Capítulo 15: Tu nombre en las estrellas

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Song Lan dejó los templos para enfrentarse a la guerra. Abandonó el camino de los héroes para entregarse al de los soldados; empuñó su espada en la guerra y sufrió sus horrores. Se esforzó en ascender, rango a rango, porque quería evitar la muerte de otros. Los reyes no lo miran más de dos veces, una vez que se han asegurado de que no lo mueve el poder. Vio la tristeza de la muerte a la cara y pudo volver con vida.

A lo que todavía no puede enfrentarse es a las lágrimas de Xiao Xingchen. Son quedas, silenciosas. Está acostumbrado a llorar sin hacer ruido, como si molestara al mundo con su tristeza.

Cuando llora, Song Lan tan sólo puede atinar a apretarlo contra su pecho y dejar la tormenta pasar.

La rabia viene después, cuando se reconoce incapaz de hacerle frente al mapa del llanto de Xiao Xingchen. Esta vez, tiene un nombre: Xue Yang.

***

Tiene razón.

Quisiera humillarlo, tenerlo a sus pies, replicar todo aquello que él hace con Xiao Xingchen. La imagen de Xingchen con las manos y los pies atados al dosel de una cama, completamente desnudo, con tan solo una venda sobre sus ojos lo aterra y lo persigue. Le tiene miedo porque se da cuenta de que aquella fragilidad que le había impuesto a Xiao Xingchen entre las sábanas, aquella contraposición con el Xiao Xingchen que empuña la espada y sueña con ser como los héroes de antaño, Daozhang Xiao, que había imaginado. La ternura de su roce, la voz con la que pronuncia su nombre. «Zichen...». La manera en que tiemblan sus labios al pronunciarlo.

Formó una imagen en su cabeza que no coincide con aquel Xiao Xingchen que le suplica que no se detenga, que pone la mano sobre su cabello.

El Xiao Xingchen que, entre gemido y gemido, jura que será una buena esposa.

Pero Song Lan aún se siente obligado a tratarlo con ternura. Ajustar los nudos, entregar una caricia. Posar sus labios con delicadeza sobre los de Xingchen mientras tapa sus ojos con una mano.

Con Xue Yang es diferente.

A él quiere destrozarlo.

***

Xiao Xingchen tarda días en acorralarlo; cuando lo hace, elige su lecho, las sábanas, una fortaleza de tela, el momento en que lo tiene en la palma de su mano.

―Te dejaré hacer lo que quieras ―musita― si me cuentas si sueñas con Xue Yang.

―... ¿Qué?

―He visto tu mirada. Él lo dijo, pero tardé en creerlo. Desde aquella noche... He visto que lo miras, Zichen. Cuéntame qué buscas. Dímelo al oído, con tu mano en mi cuello, ahogando mi voz contra la almohada. ―Xiao Xingchen sonríe y la curvatura de sus labios tan solo revela inocencia―. Seré la mejor esposa, Zichen. Cuéntame lo que sueñas con hacerle a Xue Yang y... después... ―se detiene y Song Lan descubre un rubor apenas perceptible en sus mejillas―. No te detengas, Zichen, no te atrevas a detenerte hasta que no pueda más.

―¿No me dejarás ver tu rostro?

Él siempre quiere verlo. Pone su mano sobre mi nuca, al final. Cuando suplico, cuando él intentó tantas veces dejarme a la orilla del precipicio. Déjame esconderlo, una vez ―musita Xiao Xingchen―. Cuéntame, y déjame esconderlo. Quiero saber qué se siente.

Hay una pausa.

―A Xue Yang le gusta mi desesperación cuando mantiene el placer alejado de mí, Zichen; tú puedes quedarte la que nace de ahogarse en él ―sigue Xiao Xingchen―, pero debes contármelo.

»Si confiesas, te entregaré mi alma, Zichen.

Y él, como cuando estaba en el templo Baixue, antes de alejarse de los sacerdotes y de convertirse en soldado para empezar a escalar en los rangos, como cuando se arrodillaba, cerraba los ojos e iba confesando, poco a poco, sus pecados, para obtener el perdón, la penitencia, le concede a Xiao Xingchen esa confesión.

Donde ni el pecado ni el perdón nos alcance [SongXueXiao]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt