Capítulo 4 - El día más feliz de su vida

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Habían pasado dos años y medio desde que había descubierto que era mago y, durante todo ese tiempo, su vida no había hecho más que mejorar. Había podido deshacerse de unas personas que ya no encajaban con él y que en el fondo no eran buenas. Había hecho varios amigos en el nuevo colegio, amigos de verdad, de esos que aparecen de vez en cuando para alegrarte un poco más la vida. Lilian y Leo eran un claro ejemplo de ello. Todos sus esfuerzos habían conseguido que terminase la escuela media con un notable y un reconocimiento especial de la escuela por su determinación. Había conseguido, no solo las habilidades mínimas esperadas de cualquier mago de su edad, sino unas cualidades destacables entre los demás alumnos de la promoción. Y, lo mejor de todo, era que al día siguiente empezaría las clases en el Bhainn Daiocht, uno de los mejores colegios del país y el que mayor número de títulos acumulaba en sus vitrinas. Estaba deseando entrar en el equipo y conocer al resto de miembros y al que sería su compañero. El simple hecho de pensar en entrar en un estadio, ver a toda la gente en las gradas gritando su nombre, la posibilidad de ganar el trofeo... le aceleraba el corazón. Aiden se tapó la cara con las manos emocionado. Sentía que por primera vez todo encajaba.

Cuando las ruedas tocaron la pista y el avión se agitó ante el impacto, Aiden todavía tenía dudas de si las palpitaciones que lo acompañaban desde el despegue tenían algo que ver con su miedo a las alturas o por su inminente ingreso en la nueva escuela superior. Nunca había tenido ningún problema para relacionarse, pero una cosa era hacer amigos nuevos y otra muy diferente era cambiarse de instituto en medio del curso escolar.

Nada más bajar del avión le mandó un mensaje al grupo que tenía con Lilian y Leo, diciéndoles que acababa de aterrizar. No tardaron en contestarle con emoticonos de fiesta y corazones. Todos se iban a echar mucho de menos, pero habían prometido mantener el contacto y, al menos Aiden, estaba dispuesto a cumplirlo.

—El coche nos espera fuera de la terminal—dijo su madre con el teléfono pegado a la oreja.

—Tenemos que recoger primero las maletas—comentó Aiden mientras se colgaba la funda de la guitarra sobre el hombro.

Al final solamente se había llevado una, ante la insistencia de su madre de no dejar su antigua habitación vacía, aunque en el fondo temía por absolutamente todas las pertenencias que habían quedado atrás.

Su padre caminaba a su lado y, aunque aún le seguía doliendo el recuerdo de aquellos años en los que este estuvo ausente, suponía que debía apreciar que volviera a estar a su lado apoyándolo, en aquel momento tan importante. Todavía estaba aprendiendo a aceptar que su padre no era el héroe que siempre había creído, sino un ser humano lleno de defectos, como cualquier otro.

Después de recoger las maletas, se montaron en el coche que los estaba esperando en la puerta de la terminal. El camino hasta el colegio era de menos de veinte minutos, ya que las instalaciones se encontraban prácticamente en el centro de la ciudad. Durante el camino atravesaron las amplias praderas de Yameta, uno de los centros de entrenamiento de duelistas de equipos profesionales de élite, y a pesar de que Aiden llevaba más de un año deseando ir allí, los nervios que sentía en ese momento no le permitían disfrutar de las vistas.

Cuando el coche se paró delante de la escuela, cerca de las once de la mañana, Aiden se quedó contemplando la imponente fachada. Era un edificio bastante moderno, en forma de u, con cinco alturas. En el centro, una fuente en mitad de los jardines daba la bienvenida a todos los estudiantes.

En la actualidad, la institución reunía a casi seiscientos alumnos de los tres cursos de la escuela superior. La mayoría de los estudiantes accedían a través de unas pruebas de nivel al terminar la escuela media, aunque en ocasiones, cuando el candidato era extraordinario, los reclutadores los iban a buscar en persona.

Victoria ColateralWhere stories live. Discover now