Por insistencia de Jimin, el traje también había quedado en nuestra elección. Claro, Jimin siendo el más emocionado, fue quien se encargó de encontrar un bonito traje para mí y que yo no tuviese que preocuparme por ello. Jimin, no elige para mí un gran vestido blanco como se lo había pedido, pero si un esmoquin blanco de Dolce y Gabanna, con un chaleco del mismo color que se acentuaba a mi cuerpo y en palabras de Jimin, me quedaba precioso.

En el interior de la habitación, todos estábamos hecho un manojo de nervios. Jennie, trabajaba ansiosamente en mi cabello, mientras que un Jimin a punto del colapso, miraba por la ventana de la habitación con los ojos brillosos y las manos aferradas al alfeizar de esta.

— Jimin ya deja de ver por la ventana y ven a ayudarme. —Hablo una muy nerviosa Jennie, llamando la atención tanto de Jimin, como la mía.

— Ya voy, solo estoy observando...—Es la simple respuesta de Jimin, quien ni se inmuta y sigue observado por la ventana. —Todo ha quedado preciosísimo...

Mi madre había hecho milagros, para conseguirlo todo en una semana. Por supuesto que no había esperado menos de ella. Todo había quedado hermoso como Jimin lo acaba de decir, pero seguro como que mi nombre era Jung Hoseok, no lo había hecho con la intención de complacerme a mi o algo por el estilo. No. Lo había hecho por la simple razón, de dar una buena impresión a sus amistades, como siempre.

— ¿Estás nervioso? ...— La voz de Jennie a mis espaldas me trae de vuelta al presente. —Pareces a punto de sufrir un colapso.

¿Qué si estaba nervioso?

Mierda.

Los nervios estaban matándome. La culpa estaba puesta en todo mi cuerpo, apuñalándome por la espalda. Amenazándome con derribarme y destruir la poca cordura y control que me quedaba. Los latidos de corazón eran muy fuertes para soportar y mi estómago estaba hecho girones, como cuando la ropa es secada y retorcida con mucha fuerza. Bueno. Así me sentía. Era como estar viviendo, mi propio puto infierno, quemándome en vida.

Una suave mano se posa sobre mi hombro. Parpadeo y dándome cuenta que me había perdido nuevamente en mis pensamientos, asiento, aun teniendo dificultad para hablar. Jennie, me rodea deteniéndose frente a mí y con voz afable musita.

— Aun tienes tiempo de detener todo esto si es lo que quieres, Hobi. —Una cálida sonrisa curva sus labios y tomando mis manos, agrega —Yoongi, es un buen hombre y sabrá entender.

Sin embargo, sus palabras no lograron aliviar esta opresión que sentía en el pecho. Y en cambio, lograron resucitar la culpa por todo lo el daño, que mis malas acciones me habían llevado a causar.

Yoongi es un buen hombre.

Indiscutiblemente lo era, y no se merecía que yo siquiera estuviese considerando cancelar la boda a último minuto. No. Ya no había tiempo para eso. Así que, negando con la cabeza, me aclaro la garganta y susurro débilmente.

— No... Y-yo, me voy a casar con Yoongi.

— Hoseok...

— Está bien, Jenn. Son solo los nervios, pero ya se me pasara.

Jennie suspira pesadamente y me observa por unos segundos, como tratando de leer mis sentimientos atraves de mi expresión neutra. Sin embargo, al no encontrar nada, exhala un largo suspiro e irguiendo sus hombros, dice.

— Está bien. Hagamos esto.

Su sonrisa cálida vuelve, y con ello el nerviosismo, por la aproximación de llevar acabo finalmente mi matrimonio. Jimin, quien aún seguía ensimismado en observar todo por la ventana y aparentemente, sin haberse dado cuenta de la pequeña conversación entre Jennie y yo, gira en sus talones, retirando una dramáticamente una lagrima de su mejilla izquierda.

FORBIDDEN LOVEWhere stories live. Discover now