Capítulo Uno

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01.


15 de enero de 1985.




Se necesita de nueve personas para formar un equipo de béisbol.

En el caso de April Moon, bastó con ocho jugadores y dos bates de béisbol para golpearlo hasta dejarlo inconsciente en la acera frente de la escuela.

No le gustaba el papel de víctima, es decir, no era la primera vez en su vida que recibía una golpiza por parte de tipos más grandes (o más idiotas) que él. En el mejor de los casos, estaba acostumbrado a ello. Sin embargo, sí fue la primera de la que no pudo levantarse por sí solo.

Fue a finales de noviembre del año anterior.

Hace mucho tiempo atrás, después de conseguir algunas hectáreas de tierra, la familia de April había montado el primer aserradero del pueblo; años más tarde, el negocio creció de tal forma que no había un solo leñador que trabajase por cuenta propia en todo el condado. Tenían buenas ganancias que venían de vender desde leños hasta tablas, incluso pinabetes en las temporadas festivas.

Ese noviembre, con el aumento de demanda de árboles para decoraciones navideñas, su padre le había pedido que trabajara por las tardes en el nuevo aserradero porque "un par de manos extra", les vendría bien.

El detalle estaba en que él no era igual de rápido que los otros trabajadores y los números no se le daban tan bien como para ayudar a su abuelo cobrando. Ya que tenía veinte tipos diferentes de flores en su jardín a los que les dedicaba horas de cuidado, su padre pensó que sería mejor para él asignarle un trabajo más minucioso, así que su tarea principal de la temporada era podar los árboles ya talados para darles forma de "arbolito de navidad".

Y no estaría del todo mal de no ser porque le tocaba cargar a él solo los árboles del área de descarga hasta el frente del aserradero, lo que le tomaba más esfuerzo y tiempo que el podar en sí.

Así que, dios, su trabajo era horrible. Lo odiaba. En serio lo odiaba. Bueno, en realidad odiaba hacerlo solo, porque no solía ser tan difícil.

Su padre no le pagaba nada por ayudarlo, pero su abuelo sí, a escondidas, pero un par de billetes que no tenía que justificar con nadie siempre eran bienvenidos. Además, tenía que pagarle con algo a su ayudante personal: Sean Grace Kim.

Era su mejor amigo en todo el mundo, era más que un hermano para él. Por fortuna también era más alto por mucho. Si Sean descargaba los árboles, y April los podaba, en un par de horas terminaban con la carga del día. Se llevaba la mitad de su paga, sí, pero se la ganaba justamente. De todas formas, Sean siempre necesitó el dinero más que él.

Resultaba extraño mencionar sus nombres juntos. Pero era necesario, no había forma de contar la vida de April sin mencionar a Sean.

En especial, cuando April aseguraba que todo lo que somos o alguna vez seremos como humanos se compone de las cosas que tomamos de los demás.

Sean quería ser beisbolista, y April no entendía mucho del juego. De niños, y aunque Sean quiso explicarle, nunca fue capaz de sentir nada además de cansancio cuando se trataba del béisbol. Su respiración se agitaba al correr, el sudor le incomodaba; pero a Sean, a él le brillaban los ojos cada que alzaba la vista para ver la pelota volar por el cielo.

CUENTOS DE ABRIL EN AGOSTOWhere stories live. Discover now