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La madrugada del sábado era fresca. Era el clima perfecto para descansar como oso en estado de hibernación luego de un largo día de trabajo. Los inicios de diciembre suponían mucho esfuerzo y disciplina por los eventos importantes del fin de año. Las presentaciones en esta ocasión serían aun más laboriosas, con grandes expectativas que prometían producciones más enérgicas por el empleo de tecnologías nuevas en los escenarios. Por ello mismo, era normal que los artistas se encontraran abandonando sus respectivas agencias en las altas horas de la noche.

—Buena noche, hyungs.

La voz del menor sonó agotada y las palabras se arrastraron con lentitud, exhibiendo su cansancio. Los tres mayores le sonrieron con ternura y lo vieron perderse en el pasillo, mientras terminaban de adentrarse en su departamento.

—Creo que yo también me voy a dormir ahora, nos vemos.

El pecoso siguió su camino a su propia habitación, con los pies delizándose sobre el azulejo. Ahora sólo seguían de pie dos de los cuatro residentes del piso. Todavía había un pequeñito rastro de energía que les mantenía con los ojos abiertos. El menor de esos dos bostezó, acompañando su acción con el estiramiento de sus extremidades, logrando el crujido de alguno de sus huesos. Aquel curioso sonido terminó llamando la atención del mayor, quien sólo atinó a reír.

—Ve a dormir —alentó sin borrar la sonrisa en su boca.

—Lo haré cuando cenes algo, hyung —respondió—. No probaste bocado en todo el día.

—Estoy bien, ya me he acostumbrado, de todas maneras —aseguró, restando importancia con un gesto de mano.

El menor guardó silencio. Lo vio quitándose el abrigo, dispuesto a irse a su habitación. En ese momento su cabeza inició una pequeña guerra interna donde una parte le exigía guardar silencio y la otra lo incitaba a detenerlo y obligarlo a comerse dos hamburguesas con doble carne.

—Chan-hyung me dijo que lo llamara si te ponías necio —amenazó con suavidad en su voz.

El mayor se burló ante el intento del otro. Se giró sobre sus talones y cruzó sus brazos sobre su pecho, manteniendo el gesto en su rostro.

—¿Es eso así? —provocó.

—No, la verdad, no —resopló, guardando su teléfono—. Pero sí me dijo que mantuviera los ojos en ti... Por lo menos come un poco de fruta —insistió.

El castaño oscuro suspiró, bajando los brazos, permitiéndose rodar los ojos con una falsa frustración mostrada en su exhalación.

—Bien, ¿vas a darme de comer en la boca, también?

—Sólo si es necesario —respondió, dirigiéndose a la cocina.

El mayor lo vio yéndose y aprovechó para irse a su propia habitación en busca de cambiar su ropa. Se colocó los pantalones flojos y una camiseta sin mangas. No pasaron más de dos minutos cuando su puerta fue tocada.

—Pasa.

El menor se internó en la habitación ajena con un par de platos en las manos. Entregó uno al mayor y sonriente se arrellanó en el pequeño sofá. Su mirada atenta no abandonaba al otro, casi obligándose a no parpadear por nada del mundo para evitar que el otro tire la fruta. El castaño oscuro rodó los ojos una vez más y finalmente ingresó una pieza de manzana picada en su boca.

—¿Contento?

—Sí —sonrió, llevando un trozo a su propia boca.

El otro le devolvió la expresión. Apagó la luz de su habitación y encendió el televisor, para luego sentarse al costado del menor. Ambos se quedaron en silencio, sintiendo la brisa fresca en sus espaldas por la existencia de la ventana ahí.

No Te Vayas [ Knowmin/2min ]Where stories live. Discover now