the two of us

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Alerta: este capítulo contiene escenas de violencia física.

Charles Leclerc

Llegamos a las puertas del inferno... Bueno, mejor conocido como la casa de Isabelle.

Era mansión gigante, paredes y columnas blancas que te regresaban directo al imperio de Grecia. Un gran patio lleno de rosas y flores rodeaba la entrada. En camino de cemento nos guiaba hasta la fuente que se encontraba al frente de la entrada principal.

Isabelle no había dicho nada en todo el camino, cosa que me hizo sentir extraño. Apretaba sus manos una contra la otra con más fuerza mientras nos acercábamos a su casa. Puse mi mano encima de su pierna por unos segundos y le sonreí. Dejó salir un suspiro, largo y pesado.

Ella era una de las personas más fuertes que conocía.

No solo había renunciado a todos sus sueños por su familia, sino también los ha ayudado cuanto más podía, incluso cuando ellos no se lo merecían. Junto con su hermano, ellos se criaron solos. Sus padres brillaban por su ausencia.

Y seguía sonriendo. Aunque sabía que estaba rota por dentro, ella era la luz en cualquier habitación a la que entraba, ella era la que hacía bromas y brindaba en las fiestas.

Supongo que por eso dicen que las flores más bellas crecen en los peores pantanos.

Estacioné el auto al frente de la entrada principal. Uno de sus empleados, Joel, se acercó y le di las llaves del auto.

—Señor Leclerc, es un gusto verlo de nuevo en la mansión. — Dijo el hombre de mediana edad cuando me bajaba del auto.

Entonces, la familia Bonnet salió a recibirnos. Las caras largas y malhumoradas no se hicieron esperar.

—Al parecer eres uno de los pocos — Dije y Joel rio.

Isabelle me esperó al frente de las escaleras mientras observaba con la misma seriedad que yo a su familia.

La figura más alta, su hermano André, levantó su rostro en forma de saludo y correspondí. A su lado el padre de Isabelle; Alexander Bonnet. Un hombre canoso y serio me miraba de pies a cabeza, como si no me hubiera visto un millón de veces más en esa casa. Su mandíbula cuadrada y frente arrugada estaban apretadas en una mueca de molestia a la que ya me había acostumbrado.

Tomando su brazo en un gancho estaba la tan respetada Georgina Bonnet. Rostro ovalado, melena rubia teñida y ojos de halcón me clavaron la mirada como si tuvieran un rayo láser. Esa mujer podría atravesar su cuerpo con solo una mirada.

Pero al lado de ellos se sumó otra persona. Tuve que apretar mi mandíbula para evitar que se estirara hasta el piso.

El príncipe de Mónaco, Aaron Rossi, estaba parado al lado de la familia Bonnet. Vestido en su traje negro de tres piezas, perfectamente peinado y bien acomodado, me miraba desde arriba con una expresión fría.

¿Será él el hombre que se comprometió con Isabelle? ¿La "única" salvación de su familia?

Isabelle comenzó a caminar hacia el grupo de personas y la seguí.

—Bienvenido de nuevo a Mónaco, Charles. — Saludó forzadamente el hombre mayor cuando nos encontramos al frente de ellos.

—Gracias. — Respondí cortante mientras me acercaba a André.

El rubio chocó manos conmigo e hicimos un saludo. Siempre agradecía que él estuviera conmigo cuando Isabelle no estaba. Nos hicimos amigos con los años, la pasión que compartía con su hermana sobre la Fórmula 1 nos terminó por unir. Gracias a ella, siempre nos veíamos con frecuencia y en un momento terminé por invitarlo a él al paddock también.

Paper Rings -Charles LeclercWhere stories live. Discover now