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Terminada su deliciosa cena, tomó un baño, cepilló sus dientes y fue a recostarse en su cama.

Cualquiera diría que con todo lo hecho en un día, ella terminaría muerta de cansancio y dormiría; sin embargo, la realidad era que, si bien estaba cansada, el sueño no acudía a ella. Debía distraer su mente un poco más y luego descansar. Para eso, cogía su móvil y entraba al navegador para visitar una página que le agradaba bastante que se llamaba «cuanto cabron». En ocasiones dormía con el móvil en la mano, pero estaba bien, no era un problema para una chica de su edad. También junto a la mesita de noche, tenía cargando el móvil corporativo de la empresa. Cualquier asunto de trabajo lo trataban a través de esa línea.

El sonido de una llamada despertó a Gloria que ya había logrado dormir, aunque en este momento eso había quedado en el olvido. Cuando tomó el móvil observó una llamada perdida de la señora Trociuk. Eso hizo que ella dejara de estar zombie y prestara atención a somnolencia y se enfocara en pensar la razón por la que había llamado. Se disponía a devolver la llamada, pero llegó un mensaje de texto que decía: «Gloria, el señor Trociuk ha fallecido. ¿Puedes pedir una corona de flores a nombre del holding?»

Gloria había quedado de piedra con la noticia. Su jefe, el licenciado Trociuk estaba muerto y ella no estaba lista para comprenderlo. En toda su vida aún no había pasado por una situación de muerte familiar o de conocidos. No quería comenzar con esa etapa de la vida. Todavía no podía digerir lo que ocurría. Se sentía golpeada por la situación. Convivía con ese hombre de lunes a viernes. Le parecía un señor amable, respetuoso y justo, hasta le costaba creer que Enrique Trociuk fuera su hijo, parecía adoptado por la forma en la que se comportaba.

Sin perder mucho tiempo, buscó el número de una florería reconocida para enviar las flores a esa hora de la madrugada.

En otro mensaje la señora Trociuk seguía dejando instrucciones, como por ejemplo que mañana debía escribir un correo contando lo ocurrido al igual que el lugar en el que sería velado para que quien quisiera fuese a darle el último adiós.

Coordinar el asunto deas flores le había llevado un buen tiempo. Después de acabar con eso, le resultaba imposible cerrar los ojos. Se sentía temerosa, tenía una ridícula sensación de que el muerto aparecería en su habitación. Entonces, se abandonó su cama y fue con sigilo hasta la habitación de sus padres en donde los dos dormían plácidamente en una cama king size. Sin hacer ruido, ella se colocó en medio de los dos, como cuando hacía colecho junto a ellos siendo una pequeña niña.

Su madre percibió un poco de fresco que le llegaba en la espalda por la manta levantada.

—¿Gloría? —preguntó la señora Morel—. ¿Qué haces aquí?

—No logro dormir, mamá. Me avisaron que el señor Trociuk falleció...

—Oh, Gloria, lo lamento mucho. Sé que apreciabas al señor Trociuk que había decidido darte una oportunidad en su empresa.

—Ahora tengo miedo de que se presente en mi habitación. Sé que es ridículo, pero no puedo dejar de pensar en que está muerto.

La señora Trociuk se pegó a su hija haciendo una cariñosa «cucharita» para consolar a Gloria. No importaba lo grande que pudiera estar, para ella siempre sería su pequeña bebé.

Con el cariño de su mamá logró sentirse más tranquila y volvió a rendirse ante el sueño.

Cuando llegó el momento de despertarse, su despertador hizo lo suyo. Parecía un día normal. Su mamá estaba en la cocina preparando el desayuno, su papá estaba encerrado en el baño y Gloria había ido al baño de su habitación para asearse.

Su mente seguía pendiente del terrible acontecimiento que tendría que comunicar ese día en la empresa.

Al terminar de prepararse y de llevar todas sus cosas a la cocina, se sentó a la mesa, aunque no sentía ganas de comer nada. El hambre la había abandonado.

—Buen día, Julia, ¿cómo estás? —preguntó Gloria a la señora que siempre limpiaba la casa e iba a prepararles el desayuno y la comida para que cada uno lo llevara a su trabajo.

—Buen día, Gloria. Todo está bien, ¿y tú? —respondió la mujer.

—Ni siquiera le preguntes eso, Julia. Su jefe murió anoche y ella todavía no puede asimilarlo.

—Ay, Gloria, en verdad lo siento mucho. Es una pena.

—Sí, es muy penoso. Ahora su hijo, el engreído y prepotente Enrique tomará el timón de ese barco y lo hundirá.

—Gloria, quizá ese tal Enrique sí entienda de los negocios de su padre. No creo que a su edad todavía sea un niño —indagó la mamá.

—Mamá, es un niño de kinder o tal vez más insoportable. Ayer escuché cuando fue a pedirle dinero al licenciado. Después de eso fue que lo encontré moribundo. Mamita, ¿no crees que pudo haber sido mi lentitud la que lo mató?

—No, qué boberías dices, Gloria. Era un señor viejo con un hijo que lo explotaba, eso no es tu culpa de ninguna manera. Su hijo debe estar muy arrepentido de lo ocurrido. Gracias a él se ha cerrado el grifo del dinero.

—No, mamá, se ha abierto el grifo más grande. Sacará dinero de la empresa como si fuera una caja registradora. Mi lógica me dice que así será. No puede ver dinero porque tiene que gastarlo. ¿Cómo pudo criar a ese zángano?

—No todos los hijos tienen sentido de responsabilidad. Si no te gusta el lugar en el que estás, Gloria, es mejor que renuncies antes de que te echen. Es probable que quiera una secretaria nueva que podrá manejar a su antojo —dijo su madre.

—Puede ser, pero yo soy como un camaleón. Al menos necesito permanecer un año más en el puesto para tener dos años de experiencia. No quiero que la gente de recursos humanos crea que soy un saltamontes que va de trabajo en trabajo. 

—Más vale que te pongas a rezar para que te tenga paciencia. Ahora las cosas no dependerán de ti, sino de los ánimos de él —aseguró la señora Morel.

Buenas noches!

Mi inocente secretaria Where stories live. Discover now