1. La ventana que da a la calle

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Cuando Roldán la vio salir en silla de ruedas sintió mucha tristeza, estaba pálida, flaquita y callada. Se le escapó una sonrisa por todas esas veces que la escuchó gritando desde arriba y luego lo abrazó una intriga que se convirtió en miedo al recordar que ya había pasado casi un mes.

Roldán iba a cumplir tres años de trabajar en el San Vicente. Siempre estaba en el pabellón infantil y aunque rotaba turnos como todo el mundo, la gente que duraba más de una semana se aprendía sus horarios. Era el único vigilante buena gente, dejaba entrar a las personas así fueran cinco minutos o a veces él mismo llevaba los paquetes hasta las habitaciones. Una vez le hizo el favor a un muchacho y subió hasta el tercer piso, cuando llegó no pudo disimular la sorpresa de ver a una niña que ya caminaba y hablaba metida en una de las cunas para neonatos. La mujer que la acompañaba le explicó que el diagnóstico estaba demorado y los médicos no la quisieron hospitalizar en oncología tan rápido y bueno, eso a ella le daba esperanzas. Supo también que la niña recién había cumplido seis años y se llamaba Salomé porque la mamá la regañó más veces de las que se podía en los dos minutos que Roldán duró parado bajo el marco de la puerta.

⚊Salomé venga para acá, ¿no le da pena del vigilante?


⚊Salomé, cuidadito con esa ventana.

⚊Ma, pero si el niño no me mira.

⚊Pero porque está ocupado trabajando con la mamá, no sea intensa.

⚊¿Y cuánto le pagan?


⚊¡Salomé! que no tirés más cosas por esa ventana.

Roldán no le advirtió nada porque igual la niña no cabía por la ventana y tampoco le deseó que se recuperara, sólo asintió mirando al piso y se fue.

Cuando volvió a la portería lo vio muy concentrado haciendo tareas y supo a qué niño se refería Salomé. Mariano era el hijo de Andrea, una de las venteras que se hace afuera del edificio, hace un año le trabaja a un señor la carretilla con vidrios templados, cargadores y tapabocas. Esto no lo supo en dos minutos como con la mamá de Salomé, pero sí en cinco cuando una vez tuvo que comprar un cable para el celular. Se enteró que la otra muchacha de quince años también era hija de Andrea y no la hermana, vivían los tres en un inquilinato en Estación Villa. Como no vende mucho y la mercancía no es de ella, solo le alcanza para pagar una pieza, la comida y por eso Mariano pasaba aquí todas las tardes, porque con qué iba a pagar para que se lo cuidaran.

Al otro día vio a Mariano mirando para arriba, haciendo un binóculo con una mano y protegiéndose del sol con la otra. 

⚊Yo me llamo Salomé y ¿usted cómo se llama?

⚊Mariano y tengo ocho años.

⚊Yo tengo seis y me estoy comiendo una malta con chocorramo que me trajo mi papá.

⚊Yo almorcé lentejas que empacó mi mamá.

Toda la semana se la pasaron en esas. Salomé le tiraba papelitos y juguetes que cabían por la malla de la ventana mientras Mariano hacía cosas raras con las manos y piruetas para que ella lo viera desde arriba. Los dos gritaban y tenían conversaciones largas sin importar la bulla de los carros y la gente.

⚊Una bebé de la otra pieza tiene una sonda gigante y no me dejó dormir en toda la noche porque eso se le salía y le dolía y la bebé lloraba más horrible y mi mamá tuvo que ir a mirar qué era.

⚊Yo me quedé dormido de una que llegué a la casa porque yo hice educación física en el colegio y a nosotros nos ponen a hacer mucho ejercicio y después a jugar fútbol y con todo lo que yo tengo que caminar para ir al colegio.

⚊Yo tengo una muñeca que gatea pero no me la han traído porque la dejé en la casa de mi mamita ¿usted puede ir a la casa de mi mamita y me la trae?

⚊¿Y dónde vive su mamita?

Salomé le preguntó a la mamá dónde vivía la mamita y ella dijo que en Belén. Mariano le preguntó a Andrea si podía ir a Belén y ella le dijo que no.

Como lo ponían de noche, Roldán se perdía de los espectáculos de Mariano y Salomé por la ventana que da a la calle. Uno de esos días le hizo otro favor al papá de la niña como a las cuatro de la mañana, le llevó unos papeles muy importantes a la habitación porque al parecer la iban a pasar para oncología. Como el único vigilante buena gente que era, ya estaba pensando en un plan para que los dos niños siguieran hablando si ya no iban a poder verse: llevaría juguetes, razones o hasta podía grabar notas de voz. 

Pero Mariano nunca volvió a acompañar a su mamá.

El único vigilante buena genteWhere stories live. Discover now