•Capítulo 1•

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Las silentes calles del lugar hacían que pareciera desierto, un paisaje digno de un relato extravagante sobre algún pueblo fantasma, pero nada más lejos de la realidad.

El distrito comercial estaba llegando a sus horas finales. Los comerciantes cerraban sus locales, los oficiales de la policía realizaban sus últimos patrullajes de la jornada y la mayoría de trabajadores volvían a sus hogares; en contraste, estas horas eran las ideales para que el hampa realice sus fechorías.

El ruido de una alarma acabó con la tranquilidad que esa noche irradiaba, un criminal salía a toda prisa de una tienda, extendió su mano hacia la puerta y, sorprendentemente, unas rocas se elevaron en respuesta, evitando así que los guardias lo pudieran seguir.

El ladrón corría por las calles que poco a poco empezaban a volverse bulliciosas debido al revuelo que causó, no quedándole otra opción mas que meterse a un callejón en el que esperaba poder esconderse.

Mientras buscaba algún lugar donde esconder su botín y volver por él más tarde, alguien apareció en frente de él, asustándolo por su aparición repentina, pero rápidamente el miedo lo invadió.

La persona frente a él vestía de forma peculiar, usaba una sudadera con la que cubría gran parte de su rostro, además de una clase de visor. También resaltaban unos guantes negros sin dedos, los cuales parecían tener marcas de quemaduras.

- ¿A dónde ibas? - preguntó la persona extraña, acercándose.

- T-Tú... Te conozco, ¿¡Eres Quimera, no es así!? - preguntó el ladrón bastante alterado, mientras trataba de alejarse - ¡E-Eres ese vigilante al que llaman "El Demonio Sangriento"!

- ¿Oh? ¿Sólo unas cuántas semanas y ya me pusieron nombre? - preguntó el encapuchado - Entonces supongo que ya sabes qué te espera

- ¡A-Aléjate de mí, monstruo! - dando un pisotón, desde la posición del criminal empezaron a surgir estalagmitas en dirección al "vigilante"

Este soltó una leve carcajada y empezó a esquivar todas y cada una, casi como si se teletransportara, hasta quedar casi en frente el sujeto.

- ¿Cómo es que...?

Anonadado, no pudo reaccionar ante un golpe que lo estrelló contra la pared cercana. La fuerza del tal "Quimera" era de temer, sin duda alguna.

- Mira que hay idiotas, pero tú me pareces el idiota más grande con el que me he topado - soltó con sorna el vigilante - Ya deberías saber que yo no soy cómo el resto de incompetentes que rondan por ahí

El ladrón gruñó adolorido, antes de lanzarse a tratar de golpear a Quimera; pero este, de un solo movimiento, no sólo logró evitar el golpe, sino también contraatacar y apuñalar al tipo.

- ¿Sabes por qué me llaman Quimera? - empezó a decir el vigilante, mientras retiraba su mano del abdomen del criminal, dejando ver unas largas garras que ardían al rojo vivo - Intúyelo tú mismo... Si es que te mantienes consciente

- M-Maldito hijo de... - sintiendo como perdía fuerzas con bastante rapidez, el ladrón no pudo ni terminar de hablar antes de caer de bruces contra el suelo, inconsciente, en lo que sería su lecho de muerte

Habiendo confirmado que ese sujeto ya no tenía ningún atisbo de vida, rebuscó entre sus pertenencias hasta encontrar un teléfono, con el cuál llamó a la policía.

- Calle 49, Kirmizi, en un callejón. Vengan y limpien el desastre

Fue lo que les dijo antes de cortar y dejar caer el dispositivo, para luego destruirlo de un pisotón.

La policía no se hizo esperar y llegó al lugar, encontrando el cadáver de aquel hombre rodeado de un charco de un líquido rosáceo algo extraño. Al darle la vuelta, la escena era espantosa y hasta grotesca: Lo que parecía simple puñalada terminó volviéndose una abertura bastante grande, dejando el interior del abdomen expuesto, desde el que goteaba una especie de líquido viscoso que se había formado a partir de lo que, alguna vez, fueron sus órganos internos.

Scars of Hidden EchoesWhere stories live. Discover now