― capítulo cinco ❜

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«Es el penal, soñado por cualquier pibe. Que arrancó a jugar en los baldíos. En el barrio, en la calle, en la vereda, en el pueblo, en la plaza y ese es Montiel...»

Enzo está nervioso. Se escuchan los ruidos de la hinchada, las respiraciones agitadas de sus compañeros, pero lo único que puede oír son los latidos de su propio corazón.

Mira a su lado, y Paulo está ahí, al lado de él. Puede sentirlo temblando, y cree que, si no estuvieran todos abrazados por los hombros, Dybala y varios de ellos estarían tirados en el piso, de rodillas y llorando. Quizás, él mismo también.

O quizás no. Trata de mantener un rostro serio, pero sabe que tiene los ojos llorosos. Porque Gonzalo nunca error un penal. Cachete pateaba penales por plata en González Catán. Lo conoce desde River, ocho penales pateados para el millonario y ningún fallo. Contra Países Bajos, lo mismo.

Ve como apoya la pelota en el pasto y camina hacia atrás, alejándose para tomar carrera y desviándose medianamente hacia un costado. Siente que todo pasa extremadamente lento, como si alguien hubiese presionado un botón y ahora los segundos pasaron a ser horas.

Sus ojos viajan inconscientemente al banco de suplentes, y Julián está ahí, a metros de distancia, abrazando a sus compañeros y posiblemente cruzando los dedos, porque lo conoce, sabe lo que hace en situaciones así. Sus miradas se cruzan durante un instante, demasiado corto como para ser percibido por cualquiera, pero lo suficientemente largo para Enzo, quien siente que aquel cruce de miradas dura eternamente.

«Somos todos Montiel, Gonzalo vamos. Montiel al arco... ¡gooooooool! Argentina campeón del mundo, Argentina campeón del mundo»

Enzo no está muy seguro de lo que pasa a continuación. Pero sabe que Argentina es campeona del mundo después de treinta y seis años, y él es parte de eso. Él y cincuenta millones de personas más, viendo por primera vez a su país coronándose de gloria. Y corre a abrazar a los demás, en un abrazo grupal junto a sus compañeros, junto a su ídolo. Aquel hombre al que le escribió una carta cuando era más joven, rogándole que no se vaya de la selección. Y ahora, acaba de ganar un mundial a su lado.

Los recuerdos en su mente son borrosos. Sabe que festejaron, bailaron, cantaron, se sacaron demasiadas fotos con la copa. Messi se sube arriba de la mesa y salta, con el trofeo en la mano, mientras todo lo alientan y Otamendi está grabando todo puertas adentro del vestuario. Alguien se tira adentro de un cesto de ropa sucia, descorchan las botellas para tirarle alcohol a Scaloni, porque ya no importa nada, son campeones del mundo.

Y decide que él quiere recordar todo eso, por lo que inicia un vivo de Instagram una vez que suben al micro que los llevará hasta la Universidad. Siente que tardan años en salir del estadio, pero ahora que tiene esa medalla en su pecho y aquel pequeño trofeo plateado en forma de balón en su mano, poco le importa.

Ve que Julián está tomando, y lo enfoca varias veces para molestarlo, porque sabe que no le gusta que la gente lo vea así. Y aunque el chico posiblemente, en una situación normal se enojaría y le diría que se meta el celular por donde no le da la luz del sol, sus ojos reflejan una felicidad genuina. Tal vez, todos están demasiado contentos como para estar enojados.

Enzo piensa que Julián podría decirle ahora mismo que mañana se va a casar y él no se molestaría porque no le aviso antes. La euforia recorre sus venas, y en lo único que puede pensar es en festejar, gritar, saltar y bailar hasta que ya no pueda mantenerse en pie.

Con eso en mente, llegan a la universidad donde se alojan, cenan, siguen celebrando, se suben a las mesas, saltan, revolean la camiseta mientras cantan "muchachos". Y aunque posiblemente fue la final más reñida en la historia de los mundiales —sobre todo con esa atajada del Dibu a último segundo de la prórroga—, Enzo siente que no es capaz de imaginar un escenario donde no hayan ganado. Como si obtener la tercera hubiese sido algo que ya estaba escrito en el destino. Capaz, De Paul tenía poderes parecidos a la Death Note, porque escribía algo en cualquier lado —un cuaderno, un papel, una figurita— y se cumplía.

✧ ;; Cuatro veces que Enzo niega ser novio de Julián y una que no lo haceUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum