1

0 0 0
                                    

La verdad no sé cómo empezar, ni por dónde.

Nunca fui muy metódica ni ordenada, y menos con mis pensamientos, pero empecemos por algunas anécdotas tristes, quizá deprimentes, pero que lamentablemente me hicieron lo que soy hoy. Porque somos construcciones de nuestras vivencias.

Desde que tengo memoria, sufrí bullying. No violencia física, pero violencia al fin.

Nunca voy a borrar, por más que quiera, uno de mis primeros días en jardín de infantes. El día estaba muy lindo, soleado, sin ninguna nube. Pero hubo algo que nubló mis ojos con lágrimas.

Mis compañeros se estaban haciendo amigos, jugaban en el castillo, otros en el tobogán, y yo un poco tímida, me acerqué a una nena.

De mi boca salieron cuatro palabras que para mí significaban el inicio de algo muy importante, y más en la vida de un nene cuando arranca a socializar, o eso creo yo.

"¿Querés ser mi amiga?", dije sonriendo y esperando que esa nena llamada Fiorella me invite a jugar. Me respondió muy fría "no" y yo no tuve otra respuesta fisiológica más que llorar. ¿Por qué reaccionaba de esa manera si había veinte nenes más con quién podía intentar ser amigos? Y eso fue justamente lo que me dijo mi maestra. No la culpe en el momento, porque era una pequeña inocente que recién empezaba a formar vínculos (o intentarlo) y tampoco sabría por qué, tenía tan solo cuatro años.

Pero hoy en día, me pongo a pensar si esa maestra lo dijo más a modo de reto o de recomendación. No fue la única que me retaba por llorar por cualquier cosa que me afectara.

Cuando estaba en la primaria, un compañero que se llamaba Ángel, volcó tinta china en mi campera nueva; otra vez rompí en llanto. Tenía unos 7 años, pero no importaba qué pasara, por más chiquito que sea, yo lloraba. Las lágrimas salían automáticamente, pero como si las señales que mandaba mi cerebro a mi cuerpo ante ciertos estímulos, no las creara yo, si no alguien más.

Alguien que claramente mucho no me apreciaba, porque yo sólo lloraba. Sigo sin entender tanta vulnerabilidad.

Pero volviendo al tema, como dije previamente, no soy para nada ordenada. Mis compañeros siempre me marginaban, sin una razón válida. No digo que existan razones para lastimar a alguien, pero muchas veces me dijeron que me odiaban por mi timidez. Ahí fue cuando me volví mucho más introvertida.

Porque no sólo se burlaban de mí, de mi ropa, de mi acné por estar en plena pubertad, o de cualquier cosa que yo haga; me ponían apodos como "Nemo" porque decían que era fea como un pescado. Se daban las invitaciones de cumpleaños a escondidas mía, pero muchas veces escuchaba sus susurros: "escondela, que ahí viene Natalia". "¿No vas a invitar a Natalia, no?".

Así fue que con el tiempo desarrollé tal ansiedad, que sexto año, no sólo no fui de viaje de egresados ni a la fiesta, si no que lo hice en mi casa. Porque no soportaba ir a ese lugar tan hostil, lleno de gente que me basureaba. Y yo no sabía defenderme, sólo lloraba o explotaba en ataques de pánico.

Una vez, en quinto año, la profesora de inglés me dijo que lea un párrafo. Yo antes amaba esa materia, pero en ese momento al sentir risas burlonas y la mirada de todos sobre mi nuca, con cada palabra que leía, más aceleraba la velocidad de lectura. Solo quería que se terminaran esos segundos dónde todos estaban atentos a lo que yo hacía.

Terminé de leer casi sin poder respirar, no solo por lo rápido que leí, si no porque estaba en medio de un ataque de ansiedad.

Un día no soporté ni escuchar el nombre del colegio, y simplemente pedí estudiar en mi casa. De hecho, casi no salía, porque también tenía miedo a que me pase algo en un lugar donde me sienta desamparada. Pero hubo final feliz, o uno un poco menos triste, porque recibí mi título de bachiller.

Ahora, ¿por qué no me cambié de colegio? Porque me llevaba bien con dos compañeras. Una de las cuales me dijo que una blusa "me hacía más gorda", una de las frases que desencadenó mis trastornos alimenticios años después.

También por miedo a pasarla peor en un terreno desconocido. Ya conocía ese lugar, esa gente, y ese pesar de tener que ir todos los días de lunes a viernes a un lugar donde no te soportan, ni vos soportás estar.

Pero siempre conocés a una persona peor que otra, sólo que muchas veces no lo ves porque estás cegado por amor.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 09, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Viviendo al límite Donde viven las historias. Descúbrelo ahora