Esquirlas de la noche (Parte 2)

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Eran las dos de la tarde y apenas estaba levantándome a la realidad de mi nueva vida, con estrés y la alegría un poco ausente. Hacía tres días que había llegado a Medellín para ser mucho más que una montañera, porque según mi madre, eso era algo malo y ventajoso. No había tenido mucha suerte con encontrar trabajo, pero por suerte después de la noche en que conocí a Valentina la hija de la dueña de las piezas me dio trabajo temporal para organizar estas mismas, pues la señora se encontraba pasando por una enfermedad. Aunque eran pocos días, habían sido pesados de pensamiento y ligeros de tiempo; hoy se me presentaba la oportunidad de romper la rutina puesto que los muchachos me invitaron a rayar con ellos a una comuna cercana. La misma chica que me daba trabajo y posada, me cubrió para salir en esta noche y a su vez estar pendiente de su madre, la verdad es que no creía que estuvieran pasando tantas cosas positivas.

Camilo pasó por mi en su moto azul, junto con Kevin y Daniel quienes llevaban el resto de las cosas necesarias para poder realizar nuestro cometido: Un bafle, aerosoles, bombones y quién sabe qué más. Cuando partimos del recién conocido Robledo, no pude evitar estremecerme y sentirme ruda y libre como el sonido fuerte de las motos; no estaría sola nunca, o al menos desde que estuviera con ellos. Mi cabello largo se enredaba entre el viento y mi blusa blanca también jugaba e intentaba perseguirlos, desde el retrovisor izquierdo pude ver esta escena, al igual que en pequeños instantes entre resaltos Camilo, a quien sujetaba por los hombros con desconfianza para no caerme. Me estaba mirando tiernamente con una sonrisa que pareciera haber encontrado después de estar mucho tiempo perdida. Comencé a mirarlo a ratos cuando estaba lo suficientemente concentrado y no se daba cuenta; había algo en él que se me hacía interesante, pero me negaba mucho.

En los últimos tres días Camilo había ido mucho a las piezas y yo pensé en su momento que era por ser novio de Valentina, pero este resultó siendo su primo que quería como a un hermano. Hablamos en varias ocasiones, pero no muchas; Por otro lado, Daniel aunque lo había visto menos pasando por el barrio me parecía más simpático, pero sólo eso. Cuando llegamos a los muros justamente quien se ofreció a invitarme a una pola fue el mismo Daniel, que conocía mi situación e intentaba integrarme siendo la única mujer del grupo. No siendo más, después de comenzar a tomar como si se tratara de un rito tradicional, comenzaron a agitar latas y a pintar de aquello que les fluyera en el momento. Comenzaron las risas, los clásicos a retumbar en el bafle y en un instante yo ya estaba de pie incentivando a bailar a los muchachos. Siempre me había gustado bailar pero en el colegio nunca me dejaban hacerlo, así que aprovechaba algunas tardes con mis amigas para practicar en otros lugares y con música más libre como las letras de Ivy Queen. Ahora, con los nuevos amigos que tenía no sólo estaba aprendiendo, estaba comenzando a vivir.

Kevin aunque permanecía muy callado, mientras descansaba un rato de generar tanta revuelta me invitó a rayar al lado de lo que sea que fuera que ellos estaban haciendo, y yo sin pensarlo mucho me puse en acción. Sabía bailar, pero no pintar; Sin embargo, de alguna manera mi mano comenzó a fluir e hice una flor, una margarita rosada según yo. – Eso parece de todo menos una flor- Comentó Daniel juntó con una risa sarcástica. –Como muralista muy buena bailarina- Le complementó Kevin.  Entre risas por tantos comentarios nos alejamos a observar de lejos la pared y hacer suposiciones graciosas de lo que sería mi intento de margarita. Todo esto hacía que la noche fuera la mejor en mucho tiempo, sólo hacía falta la presencia de Valentina.

Fue cuestión de instante para que la alegría venidera de Camilo y la cercanía creciente de Daniel y Kevin se redujera a un solo momento. Llegaron ellos, los que siempre tienen que llegar a los lugares tranquilos, a los barrios desolados. Tenían un arma grande, una que yo jamás pensé volver a ver en mi vida desde que unos hombres con una igual se habían llevado a fuerzas de la finca a mi padre; parecía que la desgracia me perseguía, o específicamente, a quienes me querían. Esta vez no se llevaron a nadie, por su contrario, dejaron a Kevin y a Daniel en el suelo después de tantos disparos sangrientos. El frío que me invadió al verlos morir al frente mío me dejó inmóvil por unos segundos, pero a mi lado tenía a Camilo que había salido ileso por suerte tomándome de la mano, y diciéndome que corriera para evitar que termináramos igual.

Nuevamente estábamos él y yo huyendo, pero ahora en soledad, sin música, con el dolor en cada latido. No podíamos seguir como si nada, aunque ya la noche se fuera consumiendo; decidimos llegar a la acera de su casa como único lugar donde posiblemente estaríamos más seguros. Teníamos tanto miedo, que las palabras sin decir se convirtieron en mi cabeza en su hombro sentados mirando un gato negro que pasaba por el techo de al frente.

-Lo siento mucho- fue lo único que entre la voz quebrada logré decir. -Ya no hay nada que hacer Betania, así son las cosas aquí- Respondió él. Yo sabía que no era fácil lo que pasaba, Camilo no sólo había perdido a sus amigos, había perdido a sus compañeros de trabajo y materiales, pues aquello que los sostenía era su trabajo los fines de semana en recorridos turísticos de la Comuna 13. -Usted no está sólo, estamos Valentina y yo, y si es por el trabajo, yo estoy organizando la terraza para sembrar unas cositas- Dije con ánimos de darle más esperanzas de vida, pero sólo creció el silencio que habitaba en la calle.

Camilo, en ese silencio tomó la fuerza para derrumbarse y responderme diciéndome entre lágrimas: -Betty, yo sólo quiero tenerla a usted, no quiero a nadie más, no quiero a más gente mala-. Sólo ahí, con su mirada perdida y con su mundo derrumbado comprendí que este hombre en serio me necesitaba. Necesitaba amor, alguien que creyera en él y en su cambio, y yo era la única persona que tenía y a quién le pedía ayuda. Asenté con la cabeza y con una sutil sonrisa le tomé las manos para que supiera que estaba cerca; Sin embargo, también porque sabía que, si empezaríamos juntos, era momento de decirle mi verdad. Lo pensé mucho, pero no lo dudé, era el momento adecuado y era mi necesidad contarlo. Así que entre lágrimas me llené de valor y le dije: -Soy Trans-.

No me dijo nada y yo me asusté de que nuevamente mi vida volviera a costarme mi libertad, pero ese silencio sólo fue introductorio para que él me sonriera y se acercara a mí, me acomodara el cabello detrás de la oreja y me abrazara. Por fin descubrí lo que era no sentirse sola.

Grafiti de mujerWhere stories live. Discover now