2. Lo que Roldán no sabía

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La resonancia magnética mostraba una masa oscura al lado derecho del pequeño pero hinchadísimo abdomen de Salomé. El neuroblastoma estaba empujando el hígado hacia adelante y había una alta probabilidad de que se diseminara hasta el tejido hepático y otras partes del cuerpo, sin embargo, era riesgoso extirpar tan rápido el tumor cuando está cerca de un órgano vital. Fueron las dos semanas más agotadoras en la vida de la niña y ella ni siquiera podía explicar por qué, nada de jugar, solo exámenes de una cosa y la otra. No podían quedarse en el hospital hasta que no decidieran si comenzar algún tratamiento o hacer la cirugía, por eso se iban para la casa unos días y después volverían a verse. O algo así le explicó el papá de Salomé a Roldán cuando le dio las gracias y se despidió con una palmadita en el hombro que necesitaba más él.

Roldán esperó a que se fuera el taxi, entró la silla de ruedas en un dos por tres, buscó a Andrea con la mirada y la saludó con la mano, le preguntó por Mariano en voz alta y ella se le acercó disimuladamente para contarle que ya no lo tenía y no sabía si lo iba a volver a tener. Un día la llamó la profesora a decirle que el niño no había ido a la escuela en toda la semana, pero Andrea lo había despachado a diario y lo peor de todo es que él llegaba al hospital a la misma hora de siempre. El día de la llamada, se hizo la que no sabía nada y esperó hasta volver a la casa para preguntarle qué estaba pasando, Mariano se dedicó a negarlo todo y guardar silencio. Andrea estaba tan, pero tan asustada y enojada de pensar en que iba a coger las mismas mañas que su hermana y entonces le pegó, le pegó hasta que una vecina tuvo que entrar a quitárselo y se lo llevó a dormir a su pieza.

Por la noche, la vecina escuchó un cuchicheo en la cama de sus hijos, Mariano les estaba confesando qué era lo que hacía en las horas del colegio y algunas noches cuando se le escapaba a su mamá. Hacía días se había encontrado un perrito en una caja cuando iba a estudiar por la mañana, como sabía que su mamá no lo iba a dejar quedárselo, le hizo un cambuche y se turnaba con varios amigos para cuidarlo y darle comida. Les dijo también que como su mamá le había gritado que se olvidara de ella, iba a aprovechar que no tenía que volver a acompañarla al trabajo y se iba a dedicar a cuidar al perrito y a buscar nosequé en Belén. Al otro día, cuando la vecina le iba a contar a Andrea, Mariano ya se había ido.

Como llevaban cuatro días buscándolo sin pista alguna, tuvieron que acudir a la policía. Cuando lo encontraron todavía tenía hematomas por los correazos que le dio su mamá y lo dejaron a cargo del Instituto de Bienestar Familiar. Andrea le dijo a Roldán que llevaba dos días haciendo vueltas para sacarlo de allá y ahora solo tenía que esperar, que iban a poner al niño con psicólogos y trabajadoras sociales hasta que comprobaran que no lo maltrataba constantemente y que tenía que llevar dos testigos la otra semana, pero el historial de su hija mayor no ayudaba mucho. Tenía problemas con las drogas, dormía más en la calle que en la casa y recién se había escapado de un centro de reclusión para adolescentes, por eso él la había visto tan formalita trabajando esos días cuando le compró el cable para celular y hablaron por primera vez. 

Roldán sólo podía pensar en el nosequé que Mariano se iba a dedicar a buscar en Belén, ¿la habría encontrado?

El único vigilante buena genteWhere stories live. Discover now