Capítulo 7

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ELENA


El tercer nivel de la mansión es de los nietos de Lourdes —y de Lourdes, aunque esta se encuentra fuera—, y el segundo nivel es para los invitados. O sea, para nosotros.

Empezando por el lado derecho de nuestro pasillo, por el Este, la primera habitación la he ocupado yo; la contigua Rosa; y la que queda al otro lado y está más alejada de las escaleras, Izan.

Por tanto, los pies de Mikel gravitan sobre mi techo, al que ahora mismo estoy mirando desde la cama. Apenas he tardado en guardar mi equipaje en los roperos gracias a lo ordenada que tenía la maleta, por lo que puedo permitirme descansar un poco y entretenerme apreciando el dormitorio.

Es elegante, clásico y cinco veces más grande que el mío de Burgos. Cuenta con un servicio con ducha, bañera, inodoro y lavabo con espejo; un vestidor y tocador integrados en la estancia, sin paredes que los resguarden; una cama acompañada por dos mesillas y un sofá a los pies, frente a una televisión colgada en la pared; un rincón de estar con dos sillones de rizo y una mesita junto a las ventanas; y una salida al balcón adornada con una colgadura morada.

Tiene decenas de metros cuadrados y en todos ellos se respeta la línea de decoración del palacio. Es tan armónico. Tan acogedor. Que me relaja. Me dan ganas de cerrar los párpados y...

—¡Tía! —me asalta Rosa—. ¡Esto es una pasada!

Se lanza sobre mi colchón y rechisto:

—¡Chis! Fuera. A los sillones.

—¿Por?

—Me arrugas las sábanas.

—Luego las plancho —se cachondea y se acomoda sobre sus rodillas—. Sabes, creo que voy a meter fichas a tu primo el de la toalla.

Copio su postura y espeto:

—Andoni.

—Ese. ¿Qué tal si ligo con él?

—¿Y Javier? —Le recuerdo el chico con el que estaba quedando en Burgos:

—¿Javier? ¿Tienen otro hermano?

—No. Me refiero a tu rollete.

—Ah, ese Javier. Tan solo nos veíamos de vez en cuando y ya ni eso. Hemos roto.

—¿Hemos? —La desafío empleando un tono cargado de suspicacia.

—He roto, sí, yo. Una no se puede ir de vacaciones de verano con algún tipo de atadura, por pequeña que sea. ¡Eso es indiscutible!

Lo que es indiscutible es que nuestras personalidades no pueden ser más distintas y que el entendimiento ni siquiera nos ronda. Pero argumentar en contra de su teoría sería en vano:

—Bien, Rosa. Pues liga con Andoni. Por mí como si os enrolláis todo con todos.

El Palacio de las Tentaciones —le pone título.

—Eso mismo.

Lo medita.

—Estaría guay. Pero no. Solo voy a por el hermano pequeño.

Tiene diecinueve años frente a los veinticinco de Mikel. Lo sé porque me lo dijo mi madre cuando, tras el encuentro en el funeral, mostré cierta curiosidad por el niño rico que juega a ser jardinero.

Reconozco que Mikel me llamó la atención, por ello me cuesta mucho comprender la elección de mi amiga. Tengo que hacer un sobreesfuerzo por mantenerme impasible, porque para mí el más atractivo de los hermanos Ibarra es él. Y aunque no lo pienso admitir, la intriga me puede:

El último amanecer de agostoWhere stories live. Discover now