Capitulo 10

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El ambiente en la pequeña oficina se volvió cada vez más tenso mientras Sarah caminaba de un lado a otro, exponiendo su indignación frente al señor Aragona. Sus palabras resonaban en el aire, cargadas de frustración y determinación, desafiando las ideas retrógradas del señor Aragona.
—Usted no se da cuenta del mal que le hace a los alumnos —acusó Sarah con un tono despectivo. Sus palabras eran afiladas como dagas y su mirada desafiante. —No permitirles ampliar su conocimiento solo porque le parece estúpida una salida de campo es propio de alguien con una mentalidad obsoleta.
El señor Aragona, intentando mantener la calma en medio del vendaval de críticas, respondió: —Cálmese, por favor. Lo que usted propone no es viable. —Su voz sonaba débil y su semblante reflejaba una resistencia obstinada al cambio.
—¿No es viable? —replicó Sarah con sarcasmo, dejando escapar una risa de incredulidad. —¡Su cerebro no es viable! Está atrapado en un pasado oscuro, temeroso de explorar nuevas ideas y experiencias en beneficio de los alumnos.
La expresión del señor Aragona se tensó ante el comentario mordaz. —¿Cómo dice? —comenzó a decir con voz tensa —no me falte el respeto, señorita.
Sarah se detuvo por un momento, clavando sus ojos en los del director, exudando confianza y valentía. Luego, con voz firme, continuó: —Usted, le está faltando el respeto a todos los alumnos al negarles oportunidades de aprendizaje enriquecedoras. Las salidas de campo no son estúpidas, son una forma tangible de educar y abrir sus mentes, pero eso tal vez sea demasiado para alguien tan anclado en el pasado.
El director apretó los puños, sus labios se tensaron y su mirada se tornó fría y distante.
—Comprendo su punto de vista, pero hay limitaciones y responsabilidades que debemos considerar. No podemos permitir cualquier actividad sin un propósito educativo claro.
Sarah se acercó aún más hacia el escritorio del señor Aragona, desafiante y decidida a hacer oír su voz. —Pero estas salidas de campo son oportunidades únicas para que los alumnos se conecten con el mundo real. Pueden explorar, aprender de primera mano y desarrollar una comprensión más profunda de los temas que estudian en clase. A menos que prefiera que sigamos encerrados en un aula, viviendo en un pasado obsoleto.
Hubo una pausa tensa mientras los dos se miraban fijamente. El señor Aragona parecía inquieto ante la audacia y el coraje de Sarah, pero su rostro seguía reflejando una resistencia arraigada. Respondió con desdén y condescendencia, interrumpiendo el discurso de Sarah. —Lo siento, señorita Torres, no puedo acceder a tal disparate, —con tono cargado de superioridad. Su rostro reflejaba una mezcla de desprecio y arrogancia, como si considerara las ideas de la muchacha insuficientes e insignificantes.
Sarah se detuvo en seco, sus ojos se entrecerraron y su mandíbula se tensó ante el tono despectivo del director. Sus palabras resonaron en la habitación, impregnadas de indignación y determinación. —Disparate, dice —respondió con voz firme. —Quizás su mente estrecha no sea capaz de comprender la importancia de ampliar las fronteras de la educación.
El señor Aragona soltó una risa burlona y cruzó los brazos con suficiencia. —Mi deber como director es asegurar que los estudiantes reciban una educación de calidad, basada en fundamentos sólidos —afirmó, su tono subrayando su rigidez mental. —No puedo permitir que actividades innecesarias y sin propósito desvíen su atención de lo que realmente importa.
—¿Innecesarias? ¿Sin propósito? —preguntó retóricamente. —Usted parece olvidar que la educación no se trata solo de libros de texto y exámenes. Se trata de despertar la curiosidad, de inspirar a los alumnos a explorar el mundo que los rodea.
El director resopló con desdén. —Lo que usted considera exploración, yo lo llamo distracción —respondió con sarcasmo. —Nuestro enfoque debe estar en los resultados académicos y en preparar a los estudiantes para su futuro.
Sarah se enderezó, irradiando determinación. —Resultados académicos sin una comprensión profunda y aplicada son meros números sin significado —argumentó.
—Las salidas de campo les brindan a los estudiantes la oportunidad de conectar los conceptos teóricos con la realidad, de experimentar, de descubrir su pasión y encontrar un propósito en su aprendizaje. Ya se lo he dicho. No sea tan terco.
El señor Aragona frunció el ceño, visiblemente incómodo con el desafío de Sarah. —Usted parece no entender la importancia de la estructura y la disciplina —dijo con un tono de autoridad —Sin ellas, los estudiantes se desviarían, perderían el rumbo.
Sarah mantuvo su postura desafiante. —La estructura y la disciplina son importantes, pero también lo es fomentar la creatividad, el pensamiento crítico y la autonomía —afirmó. —Necesitamos equilibrar ambos aspectos para formar individuos completos y preparados para enfrentar los desafíos del mundo real.
El señor Aragona permaneció impasible, su mirada fría y desafiante clavada en Sarah. Ella pudo sentir la intransigencia y la falta de apertura en sus ojos. Consciente de que no lograría cambiar su perspectiva, dejó escapar un suspiro de frustración y expresó su descontento con un gesto de desaprobación. Sin decir una palabra más, abandonó la oficina, cerrando la puerta con un portazo que resonó en el pasillo.
Mientras caminaba por el pasillo, murmurando en voz baja y visiblemente enojada, una voz proveniente de atrás la interrumpió con preocupación. —Oye, ¿por qué estás tan enfadada? —preguntó el joven. Sorprendida,  se giró rápidamente, lista para rechazar cualquier intromisión en sus asuntos. Sin embargo, al reconocer a Juan, aquel chico con quien se había cruzado en la parada de autobús, su actitud defensiva se desvaneció. Para su sorpresa, era su primer día como profesor de historia en la escuela.
Sarah miró a Juan, y en sus ojos se reflejó una mezcla de sorpresa y alegría al reconocerlo. No pudo evitar exclamar: —¡Juan! ¿Qué haces aquí? —Sus emociones se desbordaron y, sin pensarlo dos veces, lo saludó con un beso en la mejilla y un abrazo cálido pero formal.
Juan sonrió ampliamente, apreciando el gesto de Sarah. —Resulta que hoy es mi primer día como profesor de historia en esta escuela —respondió con entusiasmo. —Es una casualidad increíble encontrarte aquí. Parece que el destino nos ha reunido nuevamente.
Sarah frunció el ceño, confundida por la revelación de Juan. —Espera un momento— dijo con sorpresa. —¿No me habías dicho que estabas estudiando biología?
Juan rió vergonzosamente y se rascó la nuca. —Sí, tienes razón —admitió. —Estoy estudiando biología, pero también tengo una pasión por la historia. Así que decidí aprovechar la oportunidad de enseñarla.
—Wau... Entonces seremos colegas. Me agrada la idea.
Juan volvió a reír tímidamente y asintió. —¡Sí, seremos colegas! —respondió emocionado. —Será genial poder trabajar juntos y compartir nuestras pasiones
Sarah sonrió y se acomodó el cabello detrás de la oreja. —Será un placer compartir horarios de trabajo contigo —dijo con sinceridad. Había algo en la presencia de Juan que la hacía sentir cómoda y animada.
Hubo un breve momento de silencio antes de que Juan rompiera el hielo. —Entonces, ¿me vas a decir por qué estabas tan enojada? —preguntó con curiosidad, mirándola directamente a los ojos.
Sarah suspiró y se apoyó contra la pared cercana. —Es el señor Aragona —comenzó a explicar. —Él se opone firmemente a cualquier actividad extracurricular que considere innecesaria o 'un disparate', como él mismo lo llamó. No entiende la importancia de permitirles a los alumnos ampliar su conocimiento y experimentar cosas nuevas.
Juan frunció el ceño, comprendiendo la frustración de Sarah. —Eso suena realmente limitante —comentó. —Los estudiantes necesitan oportunidades para explorar y descubrir sus pasiones. No deberíamos restringir su crecimiento y desarrollo.
Sarah asintió con fervor. —Exactamente —dijo. —Creo firmemente en brindarles a los alumnos experiencias enriquecedoras, como salidas de campo y actividades extracurriculares, que les permitan aplicar lo que aprenden en el aula y desarrollar habilidades prácticas.
Juan le dedicó una sonrisa comprensiva. —Estoy de acuerdo contigo. Creo que juntos podemos trabajar para cambiar esa mentalidad restrictiva y brindarles a los estudiantes una educación más completa y significativa.
Sarah se sintió reconfortada al ver la determinación en los ojos de Juan. —Me alegra tener a alguien como tú de mi lado —admitió sinceramente.
Mientras continuaban caminando por el jardín del colegio, se sumergieron en una conversación apasionada sobre sus ideales educativos. Las hojas de los árboles susurraban suavemente mientras el sol brillaba sobre ellos, creando un ambiente sereno y acogedor.
Decidieron tomar asiento en un banco de madera, donde pudieran disfrutar del paisaje mientras hablaban. Sarah, sintiéndose cada vez más cómoda con Juan, decidió compartir más detalles sobre su encuentro con el señor Aragona.
Finalmente, tomó aire y miró a Juan con expresión de seriedad. —Sabes, fue justo después de esa discusión con el señor Aragona que te encontré en el pasillo —confesó. —Estaba tan frustrada y enojada por su mentalidad retrógrada y despectiva hacia las actividades extracurriculares.
Juan asintió comprensivamente y colocó una mano reconfortante sobre la de Sarah. —Entiendo cómo te sentiste —dijo con suavidad. —Es desalentador cuando aquellos en posiciones de autoridad no ven el valor de brindarles a los estudiantes oportunidades más allá del aula —Hizo una breve pausa y luego continuó, con una chispa traviesa en sus ojos. —¿Sabes qué te hace falta? —preguntó con una sonrisa. —Un poco de distracción.
Sus palabras sorprendieron a Sarah, pero una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Era cierto, había estado tan inmersa en la lucha por mejorar la educación que había dejado de lado su propia diversión y bienestar.
Curiosa por saber qué tenía en mente, Sarah levantó una ceja y preguntó —¿Qué tipo de distracción tienes en mente?
Juan se inclinó hacia ella y susurró con complicidad: —¿Qué tal si salimos esta noche? conozco un buen bar. Podemos dejar de lado por un momento las preocupaciones y simplemente disfrutar de la compañía y la conversación.
Acordaron encontrarse más tarde en dicho bar.
A pesar de no conocerlo bien, Sarah decidió aceptar la invitación. Aunque todavía sentía cierta desconfianza, había algo en él que la atraía. Era su mirada sincera, su actitud comprensiva y su genuino interés por ella. Además, estaba dispuesta a dejarse llevar por la curiosidad y la emoción de descubrir más sobre el joven.
   Esa noche, mientras se preparaba para la cita, Sarah se observó en el espejo. Se ajustó el vestido y se preguntó qué le depararía la velada. A pesar de sus reservas, decidió abrir su corazón a nuevas experiencias y darle una oportunidad a esta incipiente conexión. Aunque  las imágenes dolorosas de su madre en coma se agolpaban en su mente, decidió hacerle caso a su corazón en esta ocasión. Reconoció que merecía un respiro de la tristeza y la preocupación, y que permitirse un momento de felicidad no era un acto de egoísmo, sino una forma de mantener su propia salud mental y bienestar. Decidió dejar a un lado los engaños de su mente, esas voces que le decían que no podía permitirse disfrutar de la vida mientras su madre luchaba por su salud. Entendió que cuidarse a sí misma no significaba abandonar a su madre, sino encontrar un equilibrio entre sus responsabilidades y su propia felicidad. No la estaba traicionando al buscar un momento de distracción y conexión con alguien más. Era una forma de recargar su propio espíritu y encontrar fuerzas para seguir adelante en medio de las dificultades.
Se encontró con Juan de camino al bar, y recordó la peculiaridad que él tenía: no podía llegar primero a los lugares de reunión debido a un pequeño TOC. Si por alguna casualidad se encontraba en esa situación, comenzaba a experimentar una especie de ataque de pánico.
Consciente de esto, decidió esperar afuera del bar hasta que Juan llegara. Quería evitar cualquier malestar innecesario y asegurarse de que su encuentro comenzara de la mejor manera posible. Mientras esperaba, observaba a las personas que pasaban por la calle y se sumergía en sus propios pensamientos.
Después de unos minutos, divisó a Juan aproximándose al bar. Una sonrisa se dibujó en su rostro al verlo, consciente de la ansiedad que él había superado para reunirse con ella. Cuando finalmente se encontraron, se saludaron con un abrazo cálido y caminaron juntos hacia el interior del sitio.
—Lo siento, no hay lugar disponible hasta dentro de una hora —dijo la mesera con un tono apenado.
Sarah frunció el ceño, pensando en una solución rápida para no perder tanto tiempo. Miró a Juan y le propuso una idea.
—¿Qué te parece si cenamos en mi casa? Está cerca de aquí y así no perdemos más tiempo esperando —dijo Sarah, con una sonrisa esperanzadora.
Juan asintió, agradecido por la sugerencia.
—¡Perfecto! Me encantaría —respondió
Decidieron dejar el bar y dirigirse a casa de Sarah. Caminaron por las tranquilas calles mientras charlaban animadamente, compartiendo risas y pequeñas confidencias.
—Es aquí —dijo Sarah, señalando el lugar.
Al llegar a la casa, Sarah abrió la puerta y ambos entraron. Sin embargo, Sarah se detuvo y se quedó observando un momento, como si algo la hubiera distraído.
—¿Todo bien? —preguntó Juan, notando su expresión pensativa.
Sarah suspiró, tratando de disipar la sensación que la había invadido.
—Sí, disculpa. Es solo que a veces escucho la voz de mi madre en mi mente, y por un momento pensé que estaba aquí —confesó Sarah, con un tono nostálgico en su voz.
Juan comprendió la melancolía que inundaba a Sarah en ese momento.
—Entiendo. Los recuerdos pueden ser poderosos, pero también podemos crear nuevos momentos y experiencias juntos. Estoy aquí contigo —dijo Juan, transmitiendo apoyo y comprensión.
Sarah sonrió, agradecida por el gesto reconfortante de Juan.
—Gracias por entender. Aprecio tu compañía... Amm... ¿Pedimos pizza? —respondió Sarah, sugiriendo una opción sencilla pero deliciosa.
—¡Claro! —respondió Juan entusiasmado—. ¿Puede ser con morrón?
Sarah rió, contagiada por la emoción y la conexión que estaba surgiendo entre ellos.
—¡Amo el morrón! —dijo Sarah, con una chispa de diversión en los ojos—. Parece que compartimos un gusto poco común en las pizzas.
Juan sonrió ampliamente y se acercó un poco más a Sarah.
—En serio, ¿conoces poca gente que le guste el morrón en las pizzas? En mi ciudad natal, es toda una tradición. ¡Hay montones de fanáticos!
Ambos se miraron fijamente por un momento, disfrutando de la complicidad que empezaba a forjarse entre ellos. Era como si hubiera una conexión especial, como si el universo hubiera conspirado para unirlos en ese momento.
En un momento de silencio y calma, Juan se percató de que la casa de Sarah estaba llena de artículos y objetos relacionados con el bosque oscuro. Las paredes estaban decoradas con fotografías de paisajes misteriosos y pinturas que evocaban la magia y la intriga de aquel lugar. Estanterías repletas de libros sobre criaturas fantásticas y leyendas ancestrales adornaban la sala de estar. En una esquina, se encontraba un mapa detallado del bosque oscuro, marcando senderos y puntos de interés.
—Wow, Sarah, parece que tienes una fascinación por el bosque oscuro —comentó Juan, intrigado.
Sarah sonrió, notando la curiosidad en la mirada de Juan.
—Sí, es un lugar especial para mí. Desde pequeña, escuchaba las historias sobre sus secretos y misterios. Siempre me ha atraído su aura enigmática y salvaje. De alguna manera, siento que hay algo más que solo cuentos y leyendas allí.
Juan se acercó a una de las estanterías y tomó uno de los libros. —¿Has explorado el bosque oscuro alguna vez? —preguntó, examinando la portada del libro.
—No. Lamentablemente... Desde chica quiero embarcarme en esa aventura. Cuando decidí hacerlo pasó lo de mamá... Toda la vida estuve preparándome para eso. Pero como te digo, con lo de mamá, desde que cayó en coma, pospuse todos mis planes... Ahora me dedico a cuidarla en el hospital y a enseñar en la escuela.
Juan dejó el libro de vuelta en la estantería, comprendiendo la situación de Sarah. Su rostro reflejaba empatía y comprensión.

—Debe ser difícil tener que posponer tus sueños y responsabilidades debido a la situación de tu madre. Pero no te preocupes, entiendo que ahora tu prioridad sea cuidarla y estar a su lado.
Sarah asintió, agradecida por la comprensión. Suspiró profundamente y decidió compartir un poco más sobre sus sentimientos.
—Es duro. A veces me siento atrapada entre mis responsabilidades y mis propios deseos. Me encantaría aventurarme en el bosque oscuro y explorar nuevas experiencias, pero siempre hay algo que me detiene. Siento que no puedo permitirme disfrutar mientras mi madre está sufriendo.
Juan sostuvo suavemente las manos de Sarah y le transmitió tranquilidad con su mirada.
—Eso es admirable. Pero debes recordar que tú también mereces vivir y encontrar la felicidad. No tienes que sacrificar todos tus deseos por completo. Tal vez haya formas de encontrar un equilibrio entre cuidar a tu madre y perseguir tus propias metas.
Sarah reflexionó sobre las palabras de Juan y se dio cuenta de que había algo de verdad en ellas. El amor y el cuidado hacia su madre eran fundamentales, pero también necesitaba cuidarse a sí misma. Aunque sentía la necesidad de hacerle caso a las palabras de Juan, decidió que no era el momento adecuado para aventurarse en el bosque oscuro.
—Es verdad —respondió Sarah con sinceridad—. Sé que en algún momento podré buscar esas experiencias y vivir mis propias aventuras. Pero por ahora, mi prioridad es estar junto a mi madre y cuidar de ella. Es un compromiso que no puedo dejar de lado.
Juan asintió comprensivamente, respetando la decisión de Sarah. Sabía que cada persona tenía sus propios tiempos y prioridades.
—Es lo que haría cualquier persona con un buen corazón. Pero si en algún momento cambias de opinión o sientes que es el momento adecuado, estaré dispuesto a acompañarte en esa exploración del bosque oscuro.
Sarah agradeció con una cálida sonrisa la comprensión y apoyo que Juan le brindaba. En silencio, reflexionó sobre lo que había compartido, sintiendo que su conexión con él se fortalecía cada vez más. Aunque había despertado en ella un anhelo por aventurarse en el bosque oscuro, también era consciente de que era algo que debía abordar en otro momento. Guardó para sí misma los detalles inquietantes de sus sueños y las situaciones oscuras que había experimentado recientemente. No quería inquietar ni generar preocupación en la mente de Juan en ese momento. Optó por mantener esos aspectos de su vida en un espacio privado, reservado para su propia reflexión y exploración.
Ella comprendía que quizás Juan no estaba al tanto de la peligrosidad del bosque oscuro y la leyenda del árbol de la muerte. No quería crear un nuevo drama o miedo en su mente, especialmente cuando estaban disfrutando de una velada especial juntos. La decisión de no mencionar los sueños inquietantes ni las experiencias oscuras no era una forma de negar su existencia, sino más bien una manera de proteger a Juan y preservar la atmósfera positiva que estaban construyendo. Sabía que había tiempo para abordar esos temas y compartir su carga emocional cuando fuera apropiado y necesario.
En lugar de enfocarse en lo sombrío, se sumergió en el momento presente, permitiéndose disfrutar de la compañía de Juan y cultivar su relación. Estaba emocionada por las posibilidades que el futuro les deparaba y deseaba explorar el mundo con él a su lado. Por ahora, estaba decidida a vivir en el presente y aprovechar cada instante de felicidad y conexión que compartían.

El BOSQUE OSCUROWhere stories live. Discover now