3._Silencio

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Aquel ser humano tomó la taza de su mano de una forma casi infantil. No estaba para nada relacionado con un recipiente como ese y lo observó por un rato como si hubiera intentado averiguar cómo funcionaba.

– Pruébalo– le ordenó Zamasu en la rivera de su paciencia. La actitud tan curiosa e ingenua de esa persona lo estaba poniendo de mal humor.

–Está caliente– exclamó tras beber un pequeño sorbo y saco la lengua para abanicar sobre ella con su mano libre– Pero sabe bien. Mejor que el agua– agregó después de probar el té otra vez.

–¿Mejor que el agua?– repitió Zamasu como si jamás hubiera considerado una idea como esa. Apoyó su rostro sobre su mano y observó al humano que continúo bebiendo el té y terminó recordando lo mucho que a su maestro le gustaba esa infusión. En especial la que hacía él.

–¿Tienes más?– le preguntó el ser humano extendiendo la taza hacia él.

–No– respondió, pero mintió.

–¿Puedes conseguir más?– le preguntó haciéndolo fruncir el ceño. Esa persona era demasiado insolente. Contrario al día anterior, en ese momento, no le mostraba ningún temor.

Zamasu se puso de pie y con un movimiento de su mano hizo desaparecer la taza de entre los dedos de la persona que no entendió que había pasado. Poniendo los brazos a su espalda, el dios, vio como esa criatura buscaba la taza en todas partes y no notó lo cerca que él llegó hasta que se inclinó para verle al rostro. La cara de ese pequeño ser humano era muy tersa. No tenía quemaduras por el sol, lunares o manchas de ningún tipo. Su aspecto era un tanto frágil además de harapiento. Sin embargo, no estaba sucio u olía mal.

– No eres tan malo como pensé– le dijo el humano parándose de puntas para mirarle a los ojos.

Zamasu solo se sonrió con desprecio al oír esa expresión y enderezando su cuerpo dió un paso al costado para pasar junto a la persona.

–¿Por qué me agrediste ayer? ¿Estabas enojado?– le preguntó el ser humano logrando que Zamasu volteara a verlo desde la puerta.

– Quería terminar contigo. Tú no deberías estar mancillando la belleza de este planeta– le respondió sin hacer un solo esfuerzo por esconder su aversión a él.

–La verdad yo no sé que hago en este mundo. Un día solo desperté aquí y cuando busqué a otras personas no encontré a nadie– le respondió el ser humano.

–¿Despertaste aquí?– repitió el dios e inclinó la cabeza a un costado.

La persona asintió con la cabeza y paso corriendo junto a él. Sus pasos no hacían ruido, notó Zamasu. El ser humano se paró en lo que quedaba de la terraza y apunto con la mano del otro lado del lago, extendiendo todo el brazo en una línea recta, como una veleta.

–Por allá– exclamó con mucho entusiasmo– Yo desperté por allá– reitero.

Zamasu dirigió su gris mirada hacia donde el ser humano apuntaba y contempló el paisaje en silencio mientras esa persona le decía que habían unas grandes piedras ahí y otro montón de cosas. No lo parecía, pero el dios le estaba poniendo mucha atención.

–Dices que despertaste en medio del bosque un día– le interrumpió– ¿Tú solo?– preguntó Zamasu buscando a la criatura con su mirada y para su sorpresa la encontró en la rivera del bosque tras la cabaña.

–¡Gracias por el té!– le gritó agitando la mano antes de echarse a correr entre los árboles.

–¡Espera, humano! ¡No te vay..!- exclamó Zamasu, pero no termino la última frase– ¿Acaso estuve a punto de pedirle que no se fuera?- se cuestinó en su cabeza y el repudio que le generó esa idea lo llevó a soltar un pequeño gruñido.

Solo.Where stories live. Discover now