O5.

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Cuando comenzó su semana de exámenes, Kaveh pretendía buscar a Alhaitham por las mañanas para perder los nervios hablando con su menor favorito. Lo consideraba ahora de sus mejores amigos, gracias a los buenos meses de intimidad que habían compartido uniéndose cada tarde en la habitación del peliplata. Aunque sentía que quizás... quizás había algo más por ambas partes; pero sus propios miedos y su existente relación le hacían convencerse de que era puramente platónico.
Deambulaba por los pasillos, cerca de media hora antes de sus exámenes. Buscaba al más alto por ahí, sabiendo que estaría leyendo por las esquinas o quizás hablando con los sabios de la Akademiya. Sus rubíes analizaban cada cara, cada persona. Pero nadie atraía su atención. Hasta saludó a Tighnari y a Cyno, que charlaban animadamente antes de comenzar sus respectivas pruebas. Pero no encontraba a Alhaitham.
O eso creía, hasta que divisó su llamativa capa desfilando por un pasillo. Acompañado de una chica pelirroja con ropas suaves y cortas, que se movía con gracia y al parecer con ritmo.
Se acercó con intriga y tocó a Alhaitham suavemente en el hombro, ya que le vio usando sus auriculares. El de ojos turquesas y la pelirroja se dieron la vuelta.

Alhaitham le observó, con su característica cara seria y le sonrió de manera casi invisible.

—Kaveh. Buenos días— murmuró—. Comienzan tus exámenes, ¿cierto? Mucha suerte. Sé que lo harás bien.

Kaveh le sonrió con delicadeza, pero antes de hablar sus rubíes se deslizaron hacia la chica que le miraba con sus bonitos ojos azules y con unos labios sonrosados curvándose hacia arriba.

—¿Quién es ella?

No supo por qué su voz sonó algo inquieta, pero cuando Alhaitham posó sus ojos sobre la chica su estómago se revolvió con rudeza. Parpadeó rápidamente cuando Alhaitham carraspeó un poco.
La chica le sonrió de nuevo muy dulcemente, inclinándose muy levemente con movimientos llenos de gracia y que parecían sacados de una coreografía.

—Es un placer, soy Nilou— su voz era suave, tierna, y sus rasgos también lo eran.

Kaveh le sonrió un poco, forzadamente. Se presentó rápidamente murmurando su nombre y de nuevo miró a Alhaitham, que le observó fugazmente otra vez antes de mirar a Nilou. Ahora, de nuevo, miró al rubio.

—Bien, Nilou y yo tenemos que irnos. Tenemos unos asuntos que atender— le explicó, muy por encima, dándose cuenta de que la sonrisa de Kaveh se borró rápidamente—. Mucha suerte en tus finales, Kaveh. Lo harás genial.

Y con una leve despedida, Alhaitham y Nilou se voltearon y siguieron caminando. Kaveh ahora pudo apreciar que mantenían una conversación tenue, cosa que no había visto antes. ¿Podía Alhaitham hablar tan deliberadamente con alguien que no fuera él? O sea, claro. Era obvio, sí. No es que Alhaitham fuera un rarito que no hablaba absolutamente con nadie.
Se dio una bofetada mental borrando algunos pensamientos intrusivos en su mente. Pero su pecho pesaba mucho, como si no pudiera respirar bien mientras veía a la pelirroja moverse con suavidad, como si bailara, mientras que Alhaitham la miraba y asentía.

¿Qué era ese sentimiento? ¿Por qué le dolía tanto ver a Alhaitham con alguien más?
¿Eran celos? No, no podía ser. No había tenido celos ni con su actual pareja, aunque claro, en las condiciones en las que estaba su relación tampoco recordaba la última vez que habían sido cariñosos entre ellos.
Pero con Alhaitham se sentía diferente. Era como si no quisiera que aquella pelirroja se lo quitara, quería que ella se fuera. Quería que Alhaitham caminara con él, como había hecho todos estos meses, que le escuchara atento y que le contara cosas que había leído en libros o pergaminos.

Platónico sus cojones.

Respirando entrecortadamente se fue a los servicios.
Se cerró en un cubículo y temblando se sentó sobre la tapa cerrada, con sus manos como si fueran gelatina mientras la ansiedad recorría cada nervio y cada fibra de su cuerpo.
Se mareó por su respiración errática y tuvo que sujetarse la cabeza porque sentía que le pesaba.
Tras unos minutos calmándose y dejando de temblar por la ansiedad, se lavó la cara y abandonó los baños. Se dirigió al primer examen del día, algo mareado pero con confianza de que podría salir bien de ahí.
Debía decirle a Alhaitham que todo le había ido bien para que estuviera orgulloso de él.
Durante su prueba, su cabeza seguía recordándole el momento en el que Alhaitham se había marchado con la tal Nilou.
Joder, que tampoco había sido para tanto, que a lo mejor estaban haciendo algún proyecto juntos. A lo mejor solo eran amigos. Pero su cabeza era una torturadora profesional y maquinaba pensamientos horribles cada segundo.

El día fue muy lento, aunque Kaveh se terminó distrayendo entre exposiciones y exámenes. No vio a Alhaitham en todo el día y eso le pareció raro, pero pensó que el menor quizás estaba ocupado con sus propios asuntos o pruebas.
Sí, quería convencerse de que sería por eso.

Y no por la maldita pelirroja que veía cada vez que se daba cuenta por los pasillos. No la había visto nunca, no llevaba ninguna señal de que fuera alumna de la academia. Y se movía de esa manera tan delicada, como si el aire la deslizara con suavidad. Le ponía de los nervios, y eso que Kaveh se llevaba bien con prácticamente todo el mundo.
Llegaron las ocho de la tarde y visitó el dormitorio de Alhaitham casi con ansia, corriendo entre los pasillos de la residencia.
Deslizó la llave y se llevó una sorpresa cuando, al entrar, no encontró al peliplata. Ni ningún signo de una presencia reciente.
Se sentó en la cama que se había adjudicado hace unos meses, al lado de la de Alhaitham, e inspiró suavemente el aroma a pino y colonia de la habitación.

Calmó su ansiedad casi al instante, sintiéndose relajado mientras contemplaba los muebles. Sus rubíes contemplaron los escritorios donde trabajaron juntos durante aquellas tardes de los meses pasados. Podía hasta escuchar la suave voz de Alhaitham entre las paredes, molestándole suavemente entre bromas, o halagando sus proyectos y planos. También sus críticas constructivas o sus pensamientos sobre los libros que leía.
Sonrió con suavidad. Después rio tiernamente cuando recordó el día que Alhaitham golpeó su tintero con el codo sin darse cuenta, haciendo un destrozo de manchas en el suelo. Y cuando descubrió en uno de sus descansos que a Alhaitham le disgustaba el sonido de las hojas de papel al pasar página cuando leía, ya que arrugaba su nariz cuando lo hacía.
También recordó el día que Alhaitham le había agarrado sutilmente de la cintura para poder pasar hacia el otro lado de la sala, donde se encontraban sus estanterías llenas de libros. La carne de sus costados picó con suavidad mientras se sonrojó ante el recuerdo de sus grandes manos a su alrededor.

Había pasado cerca de una hora allí él solo, recordando lo que había compartido con Alhaitham los últimos meses. Se levantó cansado, decidió irse a su cuarto. Ya buscaría mañana al peliplata para hablar con él y buscar refugio en sus charlas sutiles.
Llegó a su habitación y, tras ducharse, se fue a dormir. Pero antes olisqueó sus ropas, sintiendo como el olor a pino todavía permanecía en la tela. Y abrazándolas se durmió tranquilo.

[...]

Lamentablemente al día siguiente se repitió la rutina. Y al siguiente; y a lo largo de su dura semana de exámenes.
Cada vez que veía a Alhaitham estaba con la dichosa Nilou. Cada día los veía hasta más sueltos, como más cercanos. Y al tercer día comprendió que sentía celos. De los de verdad, de los que no había sentido nunca. Pero al quinto y último día estaba ya rabiando, casi lloraba cuando nadie lo veía por la impotencia.
Alhaitham no estaba en su cuarto cuando él iba. Y cuando se marchaba, no había llegado tampoco. En los pasillos siempre iba con ella, con Nilou, con la pelirroja que bailaba inconscientemente.

Y cuando terminó sus exámenes aquel viernes por la tarde, sin detenerse en algún punto, fue a la tienda más cercana y compró unas tres botellas de alcohol.
Tenía planeado beber hasta caer muerto en el sueño profundo. Olvidarse de todo, no contestaría a los mensajes del insufrible de su novio y no buscaría a Alhaitham —o eso pensó—. Sonaba como un buen plan para celebrar que había finalizado sus primeros exámenes finales del último año de su carrera.

Con las dos primeras botellas iba algo ebrio; pero ya con la tercera perdió raciocinio. Se tambaleó en su cuarto. Reía él solo, moviéndose con poco equilibro y chocando con los muebles. Sería la una de la madrugada cuando se empeñó en ir a buscar al maldito peliplata para que le diera una explicación de su semana. A esa hora debía estar en su cuarto seguro. Y si no, esperaría.
Entre tumbos y tropiezos recorrió los pasillos hasta que llegó a la puerta marrón. Con dificultad y con varios intentos fallidos insertó la llave en la cerradura y abrió. La luz del cuarto estaba apagada, y Alhaitham dormía en su cama tranquilo sin sus auriculares aislantes.

Por eso se despertó sobresaltado cuando la puerta se cerró ruidosamente y un Kaveh muy borracho caminó lento hacia él. Sus ojos turquesas vislumbraron la figura fina y moldeada de Kaveh, que se sentó a su lado en la cama.

Y el rubio comenzó a llorar en silencio.

better than him ✧ haikavehWhere stories live. Discover now