Una trágica novela verídica no tiene su final tras la muerte del escribano.
Yamaguchi transmigra al cuerpo del escritor, el personaje con la peor suerte en la vida.
Deberá recorrer las desgracias que esconde la historia y registrarlas en su diario...
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「╥─ ᭄✾ྀ─╥」
Yamaguchi quedó congelado ante la cercana aparición de uno de sus personajes favoritos del evento histórico. Aunque en esta versión, el general samurai cayó ante las fechorías del rey Oikawa y Tsukishima, Kageyama era un héroe en la historia bajo los ojos de Yamaguchi. Sin duda, era el mejor de los tres amores de la protagonista. El debía haber ganado en el harem.
Pero este le costó procesar que tratar con el general no era un juego ni puro cuentos. Estaba siendo amenazado e interrogado por Kageyama en la realidad.
«Si investigó suficiente... Con lo que encontró en la villa, ya no dice nada bueno de mí.»
No sabía cómo responder. Miraba nervioso alrededor y más escalofríos sentía al tropezar con la fija mirada de Kageyama. Era como si estuviera apunto de clavarle la espada.
—¡Habla!
—¡Ah! N-no... No sé de qué fuentes sacó eso.
Kageyama le tomó de los tobillos para sacarlo de su zona segura.
Yamaguchi sintió el corazón en la boca y se cubrió el rostro con pavor de que este le partiese la cara por tan descarada mentira que soltó.
El tirón de los tobillos hizo subir sus vestiduras sobre las rodillas.
Alguien deslizó la puerta de la habitación de golpe llamando al general.
—¡Tobio-kun! ¿Llegaste y no avis...? Oh...
Ambos miraron a la salida. Era alguien similar a Kageyama, pero mucho más hermosa y femenina. A Yamaguchi le dio un brinco en el pecho al verla. Rara vez tuvo oportunidad de ver alguna joven mujer de tal clase y belleza.
Pero la vista que ella tenía no era lo más reconfortante. Hubo un súbito asombro en su rostro ante la escena de Kageyama sosteniendo de las piernas a un hombre amarrado en su cama, con la ropa parcialmente alzada.
—Me disculpo por interrumpir. Sigan en lo suyo.
Y se marchó.
Kageyama soltó los tobillos de Yamaguchi y respiró hondo, consciente del sentido en que se había malinterpretado su situación.
—¡Oi! ¡Miwa!
Salió de la habitación exasperado para hablar con la mujer.
Yamaguchi respiró profundo al estar solo nuevamente. Se sentó al borde de la cama con las manos en el pecho del alivio.
—Que buena salvada... Esa mujer, parece ser un familiar. ¿Su hermana? No hubo ningún registro ni historia que la mencionase. Es una pena...
Se dio unos golpes en la frente para traer los pies a la tierra.
—Entra en razón... Esto no es bueno.
Se levantó de nuevo, yendo con lentitud y dificultad hacia la puerta. Pero ya para esto, Kageyama regresó de nuevo, sorprendiendo a Yamaguchi.
