Las flores rojas me recuerdan a ti

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Cualquier persona dentro de la Agencia Armada de Detectives sabe que algo extraño está sucediendo en uno de sus miembros, especialmente en Osamu Dazai.

Incluso él lo sabe. Sabe lo extraño que puede resultar que esté frente a la pantalla de la computadora sin que se haya quejado primero o que no esté acostado en el sillón leyendo un libro o con los audífonos puestos, ignorando el trabajo que tiene que hacer y los reproches de sus compañeros. En la oficina solo se escucha el sonido de los teclados y de las hojas que son revisadas por Kunikida. Debe estar asegurándose de que los informes estén bien redactados.

Se trata de un día tranquilo en la Agencia donde cada integrante está en sus propias actividades, y quizás para mantener esa tranquilidad, es que ninguno menciona nada de lo extraño que está siendo el suceso que nunca imaginaron que pasaría. Puede ser que estén pensando en que está haciendo el reporte que le pidió anteriormente Kunikida, pero la verdad es que no está haciendo nada.

Está fingiendo estar concentrado en el reporte cuando en realidad solo escribió dos líneas y después se detuvo. Para no levantar ninguna sospecha siguió con la mirada fija en la pantalla para actuar como si estuviera leyendo algo, solo que no está seguro de cuánto tiempo más podrá mantener la farsa. Ya siente su vista cansada; quiere levantarse, tomar el libro que tiene a un lado, buscar sus audífonos y decirle a Kunikida que haga el resto por él, aún sabiendo que se negaría diciendo: "hacer la parte del trabajo de un maniático suicida no está escrito en mis ideales".

Al final lo que hace es recorrer la silla hacia atrás, alza los brazos y los sacude a los lados mientras suelta un gran suspiro que puede resultar en la interrupción de la atmósfera tranquila de la oficina, pero es que está aburrido y no quiere regresar su vista a la pantalla.

—Dazai, ¿te encuentras bien?

La pregunta hecha por Atsushi, su subordinado, hace que se reincorpore en la silla y lo mire. Lo primero que piensa es que no entiende el porqué de su expresión preocupada. No es como si en Yokohama hubiera una organización enemiga y tuviera que decirle que haría equipo con Akutagawa con el fin de preservar la paz de la ciudad porque eso no es algo que vaya a pasar en este momento, más bien tendría que disfrutar estos momentos en los que todo está con mucha normalidad, pero sabe que esa no es la razón de su pregunta.

En lo segundo que piensa es que no se encuentra bien, desde la mañana tiene un dolor en la garganta que le da el presentimiento de que va a enfermarse de gripe, lo que sería muy extraño para él porque el clima no es nublado, más bien es soleado y no ha habido ningún cambio brusco en la temperatura. Luego recuerda las veces que tosió y encontró pétalos de una flor roja en su ropa, así que no logra comprender bien lo que le está pasando, pero decirle eso hará que aumente su preocupación y no es algo que quiera.

—¿Eh? ¿Por qué la pregunta, Atsushi?

Sabe que si se queda callado mucho tiempo aumentará las sospechas, es por eso que tiene que fingir que no sabe a lo que se refiere y que para él no está pasando nada extraño. Para convencer a Atsushi termina por cerrar la laptop en la que estaba trabajando. No importa si pierde el progreso del reporte, no es como si hubiera hecho un avance significativo.

—Es que… —Atsushi se detiene, parece nervioso, sus ojos miran a otro lado—. Es que te vi tan concentrado que se me hizo raro.

—Oh, ¿en serio?

—¡Sí! —responde asintiendo y luego dirige la mirada hacia la persona de enfrente—, ¿no piensas lo mismo, Kunikida?

—Para mí sigue siendo el mismo holgazán de siempre.

Kunikida no aleja la vista de la pantalla, sigue escribiendo y leyendo las hojas que tiene a un lado. Por un momento creyó que los callaría por estar hablando en vez de seguir avanzando en el trabajo.

Flores rojas ||Soukoku|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora