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ENGEL

Estaba cabreado.
Odiaba la violencia de género. Odiaba que un
hombre se sintiera que tenía los huevos bien grandes como para ponerle una mano encima a una mujer.
Ese hijo de puta casi desnudo estuvo a punto de tocar a esa chica. Ella lloraba desconsolada.
Ni siquiera la lluvia había sido un impedimento para que dejase de correr. Los escuché a lo lejos, mientras me bajaba de mi auto cabreado después de recibir esa llamada donde había perdido quinientos millones de dólares por un maldito error de mi gente.
No había errores en mi imperio.
Mi abuelo me lo enseñó, no hay negociaciones. No hay errores. Solo aciertos y si la cagas, lo arreglas.
Ahora estaba tumbado en el suelo. La lluvia ahora era más fuerte. Un auto estuvo a punto de atropellarla, no pude ignorar el hecho de que se encontraba en peligro cuando la vi correr y pasó frente a mí, tampoco cuando me quedé a observarla discutir con el que ahora

creo que era su ex.
Parecía que la había engañado y ella los había
descubierto.
Menudo idiota.
Y no lo decía porque la chica me pareciera atractiva, las había visto mejores. Pero engañar a tu chica y que te descubran es de novatos o desesperados.
De todas maneras seguía ahí. Cuando la vi caminar hacia atrás como en una mierda de trance no pude no hacer nada.
Me comenzó a doler el estómago imaginarme que moriría frente a mis ojos.
Ya había perdido suficiente en la vida como para perder a una completa extraña frente a mí y que yo no pudiera hacer nada para evitarlo.
Parecía inocente. Y algo en ella me era familiar. Su mirada, la forma en cómo no me sostuvo la mirada y cómo no dejaba de ver todo a su alrededor por miedo a que la mirasen, bueno, ella ya estaba montando un numerito.
Imposible no verla. Incluso para mí.
Tenía ese cabello pelirrojo como el atardecer, la piel blanca como porcelana y unos labios grandes y gruesos.
La chica era realmente hermosa.
Su cuerpo. Nada mal.
No me gustaba su ropa, se veía gastada y de mal
gusto, pero aunque le pusieras una bolsa de plástico encima me apostaba todo a que se vería igual de atractiva.
Dije que las había visto mejores, mentira.
Mi miembro saltó en respuesta a su gemido cuando la salvé de su dolorosa muerte.
Le había salvado la vida, algo que no había podido hacer en el pasado con quien realmente me

importaba de verdad.
—Saskia—la voz de su ex novio me dio dolor de
huevos cuando se acercaba.
Miré a Verdugo, mi mano derecha y fiel servidor,
y le hago señal que solo él entiende.
Verdugo lo detuvo para que no se acercara, el
auto ya estaba cerca, tomé a Saskia, como se llamaba la chica, y la llevé en brazos al interior del auto.
Mi auto.
«¿Pero qué mierda haces?» Me dije a mí mismo. No lo sé, pero la metí al auto de todas maneras. —A mi apartamento—le ordené. Él sabía que no
tenía que hacer preguntas. Confiaba en mí y yo confiaba en él, sabía que si estaba cometiendo un error me lo diría. Así que no había dicho nada.
Saskia debía ir a mi apartamento esa noche.
Le había quitado la ropa mojada y la había metido en ropa interior a la cama. A pesar de que estaba desmayada podía sentir que aún seguía temblando.
No sé qué mierda le había pasado a esa chica, pero no creía que solamente era un problema con su novio.
Es como si algo en ella hubiese explotado.
Entonces recordé por qué llegué donde ellos. Él iba a golpearla. El maldito hijo de puta cobarde iba a golpearla frente a todo el mundo.
Fue eso. Eso la terminó de quebrar.
Me dio un poco de lástima. Pero no era de esos hombres que tienen lástima por cosas así.
Me enfadaba pensar y hacerme la pregunta de qué mierda hacía ella con un tipo como ese.
La dejé en la cama de huéspedes y me fui a mi despacho.
Debía arreglar otro tipo de mierdas más importantes.

Engel (Ya en físico y audiolibro) Where stories live. Discover now