6: La carrera contra el tiempo

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~ELENA~

Después de que Daniel preguntó por Andrés, en la cabaña se creó un silencio absoluto. Nadie había notado que se había ido, estábamos absortos en nuestra conversación. Le dediqué una mirada de incredulidad a Carlos. Había una tormenta desatándose afuera, ¿Por qué decidiría salirse de la cabaña?

- Tenemos que encontrarlo. - decidí mientras me acomodaba el cabello para atrás. - Ahora. Podría pasarle algo en la lluvia. Resbalarse con el lodo, lastimarse con alguna rama, algo. - expliqué. Fue como si mis palabras los sacara de un trance a todos. Lucía se comenzó a rascar la mano y miró a la puerta. Tenía la mirad ausente, perdida. Como si ni estuviera ella aquí.

- No es necesario. - murmuró, y para nuestra sorpresa, segundos después la puerta se abrió, dejando al descubierto a un Andrés empapado. El hombre se tambaleó un poco mientras ingresaba al lugar. Cerró la puerta detrás de él. Tanto Daniel como Carlos corrieron a sostenerlo cuando dió indicios de que no se podía mantener de pie por su propia cuenta. Se tambaleó un poco mientras jadeaba. Carlos lo sostuvo del hombro, permitiéndole recargar todo su peso en él.

- ¿¡Estas loco?! ¿Para qué sales, idiota? ¿Qué sucedió?- interrogó Daniel en un tono bastante preocupado y molesto, dándole un leve golpe en el hombro antes de pasar sus manos por los brazos del hombre, queriendo saber si estaba herido o no.

- Oigan, chicos...- susurró Andrés con la voz ronca mientras levantaba su teléfono y nos lo mostraba. Esbozó una media sonrisa. Se veía agotado, como si hubiera corrido un maratón - Creo que deberían de ver esto. - ofreció. Fui la primera en reaccionar y tomé su celular mientras que los de,as lo sentaban en el suelo. Deslicé mi dedo por la pantalla.  Me pedia la contraseña. Ni siquiera tuve que preguntar cual era, porque se me adelantó. - Los Angeles Lakers.  - informó y una sonrisa burlona se asomó en mi rostro, pero se esfumó tan rápido como apareció cuando se abrió en su galería de fotos.

- ¿Qué rayos es eso? - cuestionó Carlos, mientras se acercaba a mí para ver mejor. Pasó su mano con delicadeza por mi hombro mientras fruncís el ceño, y me odié por sentir que mi corazón se aceleraba al tenerlo tan cerca.

- Una advertencia. - susurró Lucía. Estaba recargada en la pared de la cabaña, con los brazos cruzados. Noté que sus ojos estaban cristalizados, inundados por las lágrimas que atenazaban con resbalarse por sus mejillas.

- ¿Qué? - pregunté, entré confundida y asustada. No tenía ninguna razón lógica o científica que pudiera explicar todos esos fenómenos excepto que los cinco hayamos perdido la canela y estemos locos, compartiendo la misma alucinación.

- Yo... te vi, Andrés. Como corrías para acá. Vi el árbol.- intentó explicar ella, con la voz cortada, y se ti como se me iba la respiración. Todos se quedaron callados, absortos en sus propios pensamientos. - Fue como....  No lo sé. Podía sentir lo mismo que tú sentías,  pero te veía desde lejos, en las sombras. - miré la foto en el teléfono de mi amigo. El árbol lleno de símbolos... Significaba algo, estaba segura. Solo que no sabía qué era.  - Creo que debemos volver al árbol. Hay algo importante ahí. - informó ella mientras se enderezaba y caminaba hacia todos nosotros. - Ahora.

- ¿Ahora? - preguntó Carlos, con un tono de duda en su voz.

- Ahora. - confirmó Andrés. - Esto es... más grande. Que todos nosotros, incluso. Debemos ir. Lo...

- Lo sientes. - completó por él Lucía. Los miré atónita. Haber, parecía como si tuvieran una especie de telekinesis mutua, lo cual era bastante raro y literalmente imposible. Todo se estaba saliendo de control, y no lograba comprender lo que pasaba. Eso me aterraba más de lo que me gustaría admitir. Sentí que mi labio inferior tembló, y una ráfaga de escalofríos me recorrió. Sentí el brazo de Carlos rodearme de la cintura, pegándome a él. Sintiendo su calor. Había pasado tanto tiempo desde que habíamos estado juntos, y aún así el sabía cuando empezaba a sentirme nerviosa o estresada. Dejé que su calor me reconfortara y me diera un poco más de fuerzas. Odiaba las tormentas, más que nada. Cuando era niña, me había perdido en la noche, y casi moría en una. El recuerdo simplemente me hacía estremecer, y la idea de tener que salir ahora a una a buscar un árbol "mágico" para poder entender todos los sucesos que estaban pasando no me agradaba para nada.

- Vamos. - decidí, después de ver que nadie hablaba. - Hay que salir a la tormenta.

Todos empezaron a tomar chamarras y sudaderas para salir, mientras que yo jugaba nerviosa con mis manos. La idea de volver a pasarle la tierra húmeda me helaba la sangre. Trataba de no recordar esa noche, pero se me hacía muy difícil. El pensar en quedarme afuera, toda la noche, sola, provocaba que se me revolviera el estómago. Debí de estar muy sumergida en mis pensamientos, porque no noté que Carlos se acercó hacia mí y tomó mi mano con delicadeza. Me susurró un "Estaré contigo" mientras me abrazaba. De todas mis amistades, el era el único que sabía todo. O bueno, de los únicos. Unas cuantas personas más se habían enterado hacía un tiempo. Apreté su mano. Mi corazón latía con fuerza debajo de mi pecho y la adrenalina recorría mi cuerpo cuando abrí la puerta de la cabaña. El aire azotó en contra nuestra el frío me caló hasta los huesos. Trague saliva, armándome de valor y di un paso afuera. La lluvia comenzó a abalanzarse sobre todos nosotros y me quedé helada al notar que en efecto, el agua era tibia y negra. Un suceso que nunca creí posible. Todos caminaron, adentrándose en el bosque. Yo me quedé parada con Carlos, armándome de valor. El hombre me jaló de la mano con delicadeza para que diera el primer paso.

- No te soltaré. - dijo casi a gritos. El sonido de la lluvia era aturdidor. Asentí con la cabeza y di un paso. Luego otro. Y otro. Y otro. Pronto, ya estábamos con los demás. Daniel y Lucía llevaban unas linternas, pero se descompusieron gracias al agua, sumiéndonos en una oscuridad casi absoluta. Me aferré con fuerza a Carlos mientras seguíamos caminando. Empecé a sentir una comezón extraña recorrer todos mi cuerpo. Me miré los brazos, levantando la sudadera que llevaba puesta y me quedé sin aire al ver que traía los símbolos que habíamos visto en Lucía y Andrés. Volteé a ver a Carlos, y me quedé igual de anonada al notar que el también traía el rostro lleno. Eran pequeños, como si cada gota de lluvia pusiera uno. Entonces fue cuando lo sentí. Esa necesidad de caminar más rápido. El querer correr, sin saber a qué pero si a qué dirección. Era un impulso casi irracional el que  e invadía, y, a juzgar por la expresión de todos, también los demás lo sentían.

Apretamos el paso, caminando en la misma dirección mientras intentábamos buscar con la mirada. Sentía que mis piernas me temblaban del frío y del miedo, pero continué. Quería comprender todo lo que estaba sucediendo. Finalmente, llegamos a un árbol, ese árbol. Su corteza estaba llena de los símbolos que teníamos en la piel, y se veía bastante imponente. Me quedé viendo, fascinada por aquella expresión de la naturaleza, mientras que Lucía y Andrés se agachaban en el suelo y comenzaban a escarbar en la tierra húmeda, sacaban montones con las manos, creando un hoyo. Siguieron, mientras que los demás nos quedamos paralizados al ver el árbol. Pasaron unos cinco miembros aproximadamente antes de que Andrés sacara algo. Estaba muy oscuro como para ver que era.

- ¿Qué es? - pregunté, entrecerrando los ojos para mirar mejor.

- Un diario. - informó Lucía.

La Naturaleza Observa [Completo]Where stories live. Discover now