1. Navidad.

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Christina había sido mi tutora durante el verano después de que mis padres murieran en un supuesto accidente. Claro que eso fue antes de que yo supiera que eran mis padres adoptivos y no los verdaderos. Pero igualmente les quería, pues habían sido los únicos padres que había conocido. No tenía ni idea de como eran los de verdad. Ni siquiera hice el esfuerzo de imaginarlo. Supe que eran buenos y con eso me bastaba.

-¿Quieres mas?.- dijo Christina ofreciéndome más pollo relleno.

-No, gracias.- respondí amablemente pero falsa en mi interior.

Si no fuese porque el pastor de la pequeña ciudad en la que vivíamos se encontraba presente cenando con nosotras, ni siquiera le habría contestado y ella ni me habría ofrecido más comida de la suficiente para sobrevivir un dia más.

-Debes comer algo más pequeña.- insisitió el pastor, que por alguna razon no cenaba hoy en la iglesia.

-No señor, ya estoy servida, no suelo comer mucho en mi dia a dia.- lancé una mirada acusadora a Christina.

-Cambia esa cara mujer, ¡estamos en Navidad!.- exclamó el pastor alzando los brazos.

-Si, pero no tengo familia con la que celebrar.- dije fingiendo estar apenada. Con suerte, dándole algo de penita me sacaría de esa casa y me llevaría con él a la iglesia. Aunque pensándolo mejor, preferiría estar en el internado antes que encerrada entre santos y túnicas.

-Basta de cháchara, vamos a cantar algunos villancicos.- intervino Christina fingiendo ser la madre perfecta.

-Yo creo que paso.- me levanté ruriosamente de la mesa y subí las escaleras para ir a mi cuarto.

Podia observarles a los dos envueltos en esas luces tan molestas que me producian un insoportable dolor de cabeza. Aun no me acostumbraba a ello. El pastor estaba rodeado por un reflejo marrón y a Christina la envolvía tambien una luz pero algo verdosa.

- Lo siento padre, ya sabe que estos adolescentes de hoy en dia...- se disculpó Christina con el pastor.

Sonreí algo malévola al escucharla en ese tono de súplica. Y me arrimé más a la pared de la escalera para escuchar mejor la conversación.

-Te entiendo querida, me duele decirlo pero a estos chavales les haría falta mano firme.- confesó el pastor.

-¿Se refiere usted a...?.- se sorprendió mi tutora.

- Si, exactamente. Tengo en la iglesia algunos látigos, o cinturones antiguos, por si quieres que te acerqué alguno y...- me quedé de piedra.

-No se preocupe padre, yo se como arreglármelas con ella. De hecho la tengo en un internado durante todo el curso. Así que aquí en casa no es ninguna molestia salvo en vacaciones.- le explicó.

-¿De que internado se trata?.- preguntó bastante interesado.

-Silverhigh.- confesó.

-Ah,claro, he oído acerca de ese lugar. Me parece que es perfecto para ella. Aunque me sorprende que haya durado tanto. Alli suelen tener mano dura con los rebeldes.- rió.

Abrí mis ojos como platos. Obvio que no tenía ni idea de que internado era, estaba fingiendo que lo conocía seguramente para aliviar a Christina.

-Oh si, su estancia alli no es fácil, pero es lo mejor para ella.- rió Christina, que tampoco tenía ni idea del internado.

-Brindó por ello.- se escuchó un choque de copas y me fui indignada a mi habitación.

Semanas atrás, cuando Christina me recogió del internado me llevé una grata sorpresa, pues no venia en la chatarra que tenia antes por coche, sino en un coche más familiar y moderno. Aún olía a nuevo en su interior. Y no me alegraba por ella, sino por mi. El camino en el otro coche se me había hecho eterno pero siendo nuevo tenía donde entretenerme e iba mucho más cómoda.

Al igual que cuando me abandonó a mi suerte en aquel escalofriante internado meses atrás, llegó con indiferencia, sin abrir la boca en ningún momento, sólo para reñirme cuando me ponía a toquitear el coche. Ni siquiera me preguntó por mi estancia alli.

La verdad tenía curiosidad por saber como estaba mi cuarto, y por un lado tuve suerte ya que estaba tal y como yo lo deje la última vez. Por otro lado, era un desastre y una faena enorme que Christina me había dado, pues como he dicho, estaba tal y como lo dejé. Mi cuarto no había sido ni ventilado, ni limpiado, ni nada de nada en tres meses.

La primera semana de vacaciones me la pasé de compras, sí, de productos de limpieza y metida en mi cuarto desinfectándolo todo.

La segunda semana, si que fui de compras de las de verdad porque entre tanta limpieza encontré algún dinerillo que tenía escondido en en marco de la ventana de mi cuarto, ya que este tenía como un doble fondo. Las fueron, a parte de esas de ropa y maquillaje, también de libros.

Investigué un poco en las bibliotecas de mi ciudad por si encontraba algo que me explicase las luces que veía. Mire libros sobre el después de accidentes, traumas cerebrales y otras barbaridades que se me habían ocurrido. Pero ningún libro de medicina ni de psicología hablaba de esos reflejos de colores tan odiosos.

Salí de mis pensamientos al escuchar como comenzaba a llover a fuera.
Levanté las hojas del calendario que se encontraba pegado en la pared, justo al lado de la ventana, en la que solía pasar bastante tiempo asomada. Era jueves y sólo me quedaba un fin de semana en ese infierno de casa para regresar al que ahora era mi hogar: el internado Silverhigh.

Pandora. [Justin Bieber Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora