capítulo 1

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Hyunjin detesta su propia vida.

En una habitación vacía y oscura, el reloj marcaba las doce con veinte de la madrugada.

Botellas vacías de vino y un desorden de papeles viejos hacían compañía al hombre sentado en el suelo.

Con un traje desaliñado y con manchas de vino en el, el cabello sudoroso y una barba en crecimiento de cuatro días, Hwang Hyunjin celebraba su cumpleaños número cuarenta y dos.

Y lo odiaba.

¿Desde cuando su vida había ido pudriéndose poco a poco? ¿cuando todo terminó de una forma tan hueca e infeliz?

Recuerda que era uno de los mejores jugadores de americano de su escuela, pero al tener una familia numerosa y con una economía que pendía de un hilo, decidió dejarlo todo para ser administrador de empresas.

Dejó de contestar los mensajes y llamadas de sus amigos para hundirse en el trabajo y beber con su jefe. Y en poco rato ya estaba envuelto entre la vida galante que significaba ser la mano derecha y el hijo sustituto que su jefe nunca pudo tener.

Se alejó de su familia por vergüenza. Eran muy ruidosos, extraños y manchaban su imagen.

Tuvo algunas novias, pero ninguna al final estaba contenta y reclamaban su tiempo, ¿que no era suficiente con los regalos?

De todas formas, lo único bueno que tenían era su físico.

Por desgracia, la idea que tenía del amor y una pareja, en un ambiente cómo el suyo simplemente no había lugar para algo así.

Había tenido que renunciar al amor.

Amor...

Recordaba algo así, en la preparatoria. Era su primer día de segundo año y había un chico de bellisimos ojos zorrunos sentado en una esquina de aquel salón vacío. Parecía dibujar algo en un cuaderno mientras escuchaba algo en sus audífonos, los cuales tenían stickers de animales marinos.

Su pecho se apretujó, su estómago cosquilleó y su pecho luchó por mantener dentro a su corazón, el cual  pareciera querer salir de prisa.

A Hyunjin también le gustan los animales marinos, también le gustaba el libro que salia ligeramente de la mochila del chico, reconociendo la portada de Orgullo y Prejuicio.

Había algo en Hyunjin que le gritaba por acercarse al azabache. Pero no lo hizo.

¿Que le diría de todas formas? Ni si quiera sabia si ese chico podría corresponderle alguna vez.

Lo vio un par de veces en su carrera, a lo lejos, entre suspiros anhelantes y un corazón desbocado.

Años después, cuando Hyunjin tenía veintisiete, en uno de los muchos mensajes sin responder de Han Jisung, había una foto de sus viejos amigos en la boda de un amigo de Bang Chan. Yang Jeongin (cómo se leía en la invitación) se había casado con quien era su corredor en el equipo de americano, Goo Gunil.

Cuatro botellas fueron suficientes para ahogar la frustración.

Dos mensajes después de aquella foto, Jisung dejó de escribir.

Tenía tanto arrepentimiento guardado en el pecho. Todo se sentía mal. Equivocado. Incorrecto.

Pero, ¿cómo deshacías la vida que tú mismo elegiste? ¿cómo dabas marcha atrás para elegir otro camino?

Esto no era cómo en los video juegos que Felix jugaba.

Sólo había una forma de deshacerse de ese mar de emociones desagradables que lo atormentaban día con día. Ahogándolo cada vez más.

Latidos que no dije /HYUNINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora