Capítulo 4: "Pobre iluso"

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Era el segundo vaso de licor que tomaba esa mañana, apenas eran las dos de la tarde.

—Tu garganta debe de arder —William se ahoga por la sorpresa que causa el hombre al irrumpir con su grave voz el abrumador silencio que le rodeaba.

El Comandante Cox camina por lo largo de su oficina.

Confundido toma el periódico de esta mañana, leyendo la fecha una y otra vez; es lunes.

—¿No vendrías hasta el miércoles?

—Pasaba a saludar —sonríe de lado piloto —, ¿Quién sería yo en dignarme a venir al Oficina de Guerra sin saludar al mayor en el cargo?

—¿A qué vienes? —Entrecierra los ojos —, me dejaste como un idiota en las caballerizas y ahora apareces con tu sarcasmo a sacarme de mis casillas.

—Tú pedías mi presencia —objeta —, vengo por correspondencia y a acatar tu mandar. Ahora dime tú, ¿Qué es lo que quieres?

El castaño resopla; imaginaba otro encuentro con el piloto... quizás ya se acostumbró a que todos lo traten con respeto y temor; pero el hecho de que este hombre llegue con una sonrisa bastante burlona y un ánimo algo fanfarrón le hace salir de sus casillas.

—Mandaré a tus hombres a tierra —pronuncia esperando descifrar el lenguaje corporal del chico, pero no lo logra. Su semblante es neutro e intimidante —... y tus tenientes reclutarán a los voluntarios.

—¿Esperas a que esté de acuerdo?

—No —refuta el Secretario —, sé que no lo estarás, pero son mis órdenes y estás obligado a cumplir porque...

—... para eso me pagan —interrumpe —, si, recuerdo tu... tu observación.

"—... es una emergencia." Esperaba contestar.

Inmediatamente los recuerdos de aquella noche en las caballerizas le envuelven y se arrepiente de haber tomado esa posición tan indiferente; misma que siempre juró evitar.

—Exacto —responde.

—De acuerdo. Esperare a ver los carteles alrededor de la ciudad, ¿será anunciado por el zeppelín?

El secretario asiente, Edward se levanta de la silla para salir de la oficina. Aunque le cueste admitirlo, William se decepciona, esperaba una visita más amena o tal vez tan solo un poco de tiempo más a solas porque ese raro sentimiento que le causa tenerlo cerca era horrorosamente reconfortante, su mente se nublaba al hablar con él, un nerviosismo inexplicable lo somete y querer el cumplir cualquier deseo que Edward expresara lo domina; algún licor, un cigarro o hasta estaba dispuesto a cruzar el gran edifico que alberga a su oficina con tal de bríndale el agua más fresca del lugar si así lo exigiera.

—Vendré el miércoles para ver las estrategias de tu plan, como ya mencioné, solo... solo vine a saludar —habla sin voltear a verlo, el Secretario solo se puede imaginar cómo se deslizan esos labios color cereza mientras articula, ese arco en con figura de corazón que forma el arco de cupido sobre sus labios; quizás, pasa su lengua por ellos para dejar una brillante capa de saliva al final de la oración —... hasta luego, Louis.

Se queda perplejo, porque su nombre lo ha marcado como un susurro. Cuando busca replicar; un chillido de la puerta le interrumpe; al alzar la mirada sobre la madera se da cuenta que el piloto ha dejado la oficina.

Está solo.

Toma el vaso con whisky para beber de él hasta que nota el fondo del mismo, su garganta arde y sus ojos lagrimean.

Siempre ha odiado el whisky.

(...)

Miércoles

Tan esperado miércoles.

1919Where stories live. Discover now