O2.

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—¿Y qué más te dijo?

Pregunta Cyno, con la boca llena y masticando con ilusión. Alhaitham lo mira con un poco de asco, pero aun así, sus mejillas vuelven a colorarse al recordar el encuentro con Kaveh en la biblioteca la noche anterior.

—Dijo... que mi compañía era apacible.

Cyno empezó a reír en voz alta, casi atragantándose con su comida. Tras dar unos golpes en la mesa y recuperar el aire con dificultad, miró a su amigo con lágrimas en los ojos.

—Alhaitham, estáis hechos el uno para el otro. ¡Nadie aguantaría tu horrible personalidad! Esto debe ser cosa del destino— exclama, volviendo a sonreír brevemente antes de reír de nuevo.

Alhaitham se queja, diciéndole que baje la voz. Temía que alguien pudiera escucharlos en el gran comedor, mientras que a Cyno poco le importaba. Él y el peliblanco habían sido amigos desde el primer día en la academia, cuando se encontraron de golpe y Cyno decidió que se volverían mejores amigos gracias a aquel choque fortuito.
Este era conocido como el Gran Juez, dada su pasión por su carrera de Leyes. Y aunque fueran tan distintos, se complementaban misteriosamente bien. Porque Cyno era un bromista malísimo, y Alhaitham era el único que medio aguantaba sus chistes.

—Ya, pero, ¿podemos hablar de que todavía no has conquistado a Tighnari? Dijiste que lo harías en el primer año y yo no te he visto triunfar, Gran Juez— sonrió con malicia Alhaitham, haciendo que su amigo se ahogara —ahora sí— con su comida.

El peliblanco lo miró con recelo y murmuró demasiadas cosas que Alhaitham no entendió. Tras el descanso, cada uno tomó caminos diferentes para ir a sus respectivas aulas. Mientras Alhaitham se dirigía a los baños, su cabeza pensaba demasiado en Kaveh. Todavía recordaba frescamente su risa suave en el vacío de la biblioteca, su leve aroma que lo embriagó en segundos, y su presencia, como una luz cegadora, que lo cautivó incluso más de lo que ya lo había hecho antes.

Hundido en su mente, terminó por chocar con un pobre rubio más bajito que él, haciendo que algunos rollos de papel y útiles cayeran al suelo. El peliplata se arrodilló enseguida y lo recogió, mientras le devolvía al pobre chico sus bártulos.

—Disculpa, no te vi— murmura, limpiando suavemente las mangas de su túnica.

—¡Oh, Alhaitham! Qué agradable sorpresa.

Se heló. Todo su cuerpo se erizó bajo aquella voz armoniosa recitando su nombre. Sus ojos turquesas se fijaron en los rubíes contrarios; y casi pudo sentirse en un trance cuando observó a Kaveh tan de cerca. Su pulso se aceleró demasiado. El chico iba cargado con planos, artilugios, libros y maquetas, caminando sin apenas tener visión frontal.
Alhaitham, sin pensarlo, tomó todo de sus brazos de nuevo, haciendo un leve contacto con las manos ajenas.

—Kaveh, nos vemos de nuevo— dijo serio, cargando con todos los objetos del mayor.

Kaveh sonrió suavemente y asintió.

—No es necesario que me ayudes, tranquilo, iba a la biblioteca de nuevo— murmuró.

Alhaitham negó con la cabeza, agitando sus cabellos fuera de su frente y lo miró:

—Te acompaño hasta allí, entonces.

Kaveh sonrió agradecido, nuevamente, y empezó a caminar en silencio a su lado. Joder, joder, vale. Le estaba haciendo un favor a Kaveh. Tenía que estar tranquilo pese a que sus manos temblasen como gelatina y que sus ojos estuvieran inquietos, deseando volver a llenar su rango de visión con los dulces rasgos del chico.
Tras unos leves minutos, llegaron a la biblioteca, y en una de las mesas amplias, Alhaitham ordenó todos los objetos poco a poco, con la ayuda de Kaveh.

better than him ✧ haikavehWhere stories live. Discover now