― capítulo cuatro ❜

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Si bien entre la segunda y tercera vez pasó más tiempo, Enzo siente que entre la tercera y la cuarta pasó mucho más. Tal vez es porque ahora ambos juegan separados, en clubs distintos, en países diferentes, viviendo a cientos de kilómetros de distancia.

Y aunque está casi cien por ciento seguro de que está vez es una broma, sigue siendo igual de desconcertante. Quizás solo se lo dicen a él y a sabiendas de que Julián no está, porque, aunque Enzo no tiene tanto tiempo de conocer a los jugadores de la selección argentina como Julián —ir de sparring al mundial de 2018, los amistosos, la Copa América, la Copa Confederaciones—, pareciera que el plantel le ha tomado confianza suficiente para hacerle todas las bromas pesadas que no se animan a hacerle al cordobés, posiblemente por lo tímido y reservado que suele ser.

Enzo termina de acomodar su ropita en el pequeño armario qué hay en la habitación, y baja la valija de la cama para apoyarla en el piso. El ruido de la ducha es lo único que puede oírse en el silencio de la habitación, y supone que las paredes están insonorizadas.

A Julián siempre me gusta ser el primero en bañarse, ya sea cuando vuelven de jugar un partido o cuando llegan después de varias horas de viaje, y a Enzo no le molesta.

Sale de la habitación y baja al lobby del hotel, casi sorprendido de lo lujoso que es todo. Los árabes definitivamente no escatiman en gastos a la hora de edificar, y el moreno presiente que debería empezar a acostumbrarse a eso, porque posiblemente lo mismo pero potenciado por mil les espere cuando lleguen a la Universidad donde se alojarán en Qatar.

Pases por las instalaciones del hotel, y tal vez es el olor de algo dulce lo que lo termina guiando inconscientemente hasta el comedor. Hay una parte con una vidriera con varias porciones de torta, y a su lado, un mostrador con distintos dulces. Hay unos en particular que llaman su atención, son unos chocolates sostenidos por un palito de plástico, los cuales tienen una forma en particular. La figurita de un animalito puede verse reflejada en la combinación del chocolate blanco y negro, y si bien no se parecen a lo que hay en Argentina —estos son bastante más grandes y detallados, con muchos más relieves que los que conoce— no puede evitar sentirse tentado a comprar algunos, quizás producto de la nostalgia y los recuerdos de su niñez.

Saca algunos billetes del bolsillo, los cuales tienen la cara de alguien que definitivamente no conoce y tienen un texto que, si bien tras de descifrar, le resulta imposible al tener letras que siquiera es capaz de distinguir.

Una conversación de hacer unos años viene a su mente, de cuando estaban en la reserva de River y estaban en un viaje en micro, hablando sobre excursiones escolares. Julián le había contado que, en su escuela de Córdoba, no solían ir de viaje de estudios, y Enzo no había podido contener la expresión de confusión en su rostro, mientras me explicaba que él había tenido muchos viajes estudiantiles, al Cabildo, al Obelisco, a Tecnópolis, al regimiento de granaderos a caballo y a otros lugares más.

Pero sin lugar a dudas, su excursión favorita había sido a FelFort, posiblemente la fábrica de chocolates más conocida del país. Habían salido del lugar con restos de chocolates entre los dientes y cientos de golosinas en los bolsillos, y Enzo le había explicó que los que más le gustaban eran los chupetalines, unos chupetines de chocolate con formitas y caritas de animalitos. El cordobés pareció no entender a que se refería. Según él, lo más parecido que había en su provincia a lo qué él moreno trataba de explicarle eran los paragüitas de chocolate, y aunque Enzo había tratado de explicarle que no eran lo mismo, el chico no había logrado comprender del todo de que se trataban esos chocolates.

Y cuando finalmente tiene los dos chocolatines en la mano, se da cuenta de que no está muy seguro por qué en lo único que piensa es en mostrárselos a Julián. No los compro solo para eso, ¿verdad? Enzo no sabe para que los compro —además de para comerlos, claramente—. Y aunque una parte de él quiere correr a su habitación subiendo las escaleras de dos en dos para enseñárselos, siente que es un poco ridículo traer una conversación olvidada en el tiempo.

✧ ;; Cuatro veces que Enzo niega ser novio de Julián y una que no lo haceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora