cuando vi que se había quedado con la boca abierta—. Es broma. No me hacía falta acudir a las escenas de los crímenes. Las víctimas siempre conseguían encontrarme sin ayuda. Al parecer, soy brillante.

Garrett giró la cabeza y contempló los tonos rosas y anaranjados que el amanecer de Nuevo México dibujaba en el horizonte.

—Tendrás que perdonarme si no creo ni una sola palabra de lo que dices.

—No, no pienso hacerlo.

—Vale —añadió con tono exasperado—, si todo esto es tan real, dime qué
llevaba puesto mi madre en su funeral.

Genial. Una de las típicas.

—Mira, lo más probable es que tu madre fuera a otra parte. Ya sabes, hacia la luz —comenté mientras agitaba los dedos a modo de ilustración—. La mayoría de la gente lo hace. Y no poseo el anillo decodificador secreto para ese plano de existencia. Mi acceso sin restricciones expiró hace años.

Garrett soltó un resoplido.

—Qué casualidad...

—No te preocupes, Swopes —dije cuando por fin reuní el coraje suficiente para colocarme la bolsa de gel frío sobre la mejilla. El aguijonazo de dolor me llegó hasta la mandíbula, así que apoyé la cabeza sobre el asiento y cerré los ojos—, no pasa nada. No es culpa tuya que seas un imbécil. Hace mucho tiempo que aprendí que no debía contarle la verdad a la gente. El tío Bob no debería haberte dicho nada.

PRIMERA TUMBA A LA DERECHA Onde as histórias ganham vida. Descobre agora