7. La oscuridad dentro del abismo.

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Elizabeth se encontraba en una mansión antigua, de estilo victoriano, que le resultaba familiar y extraña a la vez. La noche era oscura y tormentosa, y los relámpagos iluminaban las ventanas de forma intermitente. Elizabeth caminaba por los pasillos, buscando algo o alguien, pero no sabía qué o quién. Sentía una mezcla de curiosidad y temor, como si estuviera a punto de descubrir un gran secreto o de enfrentarse a un terrible peligro.

De repente, escuchó un ruido detrás de una puerta. Se acercó con cautela, y abrió la puerta con cuidado. Al entrar, vio una habitación llena de objetos antiguos y extraños: libros, mapas, cuadros, joyas, armas, instrumentos musicales, máscaras... Todo parecía tener un significado oculto, una historia que contar. Elizabeth se sintió atraída por un gran espejo que ocupaba una de las paredes. Se acercó al espejo, y se miró en él. Pero lo que vio no fue su reflejo, sino el de una mujer joven y desaliñada, de cabello negro y las cuencas de sus ojos vacías, estaba cubierta por sudor, lágrimas y sangre, esta le sonreía con malicia a Elizabeth. Elizabeth da un paso atrás, no pudo reconocer a la mujer y no se fía de lo que ve.

La mujer del espejo va tomando una forma física de a poco mientras parece salir del mismo. Elizabeth parecía un poco aterrada, aunque mantenía una postura firme, sus ojos no paraban de moverse mientras veía de arriba hacia abajo a aquella extraña mujer. -¿Qué o quién mierdas eres tú? - Elizabeth da otro paso hacia atrás mientras intenta mantenerse inexpresiva.

La mujer rápidamente aparece al frente de Elizabeth, tomándola de los antebrazos y acercando su cara al oído de Elizabeth.

La mujer tenía un tono de voz indescriptible, se escuchaba como un demonio, o como si demasiada gente hablara al mismo tiempo. - "El creyente es feliz, el que duda es sabio". No creas en nada de lo que oyes sobre nosotros. Duda, y ve más allá.

Elizabeth estaba paralizada, por alguna razón no podía moverse, esta mujer misteriosa la estaba reteniendo.

Después de unos breves momentos, la mujer se digna a ver a Elizabeth a los ojos. Y es como si Elizabeth pudiera ver el infierno a través de sus cuencas vacías. Todo era negro, pero al final de toda esa oscuridad, en el vacío parecía haber un gran incendio. Elizabeth puede contemplar montañas negras de azufre con un olor a mierda, cuerpos deformados que sufren en un eterno ciclo de tormento.

Elizabeth cerró los ojos, esperando su final. Pero nunca llegó. En su lugar, escuchó un ruido ensordecedor. Era el despertador, que sonaba con insistencia. Elizabeth abrió los ojos, y se despertó. Estaba en su cama, en la habitación con sus roomies, alrededor de las 6:30 a.m.

Elizabeth se encontraba bañada en su propio sudor. Todo había sido un sueño. Un sueño terrible y maravilloso. Un sueño que no podía olvidar.

Luego de aquel sueño, Elizabeth no pudo conciliar el sueño. Se mantuvo despierta tratando de dibujar su sueño, era pésima para dibujar y no podía mejorar en el dibujo, sus dibujos eran realmente malos y parecían hechos por niños sin brazos.

Para Elizabeth, dibujar solo era una pasión más que quería adquirir para seguir presumiendo lo multifacética que es, como una Barbie pero en blanco y negro, y piel morena.

Lo mínimo que pudo hacer fue dibujar varias formas poco reconocibles sobre los tesoros qué aún recordaba haber visto, y un tétrico espejo muy marcado con color negro y rojo. Parece que quería imitar aquel infierno que llegó a presenciar pero no lograba conseguirlo a través de un dibujo tan cutre y simplista.

Luego de varios intentos fallidos por retratar su sueño, le dieron las 7:00 de la mañana. Tenía que prepararse para su primer día de clases en Serenity Academy, después del horroroso día de ayer que solo pudo ponerla tensa acerca de la situación familiar.

La Academia SerenidadWhere stories live. Discover now